3 Una loca feliz.

Jade continuo en un modo automático los días siguientes, negándose a exteriorizar lo que su corazón estaba sintiendo, no le dirigió palabra alguna a su madre, solo tomo el dinero que habían ahorrado con su padre para la universidad y contrato el mejor servicio fúnebre que pudo conseguir, su padre se lo merecía, el único que siempre la quiso y la apoyo, aun sin llevar su misma sangre, mientras que Magnolia recibía las condolencias y felicitaciones por lo bien que todo lucia en la sala velatorio, a Jade no le importaba, solo se concentró en su padre Isaías, aun cuando escucho que Magnolia la culpaba por la repentina muerte del mayor, solo la ignoro, luego del sepelio le pidió a Javier quedarse en su casa unos días, necesitaba aclarar su mente, ahora la universidad no era una opción, ahora todo perdía sentido, estaba sentada en la sala de Javier mirando a la nada cuando la puerta fue tocada.

— Magnolia. — dijo con rencor al ver a su madre parada en el umbral.

— No creas que vengo a verte por gusto. — respondió la mujer entrando en la casa sin que nadie la invitara.

— Lo sé, no serias tú si lo hicieras. — algo dentro de Jade había muerto junto con su padre y eso era el respeto que le tenía a aquella mujer.

— Si como sea, solo vengo a informarte que necesito que retires todas tus cosas de la casa, el vendí y los nuevos propietarios no tardan en llegar. — dijo ignorando el comentario de su hija.

— ¿Qué? — las palabras salieron casi en un susurro. — ¿Vendiste la casa de papá? — no lo podía creer, apenas había pasado una semana, sentía como sus manos hormigonaban y se volvían frías.

— Entiende de una vez que Isaías no era tu padre, no te debo dar explicación de lo que hago con la miseria que él me dejo, pero si quieres algo de tu “verdadero Papi” ve a buscar a Derek Bach, quizás ahora si ve tu rostro termine de aceptar que eres su hija.

Magnolia salió de aquel lugar sin ver atrás y Jade no pudo reaccionar hasta unas horas más tarde, su madre había vendido su hogar, el lugar donde había vivido por 21 años, ese mismo que estaba lleno de recuerdos felices al lado de Isaías, lo peor fue descubrir que se había desecho de todo lo que era de su padre, solo quedaban los álbumes de fotos, esos que Isaías se encargó día a día a llenar con cada logro de ella, su hija.

Cinco cajas, era todo lo que Jade tenia, sus 21 años cabían en cinco cajas de cartón y la vida feliz junto a su padre se resumía a 21 álbumes.

— Todo estará bien amor, vele el lado positivo, ahora viviremos juntos. — Jade observaba a Javier y por primera vez el joven le parecía un idiota.

Al fin con el correr de los días acepto como seria su vida desde ese momento en adelante, más aún cuando tomo uno de los álbumes de fotos, cuando ella nació, en la primera página encontró una frase en lugar de una foto.

VE EL LADO POSITIVO DE LA VIDA SIEMPRE, SOLO ASI PODRAS SER FELIZ, HOY NACIO MI HIJA, MI ETERNA FELICIDAD, QUIEN ME LLAMARA PAPÁ.

Isaías siempre supo que ella no era su hija, sin embargo, se concentró en ver el lado positivo, él sería el único padre que ella conocería.

No pudo tomarse más tiempo para hundirse en su dolor, las cuentas comenzaban a juntarse, Javier tenía trabajos temporales que no duraban más que unas semanas, por lo que ella comenzó a trabajar medio tiempo en la cafetería nuevamente y logro conseguir trabajo en un restaurant de muy alto prestigio, así en pocos meses la casa de Javier parecía otra, no solo no habían deudas de servicios pegadas al refrigerador, también tenían la nevera llena, al igual que la alacena, pero Jade cada día estaba más cansada y los deseos lujuriosos de Javier en la noche no ayudaban.

— Vamos amor, si estas tan cansada solo quédate quieta y yo me encargare del resto. — dijo de forma sugerente mientras comenzaba a tocar debajo del pijama de Jade cada parte de su cuerpo.

