AMÉRICALa cabeza me da vueltas, siento la imperiosa necesidad de vomitar, pero al recordar todo lo sucedido, abro los ojos de golpe, tengo frío, un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando me doy cuenta de que estoy en medio del bosque, acostada, pero lo que me pone en alerta es el hecho de que estoy en ropa interior. La luz de la luna es lo único que me ayuda al momento de revisar miserablemente mi cuerpo, para ver si tengo algún golpe o indicios de violación, pero no hay nada, estoy bien, me siento bien, a excepción del hecho de que estoy casi desnuda, con frío, en medio de la nada boscosa. Me abrazo como si eso me fuera a quitar el frío que cala hasta en mis huesos, reviso a mi alrededor si está mi ropa, no hay nada, miro a mi alrededor, tampoco encuentro trampas. Armándome de valor, comienzo a caminar y me adentro a no sé dónde, piso algunas ramitas y siento que las plantas de mis pies se queman. Maldigo a quien sea que me haya metido en este lío, camino no sé por cuánto t
ALENELa vida suele hacerte una persona mierda, cuando te golpea mucho, y conmigo se ensañó, mi hermana no solo se le ha metido al alma de Bryce, el hombre que alguna vez amé, sino, que ahora que he descubierto la verdad sobre lo que intentaba hacer, tuve que tomar medidas drásticas. Me tomó un par de días, darme cuenta de que Bryce mentía, le creí, y eso me enfureció, porque por un momento pensé que estaría de mi lado, hasta que lo descubrí sin que se diera cuenta, que se estaba masturbando y gruñendo el nombre mi hermana. Eso fue el pinchazo que rompió la burbuja en la que me había metido, y ahora esto era consecuencia de su error. —Todo estará bien —me asegura mi padre, tomando asiento a mi lado. No le respondo, un chillido hace que salga de mi ensimismamiento y desciendo la mirada, viendo a la pequeña que descansa en mis brazos. Su cabello caoba claro, con mechones rubios como los de América, y los ojos verde intenso como los de Bryce, llaman mi atención. Es una mezcla de amb
BRYCEAlene me cuelga, veo rojo y me inquieto al escuchar el llanto de mi hija, si le ha hecho daño, juro que se va a arrepentir toda la vida, o lo que le quede de ella. La sala de estar de la casa que compró América, está llena de personal que contraté para rastreo, detectives y de policías. Ella pone atención a lo que dicen y se queda congelada cuando escucha la llamada que sostuve con Alene, el miedo, la desesperación y el vacío, se ven reflejados en sus pupilas, quisiera acercarme y asegurarle que nuestra hija estará bien, que la voy a traer de vuelta, pero alguien tiene que mantener la cabeza fría. —Tenemos localizado el número —dice al fin, uno de los tipos. América se acerca a él, se inclina y veo rojo cuando noto que sus pechos quedan casi a la altura de su rostro, sin que se dé cuenta, debo ser un enfermo y mal padre para pensar en eso cuando lo importante es encontrar a Madeline. Sin embargo, el machismo surge de la nada y me acerco, rodeo su cintura y la atraigo hacia
AMÉRICAEn cuanto nos dicen que estamos en medio de una tormenta, siento que un escalofrío recorre mi espina dorsal, es decir, quiero tener a Madeline cerca de mí, pero esto, al momento de que comienza a moverse, me da un ataque de pánico. —Tengo miedo —le repito a Bryce. Tomando su brazo al tiempo que él me lleva hacia uno de los asientos traseros, donde no estamos a la vista de nadie, no me dice nada, levanto la mirada y observo que la suya está en algún punto fijo de la ventana, giro, con la intención de ver lo que a él le llama la atención, sin embargo, la cierra y me coloca el cinturón de seguridad como si fuera una niña pequeña. —No —le doy un manotazo ligero, con manos temblorosas. Frunce el ceño. —América —dice mi nombre en tono de sentencia. —No lo hagas, no me gusta —balbuceo sin sentido alguno. —Nada va a pasar —me asegura, y quisiera creerle, ya que él se ve tan tranquilo, tan… sereno, como si nada de esto estuviese pasando. —No puedes saberlo —replico.Levanta mi
