Era un restaurante, uno que quedaba al borde de la playa. Me encantaba ese lugar, y la última vez le había prometido a Briana llevarla.
Eso nunca había ocurrido, nos habíamos separado.—Se que me invitaste aquí la noche anterior —comentó Briana.—Lo hice, pero finalmente... te traje —dije divertido y ella se rió.—Supongo que... mejor tarde que nunca. Es muy lindo. Con razón estabas entusiasmado en llegar aquí —dijo, yo asenti. El lugar se veía mucho mejor que antes, la parte exterior. Estaba rodeado de luces de colores, y en el medio, algunas hamacas colgantes como de tela.Era hermoso, y Briana estaba sorprendida. Por suerte había una rampa de madera que me ayudó a subir. Eso no lo había contemplado para ser sincero. Aunque de igual forma, mi chofer siempre llevaba una rampa especial para adaptar cualquier camino.Esa era la ventaja de ser rico.—Gracias... por traerme aquí —dijo yo asentí.—De nada. 10 minutos más tarde, nos encontrábamos frente a la casa de Melisa. Yo ingresé, nos invitó a cenar juntos. Habíamos estado un día entero sin Emma. En parte yo también le echo de menos. Era muy especial para mí esa niña.De alguna manera, había sentido una conexión única con ella. —Iré a cambiar a Emma —comentó Briana, y Melisa la acompañó.Yo estaba curioseando un poco los cuadros familiares. Los típicos adornitos que muchos coleccionan. Yo odiaba a coleccionar cosas, prefería que mi casa no tuviera nada más que un florero blanco. Pero respetaba la opinión de cada quien. Recuerdo ver a mi madre limpiar durante horas a todos los adornos que tenía en la casa.Yo optaba por lo sencillo, incluso mi guardarropa no tenía tanta ropa. Seguí recorriendo con cuidado con mi silla de ruedas. El suelo de madera rechinaba debajo de mí. Tenía miedo de caerme a un pozo profundo, sin embargo nada de eso ocurrió.
Briana Me siento muy triste. Por más que de vueltas en la cama, no logró conciliar el sueño. Estoy nuevamente en la casa de Melisa era como si nunca me hubiera marchado de aquí. Me siento triste, solamente quiero volver el tiempo al pasado, y haberle dicho la verdad a Eduardo, evitando que él me pudiera llegar a odiar. Me dirijo hacia el cuarto de Melisa. Le doy un leve golpeteo y al parecer ella está muy dormida. Ingreso, y la observo. Tomo su mano intentando sacudirla, y despertarla.—¿Qué pasa..? —dijo con la voz ronca.—No lo soporto. Tengo que ir a ver a Eduardo y pedirle perdón. —Briana... son las 3 de la mañana. Puedes hacerlo mañana.—Por favor ¿puedes vigilar a Emma por mí?—¡Ay Brianna..! Tráela —dijo somnolienta. Fui a mi habitación, tome a Emma entre mis brazos. Estaba en su cuna, y la llevé hasta la pieza.Después tomé un saco abrigado. Salí por la puerta. Quería ver
Dos horas más tarde de estar comiendo verduras y frutas. Ya que Eduardo no me dejaba comer chucherías. Veo un saco enfrente de mis ojos.—¿Por qué traes mi saco..? —pregunto.—Iremos al médico. —¿Qué..? ¿Por qué..?—Pues es obvio Briana... estás embarazada. —Está bien —protesté, y me puse de pie. Emma se encontraba dormida en la cuna del living. La cual no me había llevado en cuanto me mudé. Él la tuvo en sus brazos antes que yo.—Es mi hija. Yo la puedo sostener.—No, estás embarazada y débil y yo también soy el padre. Puso los ojos en blanco, y arrastró la silla de ruedas con Emma entre sus brazos. Media hora más tarde, nos encontrábamos frente al doctor.—¿Y bien?, ¿cuándo fue su última menstruación? Comenzó a hacerme esas preguntas básicas que se le hacen a cualquier embarazada. Respondí cada una de ellas, y de reojo observo a Eduardo.—Perdón¿él s
—Tú siempre serás perfecta Briana, dudo que en algún momento parezcas una bolsa de papas. Tendrías que hacer ejercicio conmigo. Lo miré pálida, jamás había tomado una pesa en toda mi vida. —Pero yo...—Sí, tendrías que empezar a hacer ejercicio Briana. Ahora estás embarazada. De igual forma puedes hacer algo. —¿Y qué cosa puedo hacer?Media hora más tarde, me encontraba junto con Esteban, estaba levantando una pesa pequeña de un kilo, mientras que él levantaba de 8 kilos. Con razón sus brazos eran tan fuertes. Y los míos tan débiles. Él me iba guiando, yo seguía cada uno de sus movimientos. Primero empezamos trabajando los bíceps, después los cuádriceps creo, o era algo así. Bueno, después trabajamos los hombros y la espalda. Me sentía incluso más fortalecida. Aunque al día siguiente comenzó a dolerme todos los brazos.Estaba súper débil, y Eduardo me regañó diciendo que era un holgasana. Nunca hacía ejerci
