RUPERTTenso el cuerpo, cansado de maquinar mis siguientes pasos. La rubia no debió haber vuelto; debió haberse quedado en la cueva donde se escondió por dos años. Hace tres horas que llegué al bufete, el hecho de no poder dormir acelera mi pulso y me pone de mal humor. Sin embargo, lo que más rabia me da es que la culpable sea la rubia de ojos grises; jamás me di cuenta de que usaba lentillas para ocultar el verdadero color de sus pupilas.Observo todo desde el enorme ventanal de mi oficina. En poco tiempo darán las siete de la mañana. La ciudad es un mosaico de luces tenues y edificios, una jungla de concreto y acero. El sol apenas empieza a despuntar en el horizonte, proyectando sombras alargadas sobre las calles desiertas.Sigo ardido. Me siento en mi escritorio; el aroma del café recién hecho impregna el aire. Por un momento, me dejo llevar por la calma que precede a la tormenta, pensando en qué haré con el regreso de la rubia. La paz es efímera; ya que la puerta se abre de golpe
DEBBYMe congelo al ver al diablo delante de mi puerta. No importan los esfuerzos que haya hecho Sebastián por tranquilizarme y hacerme olvidar que estoy en medio de una tormenta; la realidad me golpea con fuerza cuando veo al padre de mi hijo, mirando de manera asesina a quien considero mi mejor amigo. Aún se me hormiguean las piernas solo de pensar que ya no tengo escapatoria. Esta vez, tengo que enfrentar lo que dejé atrás, pero de lo único de lo que estoy segura y que pienso defender con uñas y dientes es a Mateo. El mundo entero puede saber de mi existencia, menos de la de él.—Vete —le dice Sebastián en tono hosco.Puedo notar que su espalda se tensa; es como verlo a punto de iniciar una pelea, lo que menos necesito ahora.—¿Acaso tienes problemas auditivos? Jones.—Me sorprende que recuerdes mi nombre —le responde Rupert de manera tranquila—. Me pregunto, ¿qué más puedes recordar del pasado?Doy un paso adelante.—No me provoques —sisea Sebastián—. No tienes nada que hacer aquí
DEBBYLos nervios no me han abandonado desde que salimos del hotel. Sebastián ha estado serio y callado todo el tiempo. Me remuevo inquieta en mi asiento; he hecho varios intentos en vano por concentrarme en otra cosa, en buscar soluciones para no arruinarle la velada. Sin embargo, en todos, el final es desastroso. Comienzo a creer que fue una muy mala idea haber aceptado venir.—Te ves muy apuesto —es lo primero que suelto.Sebastián me mira y asiente una sola vez, para volver su atención a la ventanilla del auto.—Gracias.Respiro hondo—Estoy segura de que todo saldrá bien —hago un nuevo intento por romper el hielo.—Sí.—¿Cuánto crees que dure la cena?—No sé.Es imposible; la brecha que se ha formado entre nosotros es impenetrable y eso me causa remordimientos. No importa cuánto lo intente, él me seguirá respondiendo con palabras cortas, sin ánimo de nada. Imagino que debe estar enfadado porque le oculté que Mateo es hijo de Rupert, pero no es para tanto.—Sebas, yo...—Ahora no,
DEBBYDefinitivamente, es el karma que me está cobrando todo. En cuanto veo a Sebastián mirándome con desaprobación, trato de empujar a Rupert con mis manos; no puedo, de hecho, creo que me aprisiona aún más contra su pecho. Tanta cercanía me altera, me pone los nervios de punta.—Deja de moverte —me dice al oído.—Deb.La voz de Sebastián rompe la burbuja en la que me encuentro. Rupert tarda unos segundos, pero al final se aparta. Agradezco la llegada de mi amigo; no sé qué habría pasado si él no hubiese interrumpido.Recupero la fuerza de mi voz. Rupert mantiene su distancia como siempre y me aliso el vestido.—¿Qué haces aquí? —le pregunta Sebastián al padre de mi hijo.Tomo una bocanada de aire.—Como siempre, no es tu asunto, Winston —responde Rupert. Su voz ronca hace que una descarga de electricidad recorra todo mi cuerpo.Sebastián y Rupert se miran como si estuvieran a punto de matarse. Si no hago algo, ellos dos se matarán en serio.—Pensé que estarías en el comedor —susurro
