58 El destino de las Omegas

Pov Leina

El traqueteo de las ruedas me tenía cansada. Todo estaba a oscuras, el aire ya comenzaba a faltarnos, me estaba ahogando y lo peor era que no podía hacer nada.

Ya estaba recuperando el movimiento; aún sentía mis extremidades algo dormidas.

Un salto brusco de la carreta nos detuvo. Escuché los pasos de los hombres y los murmullos.

Nos pusimos en alerta al escuchar que abrían la caja. Cuando lo hicieron, casi todas nos abalanzamos para salir y tomar aire.

—Parece que a las señoritas les faltaba el aire, no aguantan nada.

—Son Omegas, Bran. Esas perras no aguantan una mierd4.

Los hombres se reían mientras sacaban algo para fumar. Son unas escorias; debe ser que ellos no salieron de una mujer y seguramente de una Omega.

—Toma a alguna de esas mujeres y también trae una para mí. Nos quedaremos aquí y ustedes pueden salir a hacer sus cosas, pero si se escapan…

Bajamos de la caja una por una; dos de ellas me ayudaron a bajar. Vi al hombre alejarse con dos mujeres; por suerte, no to
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