Pov Narrador Una parte del puente fue despedazada por los cuerpos gigantes que se pelean a muerte. Keira debe correr todo lo que puede para evitar caer a medida que el puente se va despedazando. Ethan corre ayudando a los heridos mientras su madre se queda atrás asegurándose de que todos estén bien, pero estar allí, expuesta, solo la está llevando a estar en la mira de un enemigo potencial. A lo lejos, el jinete mira a la mujer que tiene el poder de una Diosa; él ya no es un hombre común, fue "bendecido con el poder de las sombras", modificado directamente por aquel Rey siniestro al que todos temen. En su camino, también ve a la princesa a la que su padre envió a buscar, pero… ella solo está estorbando entre él y uno de sus objetivos. Con un movimiento en las manos que aprietan fuerte las riendas que guían a su dragón, se lanza de frente hacia ellos. Leina gira al sentir el peligro, mirando las fauces ya abiertas del dragón que emite un tono naranja en el fondo de su garganta.
Pov Narrador Keira se levantó, quedando de pie y retorciendo más los lazos en sus manos. Se encontraba entre el borde de la tormenta y el cielo despejado, con el sol brillando a sus espaldas e iluminando las nubes. Su mirada mostraba fuerza, una totalmente diferente a la que había mostrado en los últimos días. ¿Qué la motivaba ahora? No lo sabía; estaba, al igual que en el presente, entre el filo de la oscuridad y la luz, en un punto medio donde sentía todo y nada a la vez. Jaló las riendas, cayendo en picada, traspasando la tormenta y los rayos que se removían dentro de las nubes. Abajo, su enemigo más temido esperaba, gruñendo por no poder ubicar dónde se encontraba su objetivo bien camuflado entre su elemento. El jinete miraba en todas direcciones hasta que una luz naranja le avisó que vendría un ataque sorpresa. Esquivó las llamas por muy poco, pero no las garras del dragón que se clavaron en su bestia. Ambos lanzaban mordiscos en importantes partes del cuello, sosteniéndo
Pov Ethan Sostengo su mano admirando sus hermosos rasgos; sus ojos permanecen cerrados, casi como si solo estuviese dormida. Una venda cubre su cuello y la otra su abdomen. Dejó de sangrar hace unas horas y supongo que eso es bueno. Anouk lamió sus heridas lo más que pudo para asegurarse de que ella sanaría, y así lo está haciendo, solo que de forma muy lenta. —Volveré pronto— dejé un beso en su frente antes de salir y decirle a los guardias que vigilaran bien. Moví un poco mi cuello por el cansancio; han pasado cinco días desde que ocurrió el ataque y aquí seguimos, esperando seguramente a que llegue otro, pero no podemos movernos con ella herida. —Mamá— me detuve a unos pasos de ella, mirando lo que hace. —Está mejorando; tener la piedra cerca la está ayudando a sanar sus heridas. Suspiro sin decir nada. Mi padre tiene razón: cuando mi madre quiere hacer algo, lo hace porque sí, y allí está ella, montada sobre la barriga del enorme dragón, limpiando sus heridas con un
Pov Kian Algo en todo esto no me gustaba; hay demasiado silencio. Lo único que se escucha son los grillos. Algo muy grande debe estar planeando esa mujer en mi contra. Termino de firmar los documentos con un enorme dolor de cabeza. Su advertencia de esta mañana me tiene casi en estado paranoico, pensando que incluso va a aparecer detrás de mí en cualquier momento para cortarme la garganta. Los lobos que vinieron con Juliette ahora están arreglando su desastre, y no me interesa cómo, pero lo arreglan. Un toque en la puerta me alerta de la llegada de mi mano derecha, o como lo dice la revoltosa, mi beta. —Señor, los reportes de Shurt han llegado. Los tomo para leerlos, y esto no me gusta. Llegaron varios mensajeros del Reino de las Sombras para algo y luego se fueron. Nadie sabe de qué hablan a puerta cerrada, pero no me confío ya en ellos. —Que se mantengan alerta y busquen la manera de obtener información de esas reuniones. —Sí, señor. Cierro los ojos, soltando un enorme susp
