74.

Aspen en seguida buscó alguna excusa para aplacar al intruso, sus instintos le gritaban que huyera. Pero, ¿adónde podría ir a partir de ahí, perdido en esas retorcidas catacumbas con lo que sea que los acechaba en alerta?

Antes de que Aspen pudiera responder, un gruñido gutural curvó los labios agrietados que se despegaban de los dientes torcidos.

— Creo que necesitas una lección de buenos modales, intruso. — Manos carnosas se dispararon para cerrar sus vías respiratorias en un vicio implacable, Aspen intentó luchar contra las manos cernidas sobre su cuello.

Sus visiones nadaban con puntos negros mientras la conciencia comenzaba a desvanecerse bajo el brutal ataque. No, no podía terminar así, no sin encontrar a Kate o descubrir la verdad de lo que se pudrió dentro de estas paredes. Con una oleada final de adrenalina que reforzó la fuerza debilitada, Aspen hundió con fuerza el talón de su bota en un lugar muy vulnerable de cualquier hombre.

Un rugido de dolor sacudió los pasillos empap
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