RUPERTMaldita rubia. Juro que cuando la vea, la voy a asesinar con mis propias manos. En cuanto a la explosión, la cocina quedó hecha un jodido desastre. Tenso la mandíbula mientras veo que los bomberos y el personal especializado están haciendo su trabajo; la cabeza me estalla, ella no aparece en ningún lado y ya sé con certeza que se ha escapado. La pregunta es: ¿dónde? No responde su móvil y no la pueden localizar todavía. De soslayo, me doy cuenta de que Bryce está discutiendo con América; las piezas faltantes de mi rompecabezas comienzan a tomar forma. Ella es la respuesta. Al final, se acerca a mí con ojos llorosos, llenos de rabia, al tiempo que Bryce la sigue como sombra. —Quiero que quede claro que yo no estuve de acuerdo con esto y que, a diferencia de lo que piensa mi estúpido esposo, no tengo nada que ver con la explosión o su plan de escape —espeta con los puños cerrados. El tic de mi ojo izquierdo, una muestra de la rabia que comienza a incrementar en mi interio
NARRADOR OMNISCIENTELa puerta de la estancia principal se abrió de golpe, anunciando con su estruendo la llegada de Débora. Sus pasos resonaron contra el suelo de mármol, firmes, cargados de una furia contenida que apenas le permitía respirar. Sus labios, apretados en una delgada línea, traicionaban la tormenta que llevaba en el pecho. En el centro del salón, bajo la opulencia de una lámpara de cristal que colgaba como una joya en el techo, estaba su tía Minerva, justo al final de una llamada telefónica. La mujer dejó el móvil sobre la mesa con un movimiento calculado, pero la tensión en su rostro delataba que las noticias no eran buenas.—¿Qué pasa, tía? —exigió Débora, clavando sus ojos oscuros en los de su tía.Minerva suspiró, un gesto que intentaba ser resignado pero que no lograba esconder del todo su satisfacción.—Se han deshecho de Debby —respondió, con un tono tan frío que cortaba como el filo de un cuchillo.Débora sintió cómo el mundo se tambaleaba bajo sus pies. Se acerc
DEBBY—Tienes que comer algo, cariño.Levanto la mirada y me encuentro con los ojos de Ana sobre mí, y con el ceño ligeramente fruncido. Ella no deja de estudiar cada uno de mis movimientos desde que subimos al avión. Las náuseas me asfixian, pero la conozco, o al menos creía hacerlo. Hasta ahora, sé que si corro al baño para vomitar, va a sospechar lo mismo que yo. No puedo poner en riesgo a mi bebé, si es que estoy esperando otro hijo del diablo.—No tengo hambre —espeto con firmeza, apartando la mirada de ella y mirando a través de la ventanilla. Ignorando la charola llena de comida que ha puesto frente a mí.—Sé lo que parece, pero Sebastián no es un mal hombre.Volteo a verla mal.—¿No es un mal hombre? Prácticamente me ha secuestrado. No solo eso, quiso hacerle daño a Mateo. ¿Quieres que piense que no es un mal hombre? ¡Por favor! —mi pecho sube y baja debido al subidón de adrenalina.Ana me sostiene la mirada por largo rato. La verdad es que me pone los nervios de punta. Al fin
RUPERTLlevo más de cinco horas mirando a Mateo dormir, revisando su respiración, ¿soy un paranoico? Puede ser, pero jamás he experimentado este cúmulo de sensaciones, apenas llevo semanas conociendo la existencia de mi hijo, y he descubierto un par de cosas, las dos más importantes; soy capaz de matar a todo aquel que le haga daño, y la segunda, no puedo imaginar un jodido día sin él. Un pequeño balbuceo de su parte me saca de mi ensoñación, suspira y se acomoda para seguir durmiendo, me costó un mundo que lo hiciera, en especial cuando sé que extraña el calor de su madre, le hice una promesa y pienso cumplirla, esa maldita rubia tiene que regresar a mi lado, en especial con la sospecha de un nuevo bebé en camino. La retorcida idea de que ella pueda estar esperando otro bebé mío, hace que mi vena posesiva y mi instinto psicópata, se desarrollan una vez más, ella es mía, y es algo que tendrá que entender Winston por las malas. Ganó la batalla, más no la guerra. —No pareces tener bu