Pov Kian La abracé, permitiendo que ella descargara todo su dolor, escuchando sus balbuceos y la misma frase de que no era suficiente para nadie. Su cara permanecía enterrada en mi pecho mientras yo, con mis dedos, desenredaba su bonito cabello blanco. ¿Qué más podía hacer cuando era un fracaso en las palabras de consuelo? Lo mejor que pude hacer fue ser su pañito de lágrimas hasta que ella quisiera volver a verme como el enemigo al que debe destruir con todo y su Reino. Después de un buen rato, dejó de llorar, pero seguía sin querer sacar la cabeza de su escondite. No me molestaba; yo estaba bastante cómodo estirando su melena cedosa por toda la almohada. Se apartó de mí, quedando boca arriba. Sus mejillas aún seguían manchadas por el rastro de lágrimas, pero no había más. —¿Tú por qué no tienes una Reina, Kian? Tal vez eso evite que papá quiera matarte cada vez que te ve. —Ese es un tema largo —respondí distraídamente, sin pensar mucho en eso. Sin embargo, esos ojos verdes c
Pov Kian Bajé sacando mi látigo, dispuesto a acabar con todos aquellos que van por los míos, por todos aquellos que derramaron sangre de los míos. Portales de arena se abrieron alrededor de la ciudadela, mis generales saliendo primero, seguidos por sus guerreros. Lancé el látigo al primer troll que se acercó para querer darme con su mazo y, en segundos, su cuerpo fue dividido en dos. —Ve por ella, ve y protégela a ella—grité, golpeando a los otros dos que se acercaron a mí para ir directo por mi cabeza. A través de la batalla con estos monstruos, vi a mi escorpión correr hacia el palacio. Empuñé de nuevo el látigo para convertirlo en una espada cuando sus hojas se apilaron una encima de la otra. La blandí cortando la piel dura hasta que arranqué sus extremidades. Más allá de nosotros vi a varios niños cargando a sus pequeños escorpiones para huir de uno de los trolls. —Líder… Señalé una casa y corrieron hasta encerrarse. Me llevé a este también, otro gran cuerpo ocupando las
Pov Keira Poco después, lanzaron a su Reina a los pies. Pensé que estaba muerta, aunque tampoco es que estuviera en buen estado; esa pequeña mujer frágil casi la mata. —Rey Bastian—, y con eso lo confirmó—, por favor, tenemos una alianza. No puede venir e invadir nuestro Reino. —¿Alianza, dice?— su voz ronca me sacudió la espina. Alba prácticamente se escondió al oírla. —Que yo sepa, no la hay, así que puedo tomar su Reino si bien me place, y como me place, lo haré. Sacó sus garras, listo para rebanarle el cuello, y de la nada apareció la concubina que fue ahogada en ponche, toda desnuda, mostrando su perfecto cuerpo ante el gran Rey de los lobos. «Trepadora, ojalá no la tome como concubina, porque es un dolor de cabeza». Mueve sus caderas de una forma en la que sus nalgas y senos rebotan. Esta mujer no tiene vergüenza. —Mi Rey, yo me ofrezco en sacrificio. Déjelo con vida; le es más útil para que lo ayude a conocer todos los secretos de su Reino. Además, yo también le p
Pov Ethan La miré dormir como un fantasma estas largas horas, grabando en mi mente cada detalle, cada respiro, como un maldito obsesionado que encontró su mejor tesoro. Trazo con suavidad sus cejas, siguiendo el camino hasta sus mejillas. Recorro con mi dedo su nariz pequeña y delgada, bajando hasta esos labios rosados que ya muero por probar. No sé cómo pude en algún momento querer rechazarla, incluso conocerla, porque ahora que la tengo entre mis brazos, durmiendo tranquilamente, no pienso dejarla ir jamás. «Por idiot4s», rugió Anouk, tan embelesado como yo, mirando a nuestra hembra. Acerco mi nariz hasta su cuello, ese punto donde dejaré mi marca en algún momento. Aspiro su delicioso olor que antes no pude percibir por la porquería esa que le dieron de tomar. Rocío de la mañana y menta. Mi pecho vibra ante el gruñido que dejo salir, aspirando el más exquisito aroma. Aprieto más su cuerpo al mío, teniendo cuidado de sus heridas. Ella se remueve, pegando todo su trasero, y me