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CAP 7: Regreso a casa

      

(...)los astros se alinean, los encuentros se dan y las deudas se pagan(...)

Dos horas y media de vuelo de Madrid a la capital de Sicilia, Palermo. La vista aérea de la ciudad era impresionante para Luna que por primera vez viajaba a Italia, y sabía que estaba ante una de las ciudades más hermosas y con más historia del país. Testigo de grandes imperios, el Griego, el Romano. Poseída por Árabes que la hicieron emirato, franceses, españoles, e incluso por los nazis. Vivió grandes guerras, desde la napoleónica hasta las Guerras Mundiales, casa de nazis y de otros proclamados conquistadores,pero sobre sobre todo, se comenzó a conocer a nivel mundial como la cuna de la mafia italiana, de ese submundo que todos decían conocer pero del que nadie sabía nada más allá de los que nos enseñó el Padrino Corleone . Para Luna ver todo lo que había leído sobre la ciudad desde el aire, era cuando menos fascinante. 

Al aterrizar en un aeródromo privado, similar al que habían dejado atrás en Madrid. Dos autos esperaban, parados enfrente de cada uno había dos hombres vestidos de traje esperando a que los pasajeros del avión bajaran. Dos de ellos abordaron a Marina, que era la única con un equipaje abundante, Luna no tenía ninguno y Ángel y Oscar solo un bolso de mano cada uno. En el primero de los autos, montaron Luna y Marina y se fueron casi al instante luego de que terminaran de cargar las maletas en el coche. Ángel y Oscar fueron tratados con un poco menos de amabilidad en su recibimiento, metidos casi por la fuerza en el segundo de los autos y tomando al salir rumbo contrario al primero. 

-¿Sabes lo que no espera cierto?- dijo Oscar una vez dentro.

-Sí, pero podría ser peor, solo espero que no echen los trajes a perder con sangre- respondió Ángel y podía jurar haber escuchado una pequeña risa de parte de uno de sus dos escoltas. 

  

El auto se dirigió a la zona de los almacenes en los muelles de la ciudad. El día se había tornado gris y lluvioso, adecuándose a la ocasión. En los asientos traseros del auto, Oscar por un momento parecía querer sacar las armas de la mochila, Ángel al notarlo negó con la cabeza y le pidió tranquilizarse. Al llegar a los muelles el ambiente era demasiado familiar para ambos, por desgracia. Cuando el auto entró en uno de los grandes viejos almacenes, comenzaron a recordar que hombres en esa situación no terminaban nunca bien.   

Al bajar las cosas empezaron a verse peor, cuando al paso rotundo de unos tacones cuadrados salió de las sombras la primera cara conocida que los muchachos verían en Italia. Vestía pantalones de traje y camisa blanca, el cuerpo cubierto por una gabardina negra y en su cintura la poca luz del lugar, le daba un brillo singular a la pistola que ni siquiera disimulaba. Sus ojos azul profundo clavaron la mirada en Ángel, y en los labios más rojos de lo común por naturaleza, que no necesitaban ningún aditivo para resaltar su color, se dibujó una sonrisa. La sorpresa se hizo evidente en los recién llegados, la sorpresa de aquel que se encuentra a la última persona que esperaba ver, en el peor sitio posible. 

-Diana- dijo Ángel forzando una voz firme -no pensé que tú serías el comité de bienvenida. 

 

-El hijo pródigo y el soldado vuelven a casa, no me podía perder algo así- respondió ella. 

Tras las palabras de ella más siluetas comenzaron a aparecer, ocho hombres más que se unieron a los dos escoltas del auto formando un círculo alrededor de Ángel y su compañero.

-¿De verdad son necesarios diez hombres para darle una paliza a dos fotógrafos?- preguntó Oscar a Diana- me sentiría halagado si no fuese porque voy a terminar con la mandíbula rota- soltó una pequeña carcajada. 

