Brianna
Cuando finalmente llegó el día de la boda, Briana estaba sumamente nerviosa. Se mordió los labios. Caminaba de un lado al otro.—Te vas a arruinar el peinado —la regañó su amiga, y ella asintió divertida—Estoy bien, ¿no se me quitó el maquillaje ni nada de eso?—No, estás perfecta, ahora por favor deja de moverte.—Es que estoy muy nerviosa, solamente quiero estar perfecta para él.—Lo vas a estar Briana. Solamente tienes que quedarte quieta.Brianna Asintió. Minutos más tarde, caminó hacia el altar. Su vestido blanco, resplandecía ante el sol. Muchos espectadores, la observaron con ansias. Melissa, orgullosa sostenía entre sus brazos a su sobrino.Al llegar, con una sonrisa observó al novio. Pero la misma se desvaneció, al ver el semblante serio del novio."¿Acaso se arrepintió?", pensó y su ceño se frunció.—Brianna... no puedo.Brianna abrió los ojos con sorprBriana. No puedo creerlo. Me acerco a él, sin poder comprender sus palabras. Sostengo su barbilla y veo que, efectivamente, sus ojos no me están viendo. "¿De qué me estás hablando?", le pregunto confundida, sin querer aceptar sus palabras. "No… puedo verte", repite. En ese instante, mi corazón se encoge. "Amor, no puede ser cierto", murmuro mientras comienzo a llorar. "No puedo ver", comenta, y enseguida escucho a alguien decir "ambulancia". Supongo que es para él, pero todo a mi alrededor se desvanece y solo quiero concentrarme en una cosa: Eduardo. Era algo que no podía creer en ese instante. Pensé que era solo una fantasía de mi mente, pero no, era auténtico. ¿Cómo no escuchaba mis palabras, Eduardo? "Tienes que escucharme", murmuro en voz baja, pero él no responde. Simplemente siento que se ha desvanecido en la silla de ruedas. Se ha convertido en algo catastrófico. Pronto la ambulancia llega y lo llevan entre dos personas. En ese momento, no puedo ver otra cosa más qu
Con lágrimas en los ojos, me quedé en el pasillo del hospital. Llamé a Melisa. “Mel..”, dije con voz entrecortada. Melisa preguntó: "¿Otra vez no quiere que estés con él?". “Él dice que no quiere ser una carga para mí”, respondí con tristeza. "Pero esa es una decisión que tú tienes que tomar", dijo Melisa. "No sé, pero bien, dile tú, porque a mí no me hace caso", comenté llena de dolor. "Déjalo tranquilo, seguro que con el tiempo se le pasará", afirmó Melisa. "¿Cómo está mi hija?", pregunté. "Está perfecta. Y tú, ¿cómo estás?", respondió Melisa. "Mal. Pues… mi futuro esposo ya no me quiere de nuevo, y encima no puede ver", expresé con pesar. "Tienes que dejarlo, seguro que se le pasará toda esa tontería que te dice", me aconsejó Melisa. "Eso no es una tontería, es verdad. De nuevo, no quiere estar conmigo", dije con resignación.
