Brianna
—¿Qué has hecho? —comentó enojado lautaro mientras me tomaba el cuello.
—No hice nada —dije y estoy poniendo los ojos en blanco.
—Lo hiciste, yo te vi —dijo gritando, y empujándome contra la pared.
—¿Me harás el amor de nuevo? —pregunté divertida, mientras él gruñía.
—Te dije que no te acerques al idiota de Genaro: es mi mano derecha, pero él no tiene derecho a presentarte otros hombres.
—¿Por qué no? —pregunté, mientras fumaba un cigarrillo.
—Porque no, eres mi mujer punto lo voy a matar, lo voy a matar —volvió a repetir.
—Lautaro, el solo me presentó a un hombre. El hombre es su sobrino y lo saludé, no pasó nada —comenté poniendo los ojos en blanco.
—Da igual. Si
—Entonces tienes la familia completa —comentó y se rió.—Algo así. —Entonces escuché un alboroto.—¿Dónde está mi mujer? —escuché que decía la voz reconocible del autor. Abro los ojos con sorpresa.—Te buscaré una toalla —dijo Sebastián rápidamente y desapareció de mi vista en menos de 2 minutos. Ya se encontraba frente a mí con una toalla, pero miraba hacia otro lado.—Rápido —mencioné mientras me vestía a la velocidad de la luz. Me puse el vestido y Sebastián estaba de espaldas, vigilando que no viniera nadie.—Están corriendo hacia el otro lado —comentó divertido.—No quiero ver lo que me espera —comenté mientras introducí
—No lo vi —murmuré.—Es por la droga que te dieron —explicó.—¿Droga? —pregunté confundida.—Llama, es la única manera que tengo de ayudarte, ¿en qué país te encuentras? —preguntó, y yo llamé.Al día siguiente, me desperté en mi cama. Por lo menos, dormíamos separados con el jefe, lo cual nos daba algo de privacidad. Además, a veces él no estaba porque viajaba por negocios, y ahora él vigilaba discretamente todo lo que yo bebía. Suspiré en el jardín cuando vi que el vehículo de Lautaro llegó. Lo miré con desconfianza, como siempre, sin saber qué tramaba esta vez.—Hola amor —comentó acercándose y besando mis labios.—Hola
— ¿Quién te está ayudando? — preguntó.— No importa eso, por favor, búsquenme — supliqué.— Ahora llamaré al detective Andrés para que rastree la llamada y vea tu ubicación.— Gracias — comenté.Media hora más tarde, nos encontramos de nuevo en la pista de baile. Aún no habían encontrado mi ubicación, pero Sebastián me explicó que la casa estaba más lejos. Él sabía que al hacer esto ponía en riesgo a todos, incluso a él mismo.— Tienes que escapar — comenté.— No quiero escapar, prefiero estar en prisión que estar aquí — dijo Sebastián.— Sebastián, tienes que escapar — insistí
— Tranquilo, Brianna, simplemente entiende todo lo que sucede. Lucas siempre estuvo al 100% para ella. Agustín, la he dejado y siempre me he excusado bajo mi enfermedad.No tengo perdón, debería haber estado allí para ella cuando me necesitaba — dije con angustia.— Lo estuviste, siempre estuviste allí — comentó Agustín intentando consolarme, pero no encontraba consuelo. Me sentía completamente perdido, con el corazón roto en mil pedazos.Cuando me puse de pie, noté algo que me desconcertó por completo.— Otra vez — dijo Agustín.— No sé qué me está pasando — respondí, volviendo a sentarme, aterrado.— Estás volviendo a caminar — comentó Agustín, y yo no entendía por qué de repente volvía a caminar. Ni yo mismo sabía c&oacut
Sebastián, en cuanto cruzó la frontera, miró a su alrededor. Se había quedado sin dinero, sin nada más que aquel vehículo que ya no tenía ni siquiera combustible. Desesperado, tuvo que caminar en medio de la nada, recorriendo el desierto y soportando el intenso calor. No podía ver más que arena interminable, sin saber si pisarla o quedarse hundido, y cactus por doquier.—No sé dónde iré —comentó mientras caminaba sin parar.Sebastián iba camino a la carretera, intentando encontrar una manera de escapar de todo el lío. Sin embargo, no encontraba soluciones. No tenía dinero, no tenía a nadie a quien pedir ayuda. Cuando llegó la noche y sus pies ardían de dolor, decidió que era tiempo de descansar. Se alejó de la carretera donde pasaban vehículos que ni siquiera lo miraban, y se di
—Está bien, al menos pude salir ileso —respondió.—Te prepararé algo. ¿Tienes hambre?—Muero de hambre —comentó con sinceridad. Había trabajado durante mucho tiempo fabricando esos químicos, y ahora por fin se sentía libre y en casa. Se sentó en un taburete y olfateó su propio cuerpo. Olía mal, estaba sudado y su cabello y barba estaban largos.—Si quieres, puedes bañarte. Te asignaré una habitación para que estés cómodo —comentó María.—Gracias, tía —murmuró apenado y bastante agradecido.María le sirvió unos panqueques de dulce de leche. Sebastián los devoró, tenía mucha hambre y ella justo estaba preparando eso.&mdas
—Somos tus primos, ¿no te acuerdas cuando jugábamos fútbol de pequeños? —comentó Andrés divertido.—Sí, me acuerdo. Me diste una paliza, Andrés —respondió Sebastián y se dieron una palmada en el hombro.—Y ellos tres son mis hijos —comentó María orgullosa.—Mucho gusto, aunque creo éramos más...—Ustedes eran bebés, me parece —comentó divertido Sebastián.David: Y yo soy David, él se llama José, y él se llama Matías.—Un gusto —respondió Sebastián y todos se sentaron en la mesa para comer. Era como si fueran una familia y Sebastián se sintió muy unido y bienvenido en ese momento. Hablaron de varias cosas, como la familia, y se rieron di
Tomó un vuelo hacia el país donde suponía que Briana estaba. Durante el viaje, se sentía vacío y triste, su corazón apenas latía. Sin embargo, tenía dinero y no le importaba gastarlo en su búsqueda.Al llegar al destino, se sentía mareado y confundido. Las personas a su alrededor parecían borrosas, moviéndose de un lado a otro, mientras él avanzaba lentamente. Cada paso parecía hacer su corazón aún más pequeño.Finalmente, llegó a un hotel y se tomó una larga ducha para refrescarse. Las lágrimas volvieron a caer de sus ojos, sintiendo la tristeza y el dolor que lo acompañaban. Pero también sentía la determinación de encontrar a Briana, de aferrarse a esa posibilidad de amor y felicidad.Con el anillo de su tía María en el bolsillo, Seb