—La familia creada con la sangre derramada sobre la tierra renació cada vez que cayó. Si debemos morir de la misma manera, solo estarían confirmando nuestra superioridad. —Aarón alzó su copa, acompañado por su hijo mayor, seguido de Joseph, Adrián y cada uno de los presentes en la mesa, incluidos los alemanes que se unieron.—Nací con la sangre entre mis manos, viví entre ella y caeré por ella. —exclamó Leonardo, con voz firme.—Somos lo que admiran, temen y buscan, pero jamás vencen. —añadió Joseph, con una sonrisa desafiante.—Estamos presentes aun cuando no lo estamos. Odian nuestro apellido, pero odian más no llevarlo. —agregó Adrián, levantando su copa con orgullo.—Por nuestra sangre. Por nuestro apellido. Por nuestra unión. —brindó Bastian, mientras las mujeres reían a lo lejos, disfrutando de una noche que finalmente les brindaba la tranquilidad que no querían romper. Se unieron segundos después, al no querer estar más tiempo separadas de sus esposos.Incluso la rubia, que al
La llegada de la mañana no les dio descanso a ninguno. Anthony fue prácticamente expulsado de su propio dormitorio, mientras Génesis era llevada a la ducha, donde le dieron un máximo de diez minutos para ducharse y quedar lista.Sara recibió al equipo que la prepararía. Luisa, acompañada por Kiara, se encargó de trasladar el vestido hasta la casa.Keyla llamó a su hijo, quien llegaría para estar junto a ellos, siendo recogido por Mateo en la pista. Valentina se aseguró de que la iglesia estuviera como se había planificado, mientras Evelyn y su esposo recibían a los invitados.—Necesito un bote de aspirinas —se quejó Lina—. La cabeza me va a estallar.—Que alguien apague el sol —murmuró Maeve.—Nadie les dijo que bebieran como si fuera un desafío —dijo Vladimir, arreglándose los puños mientras veía a Anthony salir con la corbata a medio hacer y el saco en la mano.Leonardo y Bastian esperaban por sus esposas en la sala de la casa, conversando tranquilamente, conscientes de que eso iba
El aliento se le escapó de forma abrupta cuando la imagen de la alemana apareció ante los ojos de Anthony. Del brazo de su padre, ella caminaba con pasos lentos, conteniendo el poco oxígeno en sus pulmones para no desfallecer. Cada paso resonaba en su pecho como un tambor, marcando el ritmo de su nerviosismo.Anthony apretó el puño con tanta fuerza que sintió un dolor agudo en su brazo, una prueba tangible de que lo que veía era real. La belleza de su casi esposa era etérea, comparable solo a esos días grises que tanto le gustaba contemplar, llenos de una melancolía serena.Su tórax recibió una descarga enorme cuando su cerebro liberó una ola de dopamina que lo dominó completamente al verla vestida de blanco, avanzando hacia él con una determinación inquebrantable en su rostro. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el mundo pareció detenerse. No había dudas, solo la certeza de que estaban destinados. A causar una hecatombe o a mostrar al mundo a lo que estaban dispuestos para es
En un elegante salón de eventos, adornado con luces cálidas y flores blancas que llenaban el aire con su fragancia. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, reían y conversaban animadamente, disfrutando de la música suave que tocaba la banda en vivo. Lina por fin dejó de sentir que su cabeza se le caería, por lo que animó a Johan a salir a la pista de baile. Este se rehusó de inmediato, sabiendo que estar entre tanta sofocación solo realizaría su poco interés por congeniar con alguien. —Ahí tienes a veinte sujetos que matarían por qué se los pidas a ellos. —reiteró, mientras Lina seguía tirando de su mano. —Si se lo pides a… —Me parece que él no está dispuesto a bailar, señorita. —dijo alguien que la hizo dejar de hablar para verlo. —Le parece mal, señor Ercul. —contestó ella sentándose a su lado. Ya sabía de las intenciones de este. —Ercil. —corrigió. —Nixon Ercil. —Lo sé, fue lo que dije. —añadió apoyando el brazo en el hombre de 28 que la veía con algo de divers
