Pietro frunció el ceño.—¿Dónde demonios se metieron? —preguntó Horatio desde el asiento de atrás.Unos cien metros más adelante, la autopista se dividía en dos direcciones y no había rastro de la camioneta en la que se habían llevado a Ignazio y Luciana. Habían tenido que bajar la velocidad unos kilómetros atrás para que no los notaran.Evaluó el lugar intentar encontrar algo, pero sin huellas era difícil saberlo. Un rastreador habría ayudado mucho, pero era un riesgo que no podían correr. Nerea estaba segura que Rodolfo tenía sistemas sofisticados y si él encontraba el rastreador, no solo no iban a encontrarlo nunca, sino que también arriesgarían la vida de Ignazio y Luciana. Se detuvo a un lado de la carretera, los otros dos vehículos lo alcanzaron pronto y se detuvieron detrás de él.Apretó el audífono en su oído. —¿Alguna idea? —preguntó.—Tengo algo —dijo Nerea a través del audífono—. Según los registros. La pista de la derecha lleva hasta un poblado y la de la izquierda acaba
Luciana se las arregló para no moverse cuando Rodolfo le acarició el rostro con el dorso de la mano. —Entiendo por qué te fijaste en ella —dijo él—. Es hermosa, fue lo primero que noté cuando la vi en aquel restaurante hace tantos años. —Rodolfo deslizó su mano hasta llegar a su nuca y la sujetó con fuerza. —Me haces daño —se quejó en un susurro cuando en realidad quería gritarle que la soltara. Él ya no le daba miedo. Al fin podía verlo como lo que era, un cobarde al que le gustaba abusar de los más débiles mientras se escondía detrás de muros y hombres armados. Solo, no era nadie. Rodolfo la obligó a inclinar la cabeza hacia atrás. —¿Dejaste que él tocara lo que es mío? —Rodolfo, por favor, me duele. —¡Responde mi m*****a pregunta! —No, no lo hice. —Intentó que cada palabra sonara convincente, si fallaba ambos estarían muertos antes de que pudieran rescatarlos. Él la miró a los ojos y lo que vio allí debió convencerlo porque sonrió otra vez. —Buena chica —dijo palmeándole
Ignazio contuvo el gemido de dolor que quería escapar a través de sus labios. No había considerado lo doloroso que sería estrellarse de lleno con el frío y duro piso de mármol —había recibido un buen golpe en la cabeza. Sin embargo, no es como si hubiera tenido muchas opciones. Entre un poco de dolor y la muerte, no era muy difícil la elección. El sonido de otro disparo se escuchó en la habitación y él esperó sentir el dolor consumiéndolo. Eso nunca sucedió. Levantó un poco la cabeza para ver de dónde había venido el sonido. Durante una milésima de segundo temió lo peor, pero luego una sonrisa se extendió por su rostro. Luciana estaba unos metros más allá con el arma aun en manos y la mirada en Rodolfo, este último se sujetaba el vientre. Habría preferido que ella no se ensuciara las manos con aquel bastardo. Un ruido detrás de él llamó su atención. El hombre de Rodolfo se había olvidado de Ignazio, ahora toda su atención estaba en Luciana. Tenía el arma en alto listo para dis
Luciana miró a las personas que caminaban por las calles mientras el carro avanzaba. Sonrió sintiendo la ligereza en su interior. Se sentía bien… No, se sentía excelente.El miedo ya no la despertaba por las noches. Habían pasado algunos días desde que la policía había atrapado a Rodolfo —o al menos esa era la noticia oficial— y él estaba en la cárcel, sin posibilidad de salir bajo fianza, hasta el día del juicio. Él ya no estaba allí afuera tratando de encontrarla y hacerle daño. Luciana no tenía que vivir mirando sobre su hombro por el resto de su vida.Y pronto, cuando obtuviera su divorcio, sería por completo libre. Giacomo le había explicado que con todos los cargos de Rodolfo tenía en su contra, el juez firmaría el divorcio, sin importar si él estaba de acuerdo o no.—¿Todavía no piensas decirme a dónde vamos? —preguntó girando la cabeza.—Lo descubrirás dentro de pronto. —Ignazio le dio una sonrisa antes de regresar su atención a la pista.Él había estado toda la tarde fuera, h