- Tienes razón soldado, no son necesarios, podría hacerlo yo misma si quisiera pero tengo una reunión y no quiero llegar con las mansos sucias, y si tengo que dejar esto en manos de otros, cuantos más, mejor. Además, no tienes que preocuparte por tu mandíbula, ellos tienen órdenes de no golpearlos en la cara, no puede ser que en su regreso a casa luzcan mal. 

-¿Al menos vas a decirme  por qué te mandaron a ti precisamente- dijo Ángel. 

-Es mi trabajo en la familia encargarme de cosas así. 

-No sabía que te habían dado el puesto, empoderamiento femenino en el mundo del crimen, el mundo va progresando- dijo Oscar riendo otra vez.

-Felicítame más tarde Adriano, cuando te duela hasta respirar, ahora es mejor comenzar. 

Los diez hombres que aguardaban la orden de Diana, tomaron sus palabras como tal. Se comenzó a cerrar el círculo y golpes comenzaron a llover, mientras desde fuera Diana apreciaba la escena con la atención digna a una buena película. Los contrincantes de Ángel y Oscar eran bastante torpes, pero  la pelea no era para nada justa, lograron evadir unos cuantos golpes y devolver uno que otro, pero no pasó mucho tiempo hasta que la diferencia numérica se hiciera notar. Caídos los dos en el suelo, recibiendo patadas de todos lados, tener el rostro intacto se volvió irrelevante, la sangre comenzó a salir en escupitajos de la boca de Oscar por alguna herida interna. Ángel era sometido por dos atacantes mientras otros dos golpeaban su abdomen. 

-¡Suficiente!- exclamó Diana cuando desde fuera vio que ya estaban por caer inconscientes ambos.  

Uno de los hombres que golpeaba a Oscar no obedeció la orden y continuó mientras los demás se retiraron de forma instantánea. 

-Hey tú, te dije que ya basta- dijo Diana dirigiéndose al hombre. 

Él la miró y se detuvo por un momento, pero antes de hacerlo definitivamente levantó a Oscar por la camisa y le golpeó en la cara en un golpe rotundo que sin duda dejaría más que un hematoma.

-¡¿Qué está haciendo?!- gritó ella

-No vine aquí a que una mujer me diga que hacer, así que déjanos las cosas a los que sabemos como dar un golpe- respondió el hombre encarándola. 

Ella le sonrió, le dio la espalda por un momento y el hombre empezó a reír pensando que había ganado. De un momento a otro ella volvió a darse vuelta y en un movimiento fluido desenfundó el arma de la cintura  y ante los ojos temerosos de aquel hombre que no tuvo tiempo de reaccionar, apretó el gatillo y le puso una bala en medio de su frente. El sonido del disparo causó sobresalto, unas aves que se refugiaban de la lluvia salieron al vuelo por uno de los huecos del techo del viejo almacén. El resto de los matones trataron de contener sus emociones y los que estaban a la espalda del muerto, fueron salpicados por los cesos reventados. El cadáver cayó al suelo húmedo y su sangre comenzó a tornar roja el agua el agua ya podrida de mugre. En su cara ya sin vida seguía vigente la expresión de sorpresa. 

-Pues al final resulta que si me tuve que ensuciar las manos- dijo Diana y su voz hizo eco en todo el lugar, nadie se atrevía a mover un solo músculo. 

Uno de los otros hombres allí presentes, se echó al suelo de rodillas a llorar a los pies del cadáver. Diana al oírlo guardó la pistola y se le acercó.

-¿Por qué lloras?- preguntó ella. 

-Ese hombre que usted acaba de matar era mi hermano- respondió el muchacho envuelto en lágrimas. 

-Pues tu hermano debía saber que las órdenes o se obedecen o se paga con la muerte- dijo Diana con ternura a pesar de la severidad de sus palabras, le secó las lágrimas al muchacho y le sonrió -Ahora ciérrale los ojos y dile al resto que te ayuden a llevar el cuerpo a uno de los autos, yo misma me encargaré de que se le de un funeral digno de reyes¿Vale?