— Javier, en verdad, estoy muy cansada y no me he estado sintiendo bien. — respondió acompañado de un suspiro que denotaba cansancio.

— ¿Cómo qué no te has sentido bien? — Javier un poco más no salto de la cama y tontamente Jede pensó que estaba preocupado por ella.

— Estoy más cansada de lo normal y no tengo mucho apetito… a decir verdad, tengo un atraso. — Jade mordisqueo sus labio nerviosamente al ver como la cara de su novio cambiaba con cada palabra que ella decía.

— No jodas Jade, si es un broma es pésima.

— Pues no lo es y no me mires así, eres tú quien se la pasa de lujurioso todo el tiempo, más de una vez te he dicho que sin preservativo no lo hagamos y no me escuchas. — Jade estaba frustrada y muy cansada, trabajaba y luego llegaba para ocuparse de la casa al completo, pero además su novio siempre quería sexo, sin importar si ella estaba durmiendo, comiendo u duchándose, nada detenía a Javier, ni siquiera la falta de condones.

— Debes ir a comprar la píldora del día después.

— ¿En verdad? Acaso no prestaste atención en clases, esa píldora solo sirve el día después de allí su nombre, y si tengo un atraso no es de un día. — quería gritarle, pero estaba demasiado cansada para hacerlo, los últimos 5 meses con Javier casi no había tenido cosas buenas en las que centrarse y el lema de su padre cada vez se le hacía más difícil de cumplir, “ve el lado positivo a la vida” pero… ¿Cómo se hace cuando nada bueno te sucede?, se preguntaba casi a diario.

— Tendrás que abortar. — la joven no pensaba ser madre, pero nunca se le había pasado la idea de un aborto y escuchar la forma fría en la que su novio lo dijo, le hizo recordar a su madre, Magnolia.

— Pero no sería justo… es nuestro bebé, fue nuestra culpa…

— ¡Jade! No quiero bebés, ¿lo entiendes? Si estas embarazada será mejor que busques un lugar para abortar.

Su mejor amigo, ese joven del que se había enamorado desde los 15 años, salió de la habitación dejándola sin palabras y llevándose con él las ganas de dormir.

Para cuando llego al restauran al día siguiente, aun con maquillaje su cara denotaba cansancio, lo que le llevo a ganarse una buena reprimenda de su jefe, la joven sabía que había conseguido ese empleo por su bonita cara y esbelto cuerpo, pero era humana, no podía verse perfecta siempre, fue a atender su mesa y su humor cambio, quizás en su vida ya no quedara nada bueno a lo que aferrarse, pero podía vivir de la felicidad ajena, un joven asiático vestido con un hermoso traje le pediría matrimonio a su novia, y Jade no perdió  de vista ningún movimiento, todavía podía soñar, se propuso llevar un registro en su mente de todas las cosas hermosas que viera, tanto en el restaurant como en la cafetería, de esa forma podría soñar una vez más, con algún universo paralelo, donde Isaías la esperara para darle el beso de los buenos días, donde Javier luego de unos años de noviazgo la citaba en aquel lugar y le proponía matrimonio como estaba haciendo el joven asiático, pero en ese momento, su burbuja exploto, la realidad tocaba nuevamente la puerta del mundo de sueños que Jade quería crear.

Observaba atónita como la joven pelirroja, no acepto el carísimo anillo y se marchaba dejando al hombre asiático con el corazón tan roto como el de ella, se mantuvo de pie en el sector de empleados y fue a la mesa cada vez que el joven lo solicito, llevando botella tras botella de Champagne.

— ¿Debería decirle que está bebiendo mucho? — pregunto preocupada a su jefe.

— Estás loca niña, cada botella que bebe vale más de dos mil dólares, tú solo llévale todo lo que quiera.

A Jade no le quedo más que cumplir con su trabajo, aunque cada vez que se acercaba al joven tenía ganas de abrazarlo y decirle que todo estaría bien, que viera el lado positivo de no quedar atrapado en un matrimonio que con el tiempo no funcionaria, pero debía conservar su empleo, más ahora que debería pagar un aborto, ya que estaba casi segura de que estaba embarazada.