BRYCEEn cuanto veo a América a punto de caer al suelo, corro en su dirección y logro sostenerla a tiempo, maldiciendo, la llevo hasta la cama, le hablo, trato de que reaccione, pero no me responde. Llamo a uno de los doctores de confianza que tengo en Texas, y espero paciente, le quito las flats, reviso su pulso, tengo la localización de Alene. Gracias a Rupert y a los investigadores, los hackers que contrató ese hijo de puta, fueron un punto clave en esta situación, por lo que le debo una. Observo con detenimiento a mi mujer, porque sea como hayan comenzado las cosas, es mía, mi esposa, la madre de mi hija, y eso es algo que nunca voy a poder borrar de mi mente. Vuelvo a revisar la hora que marca mi reloj de mano, quiero que el aire se colapse, comienzo a tener pensamientos nada buenos con respecto a Alene, si daña lo que es mío, juro que de esta no se salva. Al poco rato llega el doctor, quien pasa y bajo mi escrutinio revisa a América. Le toma un par de muestras de sangre, rev
AMÉRICAPoco a poco me remuevo inquieta, el cuerpo lo siento pesado, como si me hubiera caído un gran peso encima, abro los ojos y lo primero que diviso es el techo blanco, frunzo el ceño, la cabeza me dispara pequeñas punzadas de dolor y como puedo me incorporo. Observo el lugar, es el cuarto de hotel al que llegamos. —Maldición —susurro para mí misma. Recuerdo todo, lo sucedido en el avión, estoy en Texas, miro por todos lados tratando de encontrar a Bryce, no está, hago un nuevo intento por levantarme hasta que veo una nota al lado de la cama, la agarro, desdoblo y comienzo a leer. "América, fui a rescatar a nuestra hija, la traeré de vuelta" «No, no»Mi corazón palpita con desesperación, busco mi móvil, se lo ha llevado, agarro el teléfono del hotel y marco el número de Debby, quien me responde al instante. —América… —Rupert —la interrumpo—. ¿Está Rupert contigo? —Sí, ahora mismo te lo paso —se apresura a decir sin cuestionar o esperar una explicación. —América —dice una
BRYCEVeo la mirada de América y sé que algo anda mal, es fuerte, pero ver a su padre y hermana de nuevo, en esta situación, hace las cosas más difíciles de lo que imaginé, se supone que la policía no debería tardar tanto en llegar, Rupert los mandó, a menos, que el padre de América haya planeado algo para que eso no sucediera. Intento hacer contacto visual con ella, cualquier cosa para que esté tranquila y no entre en pánico, pero sus ojos están clavados en mi herida, una que no ha dejado de sangrar, el cuerpo me duele, la cabeza me estalla, hay ratos en los que quedo inconsciente, necesito un médico, pero más importante, necesito sacar a Madeline y a su madre de aquí. —La verdad —ríe Anelis—. Dejaré que papá maneje las cosas desde este punto, tal vez sea bueno que te enteres de lo que realmente sucedió. —¿Qué quieres decir? —pregunta ella, mirando de hito en hito a los dos. Su padre; Oliver Sullivan, le indica con la pistola que retroceda a tal punto de pararse frente a mí. —M
AMÉRICADecisiones, toda mi vida las he tomado a la fuerza, desde que tuve sentido de conciencia, Alene era la que las tomaba al principio por mí, ahora entiendo que es ella quien me empujaba a hacerlo, nadie más, y ahora estoy aquí, viendo mi firma al lado de la de Bryce, los documentos del divorcio están concluidos, oficialmente estamos divorciados. Es lo mejor, si de este modo puedo mantenerlos lejos de lo que me importa, lo haré. No importa qué, respiro hondo, volteo para enfrentar la cruda mirada de Bryce, y no me equivoco, una cosa es segura; él me odia. —Bien hecho, hija —dice mi padre. No le perdono la mentira, y aún me cuesta trabajo procesar sus palabras, en especial cuando todo el tiempo nos hizo odiar a Bryce y a su padre, cuando él mismo fue quien provocó la muerte de mamá. —Para que veas cuan bondadosa soy, les daremos tiempo para despedirse para siempre —mi hermana me lanza una mortífera mirada—. No tardes, América, hay cosas que hacer. Trago grueso, nada más teme