Los diarios se movían de un lado hacia otro con la más reciente novedad en primera plana. Una fotografía de la pareja frente a la iglesia acompañaba la nota en la que se mostraba a Génesis y a Anthony en un lugar que aún así no era reconocido. —La feliz pareja contrajo nupcias en un lugar exclusivo, con sus familias acompañando el suceso en el que se dieron el ansiado “sí” frente al altar. —leyó Seraphin. —Génesis Blackwood y Anthony Crown fueron los dueños de suspiros al tener la boda que muchos admiraron de cerca. La ceremonia contó con… —Deja esa estupidez. —Dominique Buster le arrebató el periódico que lanzó al basurero. —Me enerva pensar que los maldit0s lograron casarse. Ni siquiera ahí dicen donde fue, porque seguramente no les dieron permiso de hacerlo y no son tan idiotas para desafiar a los infelices dueños de sus vidas. —¿Qué te molesta tanto? —le cuestionó el italiano. —¿Que no hayas podido impedir esa boda o que en lugar de Génesis Blackwood hubieses deseado que fuera
La luna de miel de Anthony y Génesis era una mezcla de risas por lo alto de parte de ella y un aguante casi admirable de lado de él. Ella disfrutaba de lo que veía. Un café en una plaza. Un ramo de flores. Liberar aves frente a un lago. Comprar una blusa que usaría por un minuto antes de encapricharse con otra. Comían en sitios que llegaban a cuestionar a Anthony por qué soportaba todo eso. Desde un restaurante en la azotea de un edificio por la noche a caminar por las calles siguiendo un solo régimen. Los deseos de la recién casada que sentía fascinación por todo lo que veía. Mientras otros ansiaban saber qué ocurría con la familia o sí se habían ido a esconderse como cobardes. Cosa que no sucedió de esa forma para nada. —Hablas y hablas. Explicas el progreso que de seguro tiene y no sé qué más tonterías, pero no veo avances, Nevin. —le reclamó La sombra. —¿Qué más debo esperar? Según tú, ayer debíamos recibir las mejores noticias y ¿adivina qué? —se inclinó hacia él. —No hay u
El Jet de Anthony se movía a miles de metros de altura, mientras el dueño trabajaba sentado en una de las confortables sillas, con una copa de licor que dejó sobre la superficie, a un lado de su ordenador. Nadie debía interrumpirlo cuando estaba con ese gesto en el rostro. Era una ley no impuesta vocalmente, pero sí seguida como un mandato de los Dioses. Ley que por supuesto, su esposa no iba a cumplir. Llevaba un plato de comida para él y así cómo Anthony la obligaba a comer sus tres comidas diarias, ella también lo hacía alimentarse como era debido. Le cerró el computador ante la atenta mirada de sus hombres a cierta distancia, y le sonrió como bonus. Con esa dulzura instalada en su rostro apuntó la comida. —Aliméntate. —usó un tenedor para comenzar a comer lo suyo. —La inteligencia se va cuando el cuerpo no está bien cuidado, Liebling. —Lo dices cuando te conviene. No cuando te hago comer. —señaló su esposo tomando el tenedor para acompañarla. —¿No estabas durmiendo? Dijiste
—¿Ya lo viste? —cuestionó Helena a Kael cuando lo encontró en su oficina al fin. —Si esto no nos ayuda a obtener la orden que necesitabas, no sé qué querrá el juez. —Si hablas de la grabación de Braulio Crown, los análisis podrían arrojar una edición mal intencionada, y la familia no tardará en lograr desacreditarla. —abrió su caja fuerte. —He aprendido a no subestimar a esa familia y esto solo creó una oportunidad de no más de dos horas para conseguirla. —Ya la conseguiste. —dedujo ella. —Hice algo mejor. Si no aprovecho las brechas de tiempo no tendré nada de ellos. —expuso guardando el collar que receloso mantenía solo para él. Por más que buscó, no encontró su origen en ninguno de sus contactos. Nadie tenía idea de quien la hizo. Al parecer fue un fantasma quien lo atacó, aunque sabía de sobra que no era así. Casi lo asesinó. Claro que existía. Pero no daba con ella. Porque claramente era una mujer. —Oye, hablando de tus credenciales… —Revisa si el correo ya llegó. —la