Pov EthanNada en todo este panorama pinta bien. Ver familias enteras cruzar nuestras fronteras en busca de refugio es algo que jamás creímos ver.Los guerreros se mantienen alerta, cubriendo toda la zona y ayudando a los recién llegados a acomodarse por separado.Muchas mujeres cargan a sus cachorros con un pequeño morral a sus espaldas, trayendo lo único que tienen.Los lobos y lobas con parejas de otras razas deben permanecer separados del resto. Sonará racista, tal vez, pero ya nos hemos llevado muchas sorpresas desde que todo esto comenzó.—Lleven a las mujeres y a los niños a la manada más cercana para que coman y luego los llevan a los refugios. Los demás tendrán que pasar por la supervisión con Rocco y su padre.—Sí, Reina.Mi madre se acerca con cara de fastidio; ya está más que harta de todo el protocolo de títulos.—Madre, debiste quedarte en la manada. Yo puedo encargarme de esto.—Lo sé, pero tener a tu padre todo el tiempo encima me desespera —observa al grupo de persona
Pov Keira Lo odiaba, odiaba ser la débil que solo se apilaba en un rincón como todas las demás, mientras escuchábamos los gritos y los lamentos de las mujeres que eran violadas por los guardias. Me abrazaba a mí misma, llorando sin saber qué más hacer. Me habían encerrado aquí después de que me llevaron a una casa donde una mujer metió sus dedos dentro de mí para saber si era virgen o cuántos hombres me habían utilizado. Me colocaron un collar con cadenas que bajan por mi espalda hasta mis extremidades, una forma cruel de controlar nuestros movimientos. Alba está tan asustada que se ha mantenido al fondo de la mente, sin querer salir. Dejo que las lágrimas caigan, mojando mi vestido rasgado, poniendo mis esperanzas en todo y nada a la vez. Alzo la mirada para ver a las otras mujeres abrazadas entre ellas, algunas durmiendo sobre la madera fría y otras simplemente como yo, apiladas en una esquina para no ser notadas. Se supone que yo sería una emperatriz, una líder que protegerí
Pov Keira Podía ver el miedo y la incertidumbre de muchas en sus rostros. Esto es, por mucho, el movimiento más arriesgado que podamos hacer. Nos movimos sigilosas hasta las carretas; una ventaja de que esos malditos malnacidos nos creyeran débiles es que dejan todo sin vigilancia y se largan a roncar. Todas se apresuraron lo mejor que pudieron sin hacer sonar tanto sus cadenas para montarse sobre las carretas. Las que sabían cómo dirigir un caballo se colocaron al frente. Yo y otras más estábamos atentas, con palos en nuestras manos, por si alguno de los hombres se les ocurría salir. Cuando todas subieron, corrimos una a una hasta que yo fui la última. Me subí sobre la carreta, mirando con miedo las pequeñas casas que se iban alejando a la distancia. Todas teníamos el corazón en la boca y la incertidumbre de qué pasará ahora. Podía sentir eso que seguramente las frenaba a ellas de intentar escapar, ese miedo tan aterrador que era capaz de congelarte en un solo lugar. —Lo lo
Pov Keira Tomé a la joven por los hombros porque necesito que me escuche y vea cuán serio es esto. —Necesito que me ayudes. Yo puedo sacarlos de allí, pero tiene que ser rápido, antes de que todos noten algo. Ella asintió, aun sin comprender. Me acerqué a las llamas, los niños adentro llorando, mirándome con un brillo de esperanza. Respiré hondo, tomando el collar en mis manos. Esta es la única forma. Lo arranqué, dejando que aquel poder sellado dentro de mí se expanda una vez más. Me adentré en las llamas, abriendo un camino para ellos. La joven, que aún no sé su nombre, apretaba sus manos, esperando ansiosa. —Vamos, niños, corran ahora. Esta es la única ventaja. Vamos. Dudaron, lo pude ver, pero no quedaba de otra. Corrieron todos hacia la pequeña salida que había abierto. Cuando salió el último, corrimos buscando una salida entre los escombros que caían por el fuego. Todo, absolutamente todo, estaba en llamas. ¿Cómo pasó esto? No lo sé, pero sospecho que alguien lo provocó
