Pov Leina Dejé a Ethan sentado a una distancia prudente, comiendo algunas frutas. Xantea y yo lo vemos de lejos, dentro de la seguridad de esta casa; ninguna quiere salir de aquí. —Leina, yo… prometo que Bastian… —Lo sé, no debes darme explicaciones sobre eso. No es que no me importe, solo creo que no es necesario rebuscar nada en el pasado. Ella se quedó aturdida, como si no esperara que dijera eso. —¿Cómo llegaste aquí? Tengo entendido que la sacerdotisa fue quien te trajo— Pregunté. —Así es— respiró profundo antes de continuar. —Escapé de mi hogar después de que mi padre, mi propio padre, me quitara todo lo que amaba… —Tenía un compañero; no era un noble ni nada de eso, era un campesino. En contra de todo, nos unimos y, fruto de eso, nacieron mis dos pequeños. Se quitó el collar, mostrándome una pintura guardada en este: dos niños hermosos de cabellos azules de unos siete años. —Era tan feliz, Leina, hasta que la desgracia tocó a mi puerta. Mi padre me encontró,
Pov Narrador La oscuridad ha llegado, la tormenta ha tocado y besado la tierra, contaminándola con un poder destructivo. Las bestias rugen en su interior; miles y miles de ojos brillan, mirando atentos el objetivo al frente. La brisa azota con fuerza a dos ejércitos unidos por una guerra que compromete a todas las razas. Los estandartes de batalla se alzan sobre ellos, siendo ondeados por la fuerte brisa. Los escorpiones permanecen vigilantes, sus jinetes vestidos con armaduras negras; las correas en sus manos suenan al ser apretadas y retorcidas como una forma de calmar sus tensos cuerpos. Frente a ellos, su líder, Kian, con una armadura dorada que brilla a la distancia. Por la ranura del casco brillan sus ojos con detalles dorados; el aguijón de su escorpión palpita con fuerza, haciendo un movimiento sutil que solo los suyos entienden. "Fuerza y poder, aunque caigan" A la par de ellos, los lobos, la mayoría en su forma lupina, mientras que otros prefirieron mantenerse en pie
Pov Narrador La lucha embravecida aún se libraba sobre las amplias tierras del campo de batalla. Lobos y escorpiones se mezclaban con criaturas que los superaban en tamaño. Las bajas hasta ahora eran mínimas, pero ¿por cuánto más? Una de las estatuas había perdido un brazo matando a una de las serpientes; sin embargo, aún luchaba con el que tenía libre, barriendo con su espada una parte del ejército enemigo para contrarrestar. Un Lycan enardecido cortaba y mutilaba extremidades, abriendo a sus enemigos en dos con las garras. A su lado, su compañera peleaba con destreza, blandiendo las espadas ante los enemigos que se le acercaban. Su armadura estaba llena de sangre verde, sus nudillos rojos a carne viva. Las palmas de sus manos ardían de tanto golpear con su espada. «Nena, ¿estás bien?» «Sí, amor, solo algo cansada, pero bien. Aún faltan muchos por acabar; lo lograremos». Ella le sonrió a Thorin, que bajó hasta su cabeza, dejando el eco de un beso en ella. Dentro de la bruma n
Pov Bastian ¿Dónde estaba? ¿Qué es este lugar? Me encuentro en un valle lleno de flores; las pequeñas plantas bajo mis pies descalzos se sienten como algodón. Parecía estar en una especie de sueño; el cielo sobre mi cabeza es una estela de constelaciones impresionantes. No recuerdo cómo llegué aquí; siento que me falta algo importante y no logro recordar. Un nombre rebota en mi mente una y otra vez: ¿esa tal Leina es importante para mí? ¡Sí, sí lo es! Recuerdos llegan uno a uno de ella hasta que recuerdo la batalla, el portal; ¡él la tiene! Corrí por aquel valle tratando de llegar a algún lado, salir de este lugar extraño para recuperar a mi hembra. Podía sentir la desesperación correr por cada partícula de mi cuerpo; el miedo golpeándome con fuerza. Esa explosión me dejó fuera, ¿acaso estoy muerto? Corrí con toda la velocidad que pude hasta llegar a una colina elevada. Del otro lado, el gran templo de la Diosa se alza, blanco y puro como el de aquellas tierras.