Ignazio se deleitó con la vista de Luciana sobre su cama. Era la imagen de la belleza y seducción. Sus cabellos estaban esparcidos debajo de ella y sus labios hinchados. Tenía el vestido amontonado por encima de la rodilla y, aunque le encantaba como le quedaba, no podía esperar a quitárselo.Se inclinó y rozó sus labios antes de llevarlos hacia su mentón. —Te deseo —musitó y la besó.Ella entreabrió la boca y él aprovechó para introducir su lengua. Sentía un hambre desenfrenado y nunca iba a saciarse por completo, pero podía intentar hacerlo, una y otra vez.Tomó el vestido por el dobladillo inferior y lo llevó arrastró arriba por el cuerpo de Luciana. Ella se contoneó para ayudarle a quitárselo.Un sonido torturado salió de su garganta al ver lo que Luciana estaba usando. Era un conjunto de lencería de color negro que apenas la cubría.—No puedo creer que estabas usando esto debajo del vestido mientras cenábamos —musitó. Si hubiera averiguado antes lo que ella estaba usando, no ha
Luciana extrañaba tener a Ignazio sujetándola de la mano. Aquel era el primer evento en público al que asistía y había estado bastante nerviosa. Sus preocupaciones no habían estado, por completo, infundadas. Tan pronto atravesó la puerta algunas miradas se habían dirigido a ella y los susurros al pasar no habían faltado. Rodolfo nunca la había llevado a eventos como aquel, algunos ni siquiera sabían que él estaba casado, pero, después de la manera que se habían desarrollado los eventos, muchos estaban al tanto ahora. Luciana no había dejado que la intimidaran, había caminado con seguridad entre la multitud. Ella no había hecho nada malo y no tenía por qué sentir vergüenza. Tener a Ignazio acompañándola mientras hablaba con algunas de los asistentes, había ayudado de mucho. Pero él había tenido que dejarla un rato para unirse al resto de sus primos sobre el escenario. Lia había conseguido que, entre sus sobrinos e hijos de conocidos, quince personas participaran en la subasta. Son
Luciana jugó con sus manos mientras el juez terminaba de revisar algunos papeles. Su abogado y el de Rodolfo ya habían presentado sus descargos. Había sido una tortura sentarse allí mientras su pronto ex esposo inventaba una y otra mentira para tratar de cubrir su actitud violenta.El juez golpeó los papeles sobre la mesa para acomodarlos y luego alzó la mirada. Sus ojos se encontraron y ella creyó ver por un breve instante algo parecido a admiración.—Después de leer las pruebas presentadas por ambas partes y escucharlos a los dos, he llegado a la conclusión que este matrimonio está irremediablemente roto. Es por ello que no veo motivo para que ambos permanezcan casados.—¡No voy a firmar el divorcio! —clamó Rodolfo.Ese hombre no iba a cambiar nunca. Estaba mal de la cabeza y necesitaba ayuda, pero no era más su problema.—Por suerte para usted, no necesita firmar nada.Giacomo se aclaró la garganta, aunque detrás de su puño ocultaba una sonrisa.—El estado—continuó el juez— me ha o
Ignazio saludó a cada uno de los invitados. La mayoría era miembros de su familia —ellos solos llenaban el jardín de la casa de sus padres—, pero también había algunos amigos de la universidad de Luciana. —Todo se ve muy bonito —comentó la amiga de su novia—. Gracias por invitarnos. —Por supuesto. —En serio no quería ser descortés con nadie, pero estaba demasiado distraído tratando de encontrar la manera de desaparecer sin llamar la atención. Vio a lo lejos a Cloe y Laila, pero su hermana no estaba por ningún lado, así que ella debía seguir con Luciana. Sonrió a las dos personas en frente de él. —Si me disculpan, tengo que ir a ver un asunto. —Por supuesto. Se alejó de la multitud y dobló por una esquina de la casa. Caminó hacia la zona de la piscina, esa zona estaba en silencio y pudo colarse por la puerta sin ningún problema. Los pasadizos estaban en silencio y no había personas a la vista. Subió los escalones de dos en dos, todavía corría el riesgo de que alguien lo atrapara