Llamé su médico. En cuestión de 15 minutos él llegó. Estaba abrazada a Eduardo, y él estaba muy pálido. —¿Qué ocurre..? —preguntó.—No puede mover el brazo —me acerqué corriendo y le expliqué.—Eduardo, vamos a tomarte la presión.—No, yo sabía que esto pasaría aunque no tan pronto ¿Qué más va a dejar de funcionar?—Eduardo... tienes que calmarte.—No, ahora ¿cómo podré levantar a mi hija..? si no puedo mover el brazo —dijo desesperado. —Eduardo, respira. —No, estoy cansado de esta vida, porque mi cuerpo no me responde. Estoy muy molesto, y tú me dices que me calme. Briana me dice que respires, no, no quiero respirar. No.me quiero caminar. Quiero volver a ser yo —comentó exaltado. Eduardo, mírame tienes que calmarte.—No, ¡no quiero calmarme! —comenzó a gritar, y se sobresaltó.El médico le inyectó algo y él se quedó dormido. Fue la peor escena que había experimentado en mi vida, d
Brianna Cuando finalmente llegó el día de la boda, Briana estaba sumamente nerviosa. Se mordió los labios. Caminaba de un lado al otro.—Te vas a arruinar el peinado —la regañó su amiga, y ella asintió divertida —Estoy bien, ¿no se me quitó el maquillaje ni nada de eso?—No, estás perfecta, ahora por favor deja de moverte. —Es que estoy muy nerviosa, solamente quiero estar perfecta para él.—Lo vas a estar Briana. Solamente tienes que quedarte quieta.Brianna Asintió. Minutos más tarde, caminó hacia el altar. Su vestido blanco, resplandecía ante el sol. Muchos espectadores, la observaron con ansias. Melissa, orgullosa sostenía entre sus brazos a su sobrino. Al llegar, con una sonrisa observó al novio. Pero la misma se desvaneció, al ver el semblante serio del novio."¿Acaso se arrepintió?", pensó y su ceño se frunció.—Brianna... no puedo.Brianna abrió los ojos con sorpr
Briana. No puedo creerlo. Me acerco a él, sin poder comprender sus palabras. Sostengo su barbilla y veo que, efectivamente, sus ojos no me están viendo. "¿De qué me estás hablando?", le pregunto confundida, sin querer aceptar sus palabras. "No… puedo verte", repite. En ese instante, mi corazón se encoge. "Amor, no puede ser cierto", murmuro mientras comienzo a llorar. "No puedo ver", comenta, y enseguida escucho a alguien decir "ambulancia". Supongo que es para él, pero todo a mi alrededor se desvanece y solo quiero concentrarme en una cosa: Eduardo. Era algo que no podía creer en ese instante. Pensé que era solo una fantasía de mi mente, pero no, era auténtico. ¿Cómo no escuchaba mis palabras, Eduardo? "Tienes que escucharme", murmuro en voz baja, pero él no responde. Simplemente siento que se ha desvanecido en la silla de ruedas. Se ha convertido en algo catastrófico. Pronto la ambulancia llega y lo llevan entre dos personas. En ese momento, no puedo ver otra cosa más qu
Con lágrimas en los ojos, me quedé en el pasillo del hospital. Llamé a Melisa. “Mel..”, dije con voz entrecortada. Melisa preguntó: "¿Otra vez no quiere que estés con él?". “Él dice que no quiere ser una carga para mí”, respondí con tristeza. "Pero esa es una decisión que tú tienes que tomar", dijo Melisa. "No sé, pero bien, dile tú, porque a mí no me hace caso", comenté llena de dolor. "Déjalo tranquilo, seguro que con el tiempo se le pasará", afirmó Melisa. "¿Cómo está mi hija?", pregunté. "Está perfecta. Y tú, ¿cómo estás?", respondió Melisa. "Mal. Pues… mi futuro esposo ya no me quiere de nuevo, y encima no puede ver", expresé con pesar. "Tienes que dejarlo, seguro que se le pasará toda esa tontería que te dice", me aconsejó Melisa. "Eso no es una tontería, es verdad. De nuevo, no quiere estar conmigo", dije con resignación.