El enojo de Richard

Edward persiguió a Anna, cruzando la carretera, y pronto llegaron hasta la escalera de incendios de la casa.

—Está muy alto… súbeme —dijo Anna.

—Yo soy más alto… ¿No debería hacerlo yo?

— ¿Estas insinuando que una mujer inocente y débil como yo soporte el peso de un hombre alto como tú? —pregunto Anna, mirando fijamente a Edward.

—Tienes… tienes razón —dijo Edward, mientras pensaba si las palabras de Anna en referencia a su inocencia y debilidad eran sarcásticas, ya que después de todo, lo que menos le había mostrado esta chica hasta los momentos eran su supuesta debilidad o inocencia.

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