— Señor, lamento informarle que debemos cerrar ¿quiere que llame a un taxi o Uber? — bajo ningún punto de vista dejaría que ese hombre se fuera manejando, era lo mínimo que podía hacer para cuidarlo.

— Gracias, pero no lo necesito, solo cobra todo esto. — respondió arrastrando las palabras, le dio una tarjeta negra, tan exclusiva que tenía un diamante incrustada en ella.

Jade cobro lo consumido y el hombre se retiró a paso lento, de pronto la joven vio que el anillo de compromiso aún estaba en la copa, por lo que lo tomo y guardo, sabía que, si quedaba en aquel lugar, su jefe lo daría por perdido, pensó en guardarlo para que cuando el alcohol abandonara el cuerpo del asiático y él fuera a buscarlo, ella se lo daría.

Salió a los pocos minutos y comenzó a caminar como lo hacía cada noche, así se ahorraba unos centavos más, pero también le provocaba un gran temor caminar a esas horas por las calles desiertas, se dedicó a mirar a su alrededor como cada día, hasta que su vista quedo clavada en el puente, alguien estaba sentado del otro lado de la barandilla, parada a mitad de camino se debatía en ir a ver si necesitaba ayuda o si sería alguna treta para asaltarla, luego de unos segundo se acercó, lo suficiente para oír un sollozo, definitivamente necesitaba ayuda.

— Hola. — dijo de forma suave y sorprendiéndose al ver que era el joven asiático.

— Tú eres la mesera. —   respondió mientras la apuntaba con un dedo.

— Así es, ¿se encuentras bien? — era una pregunta estúpida, lo sabía, pero ¿qué otra cosa podía decirle?

— ¿Acaso el restaurant ofrece servicio en la calle? — la diversión que trataba de mostrar se borraba ante los ojos rojos del hombre, tomando un poco de coraje y preguntándose internamente que m****a estaba haciendo, Jade cruzo la barandilla y se sentó a su lado.

— No claro que no, es solo que está sentado en un lugar que no es nada seguro. — respondió al tiempo que su cuerpo temblaba un poco al ver la altura en la que estaban, ¿esto cuenta como deporte extremo? Se pregunto la rubia, recordando que su padre le tenía prohibido hacer tales cosas, sin importar los años que tuviera.

— ¿Y por qué te sientas a mi lado si no es seguro? — casi suelta un grito de miedo, cuando observo al delgado hombre girarse, sin preocuparse si caía o no.

— Porque creo que está solo, dolido y muy alcoholizado, esa combinación no es buena, hace que las personas solo se centren en lo malo. — Loan miro el verde de sus ojos, tenía miedo, cansancio, pero también había preocupación en ellos, preocupación por él que solo era un desconocido para esa mesera.

— La vida no tiene nada bueno para ofrecer, no vale la pena… — Jade no lo dejo terminar de hablar.

— Si vale la pena, solo debe centrarse en las cosas buenas, mi padre decía que debemos ver la vida como un vaso de agua que esta hasta la mitad, y decidir si lo vemos medio lleno o medio vacío. — se obligó a ver al frente, sentía que si se centraba en esos oscuros ojos que poseía el oriental caería, y no precisamente desde el puente.

— Hablas así porque tu vida debe ser color de rosas, en cambio la mía… — ese comentario provoco que Jade se enojara, niño rico, pensó, ya que ese hombre no aparentaba tener más edad que ella, es decir, una persona que recién comenzaba a ser adulto.

— ¿Qué sabes tú de la vida, de lo bueno y lo malo? Mírate, tienes un traje muy costoso, te acabas de beber lo que yo cobrare en un año juntando lo de mis dos empleos, y piensas que tu mundo se desmorona porque tu novia te rechazo. — Jade no pudo evitar el tono sarcástico cuando hablo de la novia del joven, Loan clavo sus ojos marrones casi negros en ella con molestia, ¿acaso no podría ni matarse tranquilo? Se pregunto internamente.