DEBBY—Suéltame —exijo, con el corazón a punto de salirse de mi pecho.Pero el que no debe ser nombrado no me hace caso alguno; al contrario, ejerce más fuerza en su agarre. El instinto de luchar se enciende en mí, comenzando con un forcejeo mientras, a empujones, soy arrastrada. Me resisto, tratando de empujarlo con todas mis fuerzas, pero es en vano; es más fuerte que yo.—¡Joder, que me dejes en paz! —exclamo, viendo de soslayo cómo él ha detenido su auto en medio de la carretera, impidiendo que los demás vehículos sigan su camino—. ¡Auxilio!Pido ayuda; no obstante, nadie me presta atención. El aire se siente pesado entre nosotros y mi corazón late desbocado. Lucho un momento más, pareciendo que estamos en medio de un tira y afloja que no tiene fin, hasta que, con un movimiento brusco, logra abrir la puerta del auto y me empuja hacia adentro. Siento cómo la desesperación se apodera de mí mientras intento encontrar un punto de apoyo para salir, pero él es más rápido.Una vez dentro
NARRADOR OMNISCIENTEEl juez Arturo Pitt comenzaba a cansarse de la velada. Todo había salido tal como lo esperaba, así que, poco a poco, se despidió de cada uno de los miembros. Algunos llegaron con sus esposas, novias y amantes; sin embargo, sin duda alguna, había dos parejas que le llamaron la atención. Una de ellas le pareció especialmente interesante, y no precisamente eran un matrimonio: ambos estaban con distintas personas a su lado, pero él pudo percibir la intensa química que había entre ellos.—Muchas gracias por haber venido. Es bueno volver a verte en el juego, Winston —dijo mientras le daba una palmada en la espalda a Sebastián, quien, para ese momento, había visto cómo su enojo se difuminaba.—El que debe agradecerte soy yo. Después de todo, eres tú quien ha organizado todas las reuniones.—Solo lo mejor de lo mejor. Cuando me retiré, quise conocer qué clase de abogados tenía el país y estoy orgulloso de ver que se han formado hombres letales y leales a las leyes. Aunque
DEBBYMe encuentro inquieta; siento que mi corazón late desenfrenado. Mi instinto de supervivencia me obliga a despertar por completo, sintiéndome desorientada en el instante en que abro los ojos. Mi cerebro tarda en procesar y recordar los hechos de anoche; todo se me viene encima como un enorme balde de agua fría. Me incorporo, estudiando mi entorno con cautela. Estoy en la habitación del padre de mi hijo; dormí en su cama, solo que él ya no está a mi lado, algo que agradezco.Localizo mi vestido y me dirijo directamente al baño. Esta vez, me doy una ducha de agua fría para aclarar mis ideas y terminar de despertar. No puedo creer que esté bajo el mismo techo que el diablo, respirando su aire. Al salir de la ducha, busco un cepillo de dientes nuevo dentro de uno de los cajones, donde veo que guarda varias cosas en reserva. Cuando termino, me coloco el vestido y salgo de la habitación.Rezo por no encontrarme con Rupert, deseando que se haya ido temprano al bufete. Sin embargo, la su
RUPERTLa rabia incrementa cada vez que pienso en el nombre que dijo la rubia, mientras dormía, Mateo, ¿será su novio? ¿Alguien importante? No, no creo, Winston está interesado en ella, y de tener a alguien en su vida, él no lo permitiría, después de todo, nos conocemos perfectamente bien. —Maldita —murmuro.Observo los edificios adyacentes, recordando las palabras que me dijo hace una hora el detective que contraté, el adelanto que me dio, es que ella ha estado viviendo en Texas estos dos años, si hubiera querido encontrarla antes, lo habría hecho, pero Débora requiere de toda mi energía y atención, es una víbora de cuidado, el cosquilleo curioso de descubrir sus sucios secretos, hacen que le llame una vez más al detective. —Jones.—Cambié de opinión, quiero saber todo de Debby Hill, qué esconde en Texas con tanto recelo, y una cosa más —tenso la mandíbula—. Investiga quién es Mateo, quiero saber si es un hombre con el que folla ocasionalmente, o es más importante para ella, como