Pov Kian Esto era un maldito desastre que nos tenía a todos de cabeza, y gracias a ese desastre me encontraba aquí, en el Reino de los Lobos una vez más. Ojalá no tenga que verle la cara a ese lobo deformado. —Kian, si el Rey Bastian nota tus intenciones asesinas, lo va a tomar mal. Fruncí el ceño, mirando a mi mano derecha sin comprender de qué demonios habla. Lo vi señalar el tatuaje de mi brazo, lo que hizo que me detuviera. Giré para ver a mi escorpión con su aguijón igualmente brillando. ¿En qué momento dejé de controlar mis instintos? —Bueno, tal vez hoy decida besar la mano de su Reina para ver cuán fácil pierde el control— me burlé; era muy divertido provocar al pulgoso. —No te recomiendo que hagas eso; la última vez te dejó varios huesos rotos. —Solo me ganó porque se lo permití. Subí las escaleras donde Deiros nos recibió para llevarnos a la sala del trono; esta reunión es importante. Una vez que entré, pude ver a toda la familia real en sus lugares. Delante, Leina
Pov Keira Desperté con un dolor que desgarra casi todo mi cuerpo. Estaba acostada sobre algo suave; podría decir que lo más cómodo donde he dormido desde que salí de mi hogar. Me levanté a pesar de las protestas de mis piernas y fue cuando me di cuenta de que tenía puesto un vestido diferente. El pánico total me invadió y, por instinto, me llevé la mano a mi zona íntima buscando algún rastro de sangre o dolor; sin embargo, no había nada. —Estás despierta, eso es bueno—. Me sobresalté al escuchar la voz de una mujer en la entrada. Tiene un aspecto humilde, con ropas de servidumbre; su cabello rubio está cubierto en gran parte por un gorro de cocina. —Esta es mi habitación. Mi esposo y yo te encontramos en el bosque. ¿Eres una sobreviviente de la pequeña provincia, verdad? —Sí, sí… por supuesto— respondí distraídamente mientras recordaba todo lo de anoche. —¿En dónde estoy?— pregunté para aliviar la tensión. Ahora, este lugar parece mejor que una carreta fría o el suelo de tierra.
Pov Keira Las puertas se abrieron y… no estaba segura; aun así, me asomé, sacando un poco la cabeza de mi escondite para conocer al dueño de ese olor, y pronto lo vi. Cabello negro y ojos grises con un tono azul, alto, fornido, bastante guapo, de hecho. Sus fuertes brazos se ven a través de la tela mientras camina con total seguridad hacia el frente. Alba estaba más que tonta mirando a su perfecto compañero hasta que vio cómo él toma de la cintura a la mujer que va a su lado. Ahora miraba solo su espalda y la de todos los que vinieron con él. No estaba segura de cómo funcionaba esto del vínculo, pero… si no puede olernos, ¿al menos puede sentirnos? «Él tiene una compañera, Keira, ya él tiene a alguien más. Yo… no quiero esto», se alejó al fondo de mi mente, quedándose allí aullando de dolor. Yo, por otro lado, no podía quedarme pegada en el mismo lugar. —Sirvan el vino, por favor. Tomé la jarra con fuerza, tratando de calmarme; tenía que hacer esto. Me acerqué a las copas que
Pov Keira —¡DRAGÓN! Alertó uno de los guardias antes de que el cielo se iluminara en tonos naranjas y algo se estrellara en algún lugar con fuerza. Las personas comenzaron a correr de un lado a otro buscando refugio, pero ¿a dónde? Ya no había a dónde correr. Una sombra pasó por encima de mí; alcé la mirada vislumbrando al enorme dragón de escamas cobrizas, y el terror me sacudió hasta la médula. Me levanté para buscar refugio en algún lugar donde él no pudiera verme. Me apoyé en el pilar, tratando de calmar mi respiración y el temblor que me hacía querer ceder. Conocía a ese dragón mejor que nadie; era un cazador, el más mortal de todos, y mi padre lo ha enviado por mí. Pero no estaba solo él; otro dragón lo acompañaba. Es más pequeño, aunque eso no quita que esté destruyendo todo el maldito Reino. Tomé la piedra de mi cuello, apretándola con fuerza. Me asomé solo un poco al cielo, mirando volar a los dos dragones que buscan mi presencia. Tenía que hacer algo, pero ¿qué? Dej