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—No lo vi —murmuré.

—Es por la droga que te dieron —explicó.

—¿Droga? —pregunté confundida.

—Llama, es la única manera que tengo de ayudarte, ¿en qué país te encuentras? —preguntó, y yo llamé.

Al día siguiente, me desperté en mi cama. Por lo menos, dormíamos separados con el jefe, lo cual nos daba algo de privacidad. Además, a veces él no estaba porque viajaba por negocios, y ahora él vigilaba discretamente todo lo que yo bebía. Suspiré en el jardín cuando vi que el vehículo de Lautaro llegó. Lo miré con desconfianza, como siempre, sin saber qué tramaba esta vez.

—Hola amor —comentó acercándose y besando mis labios.

—Hola

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