Diez años de amor, al final en nada
Diez años de amor, al final en nada
Por: Julio
Capítulo 1
Esta era la primera vez que veía con mis propios ojos a Jimena García, la chica frágil y delicada de la que tanto hablaban los amigos de Diego González. Su cara estaba demacrada y tenía una delicada venda en la muñeca, pero eso no lograba opacar ni un poco su aura única. Era tan pura e independiente.

Ya la había visto antes en las fotos de graduación de Diego. Estaba parada justo al lado de él, sonriéndole de una manera dulce y cercana. Incluso bromeé un poco con Diego, preguntándole si estaba enamorado de esa linda chica. Pero él solo tomó mi mano con fuerza, se arrodilló con dulzura en una rodilla y me demostró que siempre me había amado solo a mí.

Y ahora, mientras acariciaba el espectacular anillo en mi dedo anular izquierdo, un sabor amargo me llenaba y las terribles náuseas comenzaron a apoderarse de mí. Sin importarme la presencia de ambos en la entrada, corrí directo al baño y vomité como nunca antes lo había hecho.

Cuando finalmente levanté la cabeza y vi mi reflejo en el espejo, con los ojos enrojecidos y mi piel amarillenta por las fuertes náuseas del embarazo, también lo vi a él detrás de mí, con una expresión seria en su rostro. Se frotó con cierta extrañeza las sienes y habló:

—Jimena no se siente bien últimamente, se quedará unos días en casa.

No le respondí, solo me quedé en completo silencio mientras lavaba los restos de vómito en el lavamanos. Ya sabía desde hace tiempo que Diego veía en secreto a Jimena, pero nunca pensé que la traería directamente a nuestro hogar, el que yo misma había decorado con tanto esmero.

Hace un mes, mi mejor amiga Cristina me envió una foto de Diego volando una cometa con una mujer. En ese entonces, recién me había enterado de que tenía dos meses de embarazo, y justo en la mesa aún estaban los restos del desayuno que él me había preparado antes de irse a trabajar. Incluso lo defendí con gran vehemencia, pensando que debía ser algo relacionado con el trabajo, o que tal vez estaba acompañando a un cliente, y se había encontrado por casualidad con una chica que no podía hacer volar su cometa. Mi mente ya había creado mil excusas para él.

Porque en ese momento, yo creía en lo que Diego me había dicho: que siempre me amaría.

Hasta que un día, vi en el asiento del copiloto un labial que no me pertenecía y una pequeña y delicada caja de regalo abierta. Y aun así, me esforzaba por encontrar una justificación para él. Porque lo amaba demasiado, lo había amado con intensidad durante diez años.

Incluso ahora, cuando Diego trae a Jimena a nuestro hogar para "recuperarse", aún me aferro a esa esperanza. Porque siempre pensé que confiar en la persona que amas era la clave determinante para seguir adelante en una relación.

Pero el dolor en mi pecho y la mirada preocupada que Diego le dirigía a Jimena parecían en ese momento recordarme algo:

—Tal vez él ya había olvidado las promesas que hicimos el día de nuestra boda.
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