— ¿Qué puede saber una niña como tú de rechazo? — rebatió más que ofuscado.

— Mi madre nunca me quiso. — era un extraño, no tenía por qué mentir o negarse a sacar su dolor, después de todo no lo volvería a ver. — Nunca entendí porque, hasta que la encontré discutiendo con mi padre, ella me quería abortar y mi padre la convenció de que no, resulta que también me enteré de que él no era mi padre biológico. — la tristeza en la voz de Jade le quito el aliento al hombre, y el aire fresco de la noche lo ayudo a que su sobriedad volviera poco a poco.

— ¿Era? — pregunto ya que la rubia quedo en silencio mirando las estrellas, olvidándose que estaban en la orilla de un puente.

— Murió esa noche, en mi brazos, llamándome hija, eso es lo que rescato de esa noche, él me amaba aun no teniendo su sangre, el amor que mi madre no me dio lo recibí de él. Debes verle el lado positivo a todo esto, si tu novia te aceptaba quizás luego te hubiera engañado, o abandonado en el altar. — Loan entendía que ella tenía razón, si Susan hubiera seguido mintiendo todo hubiera sido peor, no solo porque lo pudiera abandonar, que al fin y al cabo lo haría, sino que hubiera descubierto todo del tigre blanco, él hubiera destruido uno de los clanes más grandes y antiguos de Pais X.

— Quizás tengas razón. — dijo mientras la joven le regalaba una sonrisa.

— La tengo, porque me lo dijo mi padre y él nunca se equivocaba, por cierto, esto es tuyo. — dijo al tiempo que sacaba el anillo de su bolsillo.

— Déjatelo, tú propina. — levanto sus hombros como si solo le estuviera dando centavos y no un anillo de más de dos millones de euros, algo que Jade no sabía, pero intuía que valía mucho.

— Créeme que es muy tentador, no es como que recibiera este tipo de propinas cada noche. — respondió ensanchando su sonrisa y dejando un poco embelesado a Loan. — Pero no es lo correcto, más adelante cuando tu corazón sane estoy segura de que querrás hacer un cierre y lo necesitaras. — con toda la confianza del mundo tomo la mano del asiático y le dejo el anillo allí. — Ahora ¿qué te parece si salimos de aquí antes que alguien piense que estamos tan deprimidos como para suicidarnos?  — era la primera vez en la noche que Loan sonreía, ella lo ayudo aponerse en pie y regresaron a un lugar seguro.

— Gracias americana, acabas de salvar mi vida.

— Solo te hice compañía mientras regresabas a tus sentidos, se nota que eres un hombre que sabe tomar buenas decisiones, solo concéntrate en ver el vaso medio lleno y todo estará bien. — y palmeo su hombro como si fueran camaradas de aventuras, aunque para Jade también había sido de ayuda la presencia del hombre, al fin sacaba un poco de lo que su corazón guardaba y que quizás a Javier no le interesaba oír.

— Lo tendré en cuenta y toma. — el hombre dejo una tarjeta negra con una dirección y unas letras Pais Xs en dorado.

— ¿Y esto?

— Ve a la dirección y te darán un trabajo bien pago y decente, se nota que estas cansada.

— Gracias asiático, nos vemos. — dijo guiñándole un ojo y comenzando a caminar.

— Americana. — la llamo a los pocos pasos.

— ¿Qué?

— Tu pantalón, está manchado. — Jade se miró y sus mejillas se pusieron rojas de vergüenza.

— ¿Lo ves? a esto me refiero, el vaso medio lleno. — dijo mientras reía a carcajadas.

— ¿He?

— Puedo centrarme en la vergüenza que siento porque mi periodo se hizo presente ahora en frente de ti o en la alegría que me da que no estoy embarazada. — explico de forma rápida y omitiendo la parte donde su novio la obligaría a abortar si otro fuera el caso.

— Estás loca americana. — respondió riendo una vez más.

— Lo sé, pero sabes algo… soy una loca feliz.

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