"Da igual, cualquier cosa. Ya me darán el alta en una hora. No necesito de ti ni de nadie. Vendrás mi chofer y me llevará a la casa. Y no te preocupes, esa casa será para ti y mis hijos. Yo me iré a otra propiedad", respondió Eduardo."¿Te irás?", pregunté, sin poder contener mi sorpresa."Sí, estoy preparando la habitación de mis hijos. No lo has hecho tú, ahora ustedes", continuó Eduardo."¿Y cómo será la custodia?", pregunté preocupada."Después veremos", comentó Eduardo. "Por favor, vete", añadió."¿Podemos hablar de nosotros?, no olvidemos del amor que nos tenemos y…", dije, intentando mantener una conexión."Briana, pareces patética insistiendo en que yo me quede a tu
"Sí, creo que son de esa raza", respondí."Bueno, esos. Entonces estaré en un hotel", dijo Eduardo."¿Por qué no te quedas en una de las habitaciones?", pregunté."No, Briana, estoy bien de verdad", contestó mientras se alejaba. Suspiré y me di cuenta de que tenía que cocinar algo también para él. Sabía que le gustaba mucho la carne asada con papas fritas, así que me dispuse a prepararlo para todos."¿Necesitas ayuda, mamá?", preguntó Emma acercándose. Era sorprendente lo bien que hablaba y cómo comía, además de ser muy curiosa."No, cariño, ya estoy terminando las papas", murmuré."Qué rico", comentó Emma emocionada y se alejó dando saltitos."Ve y lávate las
Briana se sentía confusa. Al día siguiente, Eduardo se había llevado a sus dos hijos, y ahora se encontraba sola en casa. Limpió y acomodó las camas, e incluso limpió el baño, ya que era domingo y la empleada no venía en ese día. Después de terminar todas las tareas, se sentó en el sofá sin saber muy bien qué hacer."Tengo que volver a estudiar o hacer algo", comentó Briana, suspirando mientras pensaba en qué hacer.Se sentía sola, y ese sentimiento la invadía fácilmente. No sabía qué hacer y, además, todo le recordaba a Eduardo. Claro que ella lo extrañaba, y ahora esta separación la mantenía bastante confusa. Miró a su alrededor y se puso de pie. Estaba sola y tenía muchas cosas que hacer.De repente, recibió una llamada de alguien."Hola Bri
"No, tú solo puedes llevarme unos mates", respondió Agustín. "¿Estás seguro?", preguntó Briana nuevamente. "No te preocupes, en serio. Además, fuiste madre hace poco", dijo Agustín."Tienes razón. De igual forma, fue un parto natural", comentó Briana. "Está bien, hagamos una cosa. Yo haré un poco de cimiento y, cuando me canse, rotaremos tareas. ¿Quieres?", propuso Agustín."Me gusta la idea", comentó Briana y se sentó, contemplando a su amigo. Preparó el mate, colocó la hierba, lo sacudió para quitar el polvo y finalmente puso la bombilla. Sirvió con agua caliente pero no hirviendo y le dio uno."Gracias, Briana", dijo Agustín. "Entonces, uno de tus sueños era tener tu casa propia", preguntó Briana con curiosidad. Estaba caminando alrededor, se había levantado mientras sostenía con su mano izquierda el termo."La verdad es que sí, siempre había soñado tener una familia y poder construir mi casa poco a poco, con esfuerzo. Sabes, mis padres nunca fueron personas ricas ni nada por el es
Finalmente, terminan de comer. Todo el lugar se llena de nostalgia. Se dirigen a un gran sillón en forma de "L" para ver una película. Angélica ha preparado un delicioso postre, helado casero. Lo disfrutan con entusiasmo, y Agustín se sienta junto a Briana.En ese momento, Briana recibe un mensaje de texto de Eduardo, quien dice que ya va en camino a la casa. "Tengo que irme", comenta Briana, interrumpiendo el agradable silencio que se escondía detrás del bullicio de la televisión."¿Vendrás otro día?", pregunta Angélica."Claro que sí, me encantaría visitarlos", responde Briana. Los tres se levantan, y ella abraza a Angélica y luego a Ernesto."No olvides venir a tomar una taza de té y ver una novela", comenta Angélica. "Claro que sí, señora", responde Briana. Briana sale por la puerta, y Agustín la mira."Gracias por venir, mis padres se sintieron muy bien teniéndote aquí", le dice Agustín."Gracias por traerme", comenta Briana. Se despiden con un abrazo.Llegaron pronto, y Briana
"No, que se los arregle solo", dijo Briana, molesta."Está perfecto", comentó Agustín."¿A dónde iremos?", preguntó Briana con una sonrisa."¿Quieres ir a una plaza?", preguntó Agustín del otro lado del teléfono."Me encantaría, aseguro que a Emma le encantaría", respondió Briana."¿En qué momento quieres que venga?", preguntó Agustín."Ven ahora", comentó Briana emocionada, y luego se arrepintió. "Digo, cuando quieras.""Iré ahora", comentó él, y ella sonrió.Preparó a Emma, le peinó el cabello y le hizo una alta coleta con un moño rosa hermoso. La vistió como una princesa, poniéndole unos pantalones de yoga de color rosa y un buzo peludito de color blanco."Mamá, ¿estoy bonita?", preguntó Emma."Sos la niña más bonita del mundo", comentó alegre."Y Luis, ¿cómo le cambiarás la ropa?", preguntó Briana."Claro", comentó, mientras se daba la vuelta para cambiarle el pañal. El bebé se había ensuciado completamente.Briana hizo una mueca, sin saber muy bien si arrojar al bebé a la lavador