Pov Bastian Me quedé en silencio, esperando a que ella continuara. Sé que esto no me va a gustar. —No, no te va a gustar. Pienso crear un vínculo entre Ethan y una descendiente de los dragones… Bufé al escucharla, riéndome en su cara por semejante estupidez. —No, me niego a que mi hijo se mezcle con ellos; son unos malnacidos traidores. No merecen nada de nosotros. Me niego, rotundamente me niego a esa unión. Eso no puede pasar jamás. Van a destruirnos y ella lo sabe. —No puedes crear un vínculo con una raza en donde tú no mandas; jamás se dará. —La emperatriz está embarazada. En unos meses dará a luz a la siguiente heredera al trono. Puedo crear el vínculo por una razón, Bastian… Se acerca hasta mí, tomando mi barbilla. —Ambas son híbridas; la emperatriz tiene una loba en su interior, al igual que la pequeña que viene en camino. El emperador no lo sabe, pero si lo llegara a saber… —Ese no es nuestro problema. —Lo es. Creerá que fue engañado con magia, que su víncul
Pov Narrador Una guerra que apenas comenzaba ya había dejado a miles de muertos a su paso. En el extenso campo de batalla, muchos lloran a sus muertos, mientras otros los van levantando para darles una despedida adecuada. Carreta tras carreta entra y sale de aquella tierra cubierta por la sangre de guerreros que lo dieron todo hasta el final. Sus familiares, detrás, con flores blancas en sus manos, acompañándolos en su última caminata hasta el lugar de su descanso. En lo alto del castillo de los Lycan, los pasillos se mantienen desolados; los lamentos rebotan entre las paredes llenas de recuerdos. Todos los colores que hacían brillar el imponente castillo se volvieron grises; la temperatura misma bajó, dejando un frío helado a su paso. Las piedras lunares que rodean la manada pierden su poder; su brillo casi se apaga, así como la vida del último Lycan que yace tendido en una cama. La sacerdotisa infunde toda la magia posible en su cuerpo para tenerlo atado a este mundo. Cuando s
Pov Narrador Dos ejercicios cubren una extensión importante de los límites del bosque siniestro. Sus árboles marchitos y retorcidos dan una sensación escalofriante. La misma tierra parece haber muerto, pues todo lo que hay en ella son raíces retorcidas y pequeños insectos que se adaptaron a este ambiente desolador y rústico. Las nubes oscuras se arremolinan en lo alto de una montaña, cubriendo con la niebla un castillo oscuro donde su señor aguarda. Isa se detiene en los límites, mirando con dolor y miedo aquel lugar que alguna vez fue hermoso. —Aguarden aquí, debo romper el sello para que puedan ingresar, pero deben saber que una vez que lo quite, Amre lo sabrá. —Estamos listos. Isa extendió sus manos, creando círculos frente a ella. Los anillos giran en su interior como engranajes tratando de encajar en un reloj. Símbolos se desprenden, llegando a la barrera que los separa de las tierras de Amre. Una vez que la tocan, se queman, abriendo una brecha que se va consumiendo como
Pov Narrador Habían pasado milenios desde que Isa había recorrido aquellos jardines que hoy no eran nada comparados con lo que recordaba. Los ladrillos grises de los muros tienen enredaderas secas y marchitas que se tejen como una red de telarañas, extendiéndose por las estatuas rotas y el suelo de piedra. Camina hasta la entrada del castillo lujubre; las torres que se alzan casi hasta el cielo están cubiertas con nubes espesas a punto de dejar caer la lluvia. Su presencia brilla e ilumina aquel lugar, alejando las oscuras sombras que acechan en las esquinas y los altos techos cónicos. Sube las escaleras hasta llegar a un puente colgante que la lleva a la torre principal, donde está la alcoba de Amre. Sus ojos se van llenando de tristeza; los hermosos recuerdos con su amado pasean en su mente antes de que la codicia lo cegara. Empujó las puertas dobles de hierro y allí, sobre la cama, estaba Leina. Su piel pálida le daba un aspecto enfermizo, con marcas de mordeduras e