Pov Leina Nos encontramos ahora en la oficina del Alfa. Bastian anda molesto y todos lo pueden ver, pero a mí me vale; no me iba a quedar en la cama cuando ya me sentía bien. —Mire aquí, mi señor; esta es la ruta que nos mandó nuestro informante. Ava gruñó en mi mente al escuchar a la mujer decir "mi señor", cuando claramente es mío y no de ella. Solo miraba cómo coqueteaba con mi hombre frente a mis narices, inclinándose sobre la mesa, que de por sí es pequeña, solo para mostrar un punto en el mapa que ya estaba marcado con un gran punto rojo. Sus pechos, más grandes que los míos, casi se salen de ese escote; rebotan con cada movimiento y busca cualquier oportunidad para rozar sus manos en él. Ava estaba furiosa; su pelaje brillaba con mucha intensidad y no dejaba de mostrar sus colmillos mirando a aquella mujer trepadora. Solo se aprovecha porque su maldito compañero no está aquí. Vi de reojo que los guerreros a mi lado se iban apartando con la cabeza baja. Estaba dejando sa
Pov Leina Miraba de forma impaciente la puerta, esperando a que se abriera y él entrara. Había pasado solo una hora, pero algo en mi pecho se agitaba de una forma que no me gustaba. Miraba las sombras en las esquinas donde no llegaba la luz del día, que ya daba los últimos rayos de sol. Me levanté de la cama inquieta, caminando de un lado a otro. Podía sentir a sus guerreros afuera y por los alrededores. —Tranquila, Leina, todo está bien— me dije a mí misma. —No lo creo— mis vellos se erizaron al escuchar la voz tan cerca. Saqué mis garras, listas para defenderme, pero en el momento en que me volteé, una aguja se clavó en mi cuello. El líquido entró en mi sistema y vi cómo Ava se desvanecía en mi mente. Una densa niebla oscura la engulló y sentí mi fuerza y poder abandonarme junto con ella. —¿Qué… qué me hiciste?— miré fijamente a la mujer que aún sostenía la jeringa de metal en sus manos; una gota escurrió de la punta, un líquido blanco y espeso. Me tambaleé hacia atrás; alg
Pov NarradorLa mujer se daba un baño de burbujas muy relajada, con una sonrisa de satisfacción por haberse deshecho de un estorbo.Cuando la vio llegar en los brazos de "su Rey", comenzó a maquinar cómo sacarla del camino y, pues… qué mejor oportunidad que enviando al Rey Bastian a algún lugar con su pareja, lejos de sus planesCon un suspiro, cerró los ojos sintiendo que todo iba viento en popa, sin darse cuenta de que, por la ventana de su bañera, una figura de casi tres metros de altura se acercaba a lo lejos.Tan inmersa estaba en cómo planear ahora un encuentro con el Rey que no escuchó el enlace mental de sus secuaces.Un fuerte rugido la hizo abrir los ojos de golpe, mirando cómo el cristal de la ventana se agrietaba.—¿Pero qué pasa?— envolvió una toalla en su cuerpo, bajando para saber qué era lo que sucedía.Vio que uno de sus hombres de confianza se acercaba apresurado; jamás lo había visto tan asustado en su vida.—Luna, la manada está bajo ataque, no sabemos quiénes son,
Pov LeinaEl traqueteo de las ruedas me tenía cansada. Todo estaba a oscuras, el aire ya comenzaba a faltarnos, me estaba ahogando y lo peor era que no podía hacer nada.Ya estaba recuperando el movimiento; aún sentía mis extremidades algo dormidas.Un salto brusco de la carreta nos detuvo. Escuché los pasos de los hombres y los murmullos.Nos pusimos en alerta al escuchar que abrían la caja. Cuando lo hicieron, casi todas nos abalanzamos para salir y tomar aire.—Parece que a las señoritas les faltaba el aire, no aguantan nada.—Son Omegas, Bran. Esas perras no aguantan una mierd4.Los hombres se reían mientras sacaban algo para fumar. Son unas escorias; debe ser que ellos no salieron de una mujer y seguramente de una Omega.—Toma a alguna de esas mujeres y también trae una para mí. Nos quedaremos aquí y ustedes pueden salir a hacer sus cosas, pero si se escapan…Bajamos de la caja una por una; dos de ellas me ayudaron a bajar. Vi al hombre alejarse con dos mujeres; por suerte, no to
