Pov LeinaSoy arrastrada justo a la mansión principal; una sonrisa de triunfo se dibuja en mi rostro al saber que gané mi objetivo el primer día de estar aquí.La mujer va al frente, los tacones de sus botines pisando duro sobre el mármol pulido, el cabello todo desordenado y parte de su vestido roto.Pobre, debe ser muy caro, pero a mí me da igual. Ella se viste con glamour y las chicas de allá afuera, con vestidos todos rotos y sucios.Llega hasta una puerta doble de roble grueso, empujándola con fuerza; más atrás voy yo, siendo arrastrada como una muñeca de trapo.Me lanzan frente a un escritorio con intrincados detalles de oro. La madera pulida y brillante grita lujos por todos lados. No es para menos, eso es todo lo que he visto desde que fui arrastrada hasta aquí.—Madame Gazel, ¿qué significa esto?— pregunta una voz áspera, con un toque de indiferencia.—Esa mocosa casi me mata —grita histérica, moviéndose de un lado a otro—. Solo quería revisar a las niñas que tenía a su lado
Pov LeinaAbrí más la puerta y entré, cuidando cada paso que daba.Estiré la cabeza hacia la puerta abierta, mirando las dos siluetas que se movían en el sillón.La madancita, bien concentrada, montaba a ese despreciable Alfa, ambos dejando escapar gemidos bastante fuertes.Sin perder más el tiempo, corrí hasta el escritorio, abriendo cajón tras cajón, buscando algo útil. Todos, papeles sin de importancia, al menos para mí.Maldije al ver que el último cajón estaba cerrado con llave, pero ya esos trucos me los conocía por mi tío.Pasé la yema de los dedos por la orilla de abajo y, bingo, ahí estaba la llave. La agarré y abrí el cajón, donde solo había cuatro sobres.Los tomé para abrirlos y fue cuando hasta el aire de los pulmones se me congeló, al escuchar los pasos y las risitas venir hacia mí.Hice lo más inteligente que se me ocurrió en ese momento: meterme debajo del escritorio.—Aquí, ven, sobre el escritorio.Escuché el golpeteo, las cosas siendo removidas sobre mí, los gemidos
Pov Bastian Miraba de lejos las fuertes y altas murallas que rodeaban la sede. La puerta de hierro estaba fortificada; un mecanismo avanzado la protegía de ser forzada. Se podría decir que era casi impenetrable. Casi. Dentro de esta se alzan varios edificios y, en el centro, se logra ver una gran mansión. «Ella debe saber que no será fácil salir. Estoy seguro de que en sus planes están los túneles de salida. Hay que verificarlos, Bastian.» Enlacé a Ailen para que enviara hombres a verificar los alrededores de las salidas. Debo despejar el camino para ella. —No lo lograrás, jamás podrás con… hmm… mmm… Miré al hombre con desprecio, que trataba de gritar al sentir la mordaza húmeda entrar en su boca. El acónito le tenía la piel abierta; sus encías sangraban, pero estoy seguro de que sobrevivirá. —¿Estás bien con esto?— le pregunté a Bell, que solo miraba a su padre con odio. Admiraba su lealtad, sobre todo a ella, a mi hermosa reina quien la rescató aquel día. —No puedo estar me
Pov Leina —Debo admitirlo, son buenas, muy buenas para engañar. Jamás pensé que un puñado de Omegas fuera capaz de esto, y solo por eso las felicito. Apreté los puños a los costados, aún contando en mi mente el tiempo en que la chispa llegaría a la pólvora. —Ahora, entreguen a la que ideó todo este plan y prometo que no serán castigadas. Todas bajaron la cabeza sin decir nada, pero vi determinación y seguridad. Ellas estaban dispuestas a luchar esta vez. —Yo lo hice—miré en dirección a Marion, que se acercó al frente con la cabeza en alto. —No, yo lo hice—otra chica también dio un paso al frente y luego otra, tras otra. Miré al hombre arriba, que solo apretaba su mandíbula, lleno de frustración. —¡TRAIGANLAS! Frente a él fueron lanzadas las dos pequeñas que cuidé todos estos días. Las demás fueron lanzadas desde lo alto, siendo atajadas por sus compañeras abajo, que igualmente cayeron sin soportar su peso. No hemos comido nada desde ayer; solo nos dan pan con agua un día y a