El Muchacho asintió con la cabeza y limpió con su brazo el resto de las lágrimas. Fue hasta el rostro de su hermano y le cerró los ojos sin evitar comenzar a llorar de nuevo. Había silencio absoluto en el lugar que solo fue roto por el sonido de los hombres arrastrando el cuerpo sin vida por la puerta de atrás y los tacones de Diana que retumbaban en el suelo luego de pararse y caminar hasta donde el suelo yacían Ángel y Oscar, este último completamente inconsciente luego del último golpe que recibió. Ángel apenas si pudo girarse hacia Diana y su intento por levantarse era inútil, ya como había dicho ella antes dolía hasta respirar. 

Ella se agachó hasta el suelo y le habló al oído. 

-Así son las cosas ahora, te espero en casas, si es que puedes ponerte de pie- decía ella- solías ser un hombre fuerte, pero lo bastante benévolo para perdonarle la vida a ese pobre hombre y evitarle lágrimas a su hermano, hoy he hecho un nuevo enemigo aunque ahora me tenga demasiado miedo, si no te hubieras ido todo esto se hubiera evitado,porque tenlo presente, esto, es tu culpa, es una muerte más a tu cuenta. 

Se apartó de él, lo miró por unos segundo y acto seguido lo besó en los labios aun ensangrentados, se limpió la sangre que se le pegó a sus labios con la lengua e hizo un gesto de placer al ponerla en de nuevo en su boca. Se apartó de Ángel riendo y a los pocos segundos sus pasos ya no se escuchaban y solo el ruido de motores de autos en marcha perturbaba el silencio hasta que se perdieron en la distancia. 

Ángel quedó boca arriba en el suelo, sin poder hablar, sin poder siquiera pensar, con la única idea clara de que esto era solo el comienzo, recorriendo su cabeza. 

Le tomó a Ángel al menos media hora lograr reunir fuerzas para ponerse de pie. Estaba completamente mojado desde el pelo hasta sus zapatos. El dolor abdominal era insoportable e incluso vomitó lo poco que tenía en el estómago en una mezcla desagradable con sangre. Se levantó la camisa y con dificultad para examinarse, el abdomen estaba completamente morado por los disimiles golpes, tenía un par de costillas rotas y no había ningún indicio de sangrado externo, lo que no era tan buenas noticias porque eso quería decir que la sangre que escupió y el profundo dolor en su pecho eran producto de una lesión interna más grave. 

A cada segundo más que pasaba de pie le parecía que iba a caer al suelo de nuevo, pero se esforzó en tratar de pensar de la forma más fría posible. Oscar no parecía que fuera a volver en sí pronto, así que tenía que actuar rápido, primero salió del lugar y comprobó que quedaba un auto fuera, en el que ellos habían llegado, estaba abierto y las llaves puestas. Volvió a entrar y sin otra forma de trasladarlo, empezó a arrastrar a Oscar que seguía completamente noqueado. El agua en el suelo hacía que el traslado fuese más fácil, pero aun así Oscar lo duplicaba prácticamente en peso y él no podía dar más de dos pasos sin retorcerse de dolor. Finalmente logró sacar a su amigo del lugar, y con un último esfuerzo lo metió en el asiento trasero del coche y se subió él en el lugar del conductor y arrancó para salir de allí. 

Todavía llovía intensamente, las calles de Palermo parecían pequeños ríos corriendo, el auto patinaba y a decir verdad Ángel no estaba muy seguro de a donde ir. No mucho después de salir del puerto, tomando una curva quizás demasiado rápido, su vista le falló, las ruedas del auto patinaron en el camino húmedo y se estrellaron contra un muro de contención a uno de los lados de la carretera, quedando Ángel tan fuera de si como Oscar y sumando a sus heridas un corte en la cabeza al golpearse con el timón en el choque. 

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