Pov Bastian Miro el sol que sale por las montañas; no he dormido nada, ni siquiera me he sentado un minuto para descansar. Ahora entiendo por qué a ella no le gustaba esta manada; teníamos el mismo presentimiento. —Bastian, encontramos algo más; es mejor que vengas. Sigo a mi beta hasta el sótano, donde abre una puerta bien escondida. Al entrar, observo a al menos dos docenas de mujeres, todas con grilletes en sus manos, pies y cuello. Sus cuerpos son tan delgados que sus vestidos rotos y sucios apenas se sostienen sobre ellos. —Las tenían aquí para eso— señala las mesas con diferentes tipos de químicos y tubos de ensayo. —Una de ellas explicó que la Luna compraba las drogas en grandes cantidades para luego ser empaquetadas en pequeñas partes y distribuidas a varias manadas. Y no solo drogas, Bastian, también acónito. Me masajeo las sienes de tanto pensar. Esto se ha salido de control cada vez más; no sé qué es lo que pretende Guillermo, pero no es nada bueno. —Parece que la
Pov LeinaSoy arrastrada justo a la mansión principal; una sonrisa de triunfo se dibuja en mi rostro al saber que gané mi objetivo el primer día de estar aquí.La mujer va al frente, los tacones de sus botines pisando duro sobre el mármol pulido, el cabello todo desordenado y parte de su vestido roto.Pobre, debe ser muy caro, pero a mí me da igual. Ella se viste con glamour y las chicas de allá afuera, con vestidos todos rotos y sucios.Llega hasta una puerta doble de roble grueso, empujándola con fuerza; más atrás voy yo, siendo arrastrada como una muñeca de trapo.Me lanzan frente a un escritorio con intrincados detalles de oro. La madera pulida y brillante grita lujos por todos lados. No es para menos, eso es todo lo que he visto desde que fui arrastrada hasta aquí.—Madame Gazel, ¿qué significa esto?— pregunta una voz áspera, con un toque de indiferencia.—Esa mocosa casi me mata —grita histérica, moviéndose de un lado a otro—. Solo quería revisar a las niñas que tenía a su lado
Pov LeinaAbrí más la puerta y entré, cuidando cada paso que daba.Estiré la cabeza hacia la puerta abierta, mirando las dos siluetas que se movían en el sillón.La madancita, bien concentrada, montaba a ese despreciable Alfa, ambos dejando escapar gemidos bastante fuertes.Sin perder más el tiempo, corrí hasta el escritorio, abriendo cajón tras cajón, buscando algo útil. Todos, papeles sin de importancia, al menos para mí.Maldije al ver que el último cajón estaba cerrado con llave, pero ya esos trucos me los conocía por mi tío.Pasé la yema de los dedos por la orilla de abajo y, bingo, ahí estaba la llave. La agarré y abrí el cajón, donde solo había cuatro sobres.Los tomé para abrirlos y fue cuando hasta el aire de los pulmones se me congeló, al escuchar los pasos y las risitas venir hacia mí.Hice lo más inteligente que se me ocurrió en ese momento: meterme debajo del escritorio.—Aquí, ven, sobre el escritorio.Escuché el golpeteo, las cosas siendo removidas sobre mí, los gemidos
Pov Bastian Miraba de lejos las fuertes y altas murallas que rodeaban la sede. La puerta de hierro estaba fortificada; un mecanismo avanzado la protegía de ser forzada. Se podría decir que era casi impenetrable. Casi. Dentro de esta se alzan varios edificios y, en el centro, se logra ver una gran mansión. «Ella debe saber que no será fácil salir. Estoy seguro de que en sus planes están los túneles de salida. Hay que verificarlos, Bastian.» Enlacé a Ailen para que enviara hombres a verificar los alrededores de las salidas. Debo despejar el camino para ella. —No lo lograrás, jamás podrás con… hmm… mmm… Miré al hombre con desprecio, que trataba de gritar al sentir la mordaza húmeda entrar en su boca. El acónito le tenía la piel abierta; sus encías sangraban, pero estoy seguro de que sobrevivirá. —¿Estás bien con esto?— le pregunté a Bell, que solo miraba a su padre con odio. Admiraba su lealtad, sobre todo a ella, a mi hermosa reina quien la rescató aquel día. —No puedo estar me