SEBASTIÁNElla es hermosa.Mientras le quito la ropa y permanece dormida, me siento como en un maldito sueño, su piel es tersa, su cuerpo es delicado, duerme sobre la cama en la que la he colocado, no puedo evitar darle un reguero de besos mientras deslizo su falda por sus largas piernas, ella queda en ropa interior, deseo tanto verla sin una sola prenda, pero eso tiene que esperar.—Dios, eres hermosa —inspiro con fuerza.Su cabello rubio y largo, cae como cascada sobre sus hombros, sus pechos turgentes, copa C, estoy seguro, hacen que la polla se me endurezca, pero la rabia me tiñe la vista al recordar que este cuerpo lo tuvo primero Jones, sé porque Debby me lo confió, que él fue su primero, la única polla que ha entrado en su cuerpo, y eso no lo pienso permitir, ella tiene que ser mía.Pretendo ser el último hombre que la tenga, porque de ahora en adelante, la única polla que penetrará su cuerpo, será la mía. Deslizo sus bragas y salivo al ver su coño rosado, sin un solo rastro de
DEBBYNo sé en dónde estoy. Cuando abro los ojos, me encuentro envuelta en una penumbra que se extiende hasta donde alcanza mi vista. El frío se filtra a través del camisón de algodón que llevo puesto. Es extraño; al principio no sé cómo llegué aquí, ni por qué estoy vestida así. Me muevo y siento la aspereza de la cama bajo mis pies descalzos. A mi alrededor, todo está en silencio, excepto por el leve crujido de las paredes, como si la mansión respirara junto conmigo.El miedo se instala en mi pecho de inmediato, pesado, como una piedra. Cuando Sebastián me grita que corra, saca una navaja y eso hago, salgo corriendo de la habitación sin mirar atrás. Camino lentamente, debido a la droga con la que me adormeció, voy hacia lo que parece ser una sala amplia, mis pasos resuenan en el vacío, y entonces me doy cuenta: la casa está a oscuras, apenas iluminada por la luz mortecina que se cuela a través de ventanas polvorientas. Las sombras dibujan formas extrañas en las paredes, y siento que
NARRADOR OMNISCIENTEPASADOLa mansión Hill siempre había sido una de esas casas que guardaban más secretos de los que podía contener cualquier corazón. Una estructura de madera envejecida, rodeada de jardines tan oscuros como la noche misma, parecía suspirar con cada ráfaga de viento. Era el tipo de lugar donde incluso la luz temblaba antes de cruzar los ventanales, dejando las sombras libres para bailar.Debby, con apenas seis años, estaba escondida bajo una mesa de billar al fondo de la biblioteca. Sus ojos grises brillaban con lágrimas que trataba de contener, y su cabello rubio se pegaba a su rostro húmedo. Aferraba una mano a la madera fría de la mesa y con la otra se cubría la boca, intentando sofocar los sollozos que amenazaban con delatarla.Frente a ella, su tío Roberto Hill reía mientras movía sus caderas. Parecía un hombre común, pero sus ojos tenían un brillo calculador. Debajo de su cuerpo, Débora, su hija, sollozaba. Debby los observaba desde su refugio, sintiendo cómo
DEBBYEl frío de la noche cala mis huesos, aunque no sé si es la temperatura o el temblor de mis manos lo que realmente me hiela por dentro. La brisa trae consigo el olor a tierra húmeda, como si el mundo supiera lo que está a punto de ocurrir, como si la naturaleza misma anticipara el desastre. Detengo mi atención frente a Sebastián, su mirada está cargada de terror. Tiene sangre en el labio y el miedo tatuado en el rostro. Mi navaja brilla bajo la luz pálida de la luna, misma que le clavo en la palma de la mano. —¿Por qué lo hiciste? —mi voz suena más rasposa de lo que esperaba, pero no titubeo. El peso de las palabras me ahoga antes de que siquiera salgan—. No debiste hacer que yo recordara mi pasado. Sebastián no responde. Su respiración es rápida y entrecortada, como un animal atrapado. Intento ignorar la punzada de duda que me recorre. Lo miro fijamente, buscando algo, cualquier cosa, pero todo lo que veo es a un cobarde.—¡Responde! —grito esta vez, acercándome más.—Yo solo