Pov Narrador Las mujeres que ahora quedaban solo miraban cómo Leina se elevaba sobre ellas; se cubrían con los brazos tratando de frenar el fuerte viento que parecía frenar el calor del fuego.Su cabello se había vuelto totalmente blanco, moviéndose con una suavidad que no contrastaba con la brisa torrencial.Las demás solo se arrodillaron a su alrededor, mientras las detonaciones se acercaban cada vez más a ella.En los túneles se sentía el temblor de las explosiones; los hombres de Bastian dudaban de seguir adentro, pero no él.Sus pasos seguían siendo firmes y seguros, la mirada fija al frente, el calor envolviendo las paredes de hierro de aquel túnel que se iba convirtiendo en un infierno con las llamas arriba.Toda su piel se enrojecía; él sentía el calor, pero no le importaba; necesitaba llegar a ella a toda costa.Sobre ellos, algo más ocurría: símbolos con runas comenzaron a aparecer entre la brisa que ahora las cubría como una protección impenetrable.Las llamas altas a su a
Pov Leina Hmm… me removí en mis sueños alternados con la realidad, una oleada de calor y excitación recorriéndome. Algo húmedo asaltaba mi clítoris, mis paredes vaginales contrayéndose con la deliciosa sensación. Abrí más mis piernas para disfrutar de este sueño placentero hasta que terminara. Bajé las manos, tomando el cabello húmedo de mi hombre, empujando más su boca hacia mi feminidad. —Bastian…— susurré en medio del líbido que me consumía por completo; mi cuerpo ardía de deseo. Mi doloroso centro palpitaba ansioso por ser penetrado. Hmms… sí… justo ahí. Gemía en mi mente, empujando más su cabeza entre mis piernas. Los dedos de mis pies se apretaban contra las sábanas cada vez que su lengua me penetraba. Sus manos se aferraban con fuerza a mis caderas, la respiración agitada y caliente cayendo sobre mi clítoris húmedo e hinchado. Sus suaves gruñidos hacían vibrar mi cuerpo entero, prendiéndome más. Este es el sueño más húmedo que jamás he tenido, uno que me hace sentir m
Pov Leina Maldito Bastian, me dan ganas de… todo esto es su miserable culpa, de eso estoy segura. Si él no hubiese llegado a mi vida, no estuviera sufriendo justo ahora. Camino de un lado a otro con desespero, esperando que esa mujer termine de ver mi sangre que mezcló en su estúpido cuenco con hierbas. Ella solo carga una sonrisa burlona en su cara y, si no fuera la sacerdotisa, ya se la hubiese borrado a golpes. —¿Y bien?— pregunto, toda tensa. Mis pezones están tan duros que duelen contra la tela del vestido y ni hablar del constante roce en mi feminidad. Esto desespera al punto que quiero llorar. Tomo mi cabello y lo jalo de la frustración. Necesito encontrar a Bastian para que me saque de esta agonía. —Es interesante, pero no me sorprende; después de todo, Bastian no es un Alfa común. Es natural que hayas entrado en celo después de la marca, aunque… Ella se queda en silencio, mirando esta vez con seriedad el humo que desprende el cuenco. —¿Es algo malo?— pregunto, algo
Pov Bastian Esta mujer es una manipuladora atrevidamente hermosa. Parece que ya sabe todo el maldito control que tiene sobre mí y lo usa todo a su favor. Quisiera tocarla, tomar esos pechos que se mueven de forma sensual justo en mi cara, pero la muy condenada me dijo que si la llegaba a tocar solo con un dedo, no me dejaría acercarme a ella por mucho tiempo. Gruño frustrado, pero al mismo tiempo extasiado de ver a mi hembra restregarse sobre mí, buscando ese punto que la lleve a la pura gloria. «Te aseguro que a nosotros nos dejará con las ganas; les gusta torturarnos». «Creo que más bien depende de la respuesta si nos deja con las ganas o no». Aprieto con fuerza el borde de la tina y estoy casi seguro de que mis nudillos están blancos por tanta presión. Sus labios están entreabiertos, dejando salir varios gemidos que me tienen al límite, sus ojos cerrados disfrutando de la sensación del roce de nuestros genitales. El calor sigue aumentando en la habitación de baño; el vapor