—Sácanos de aquí. —ordenó Bastian agitado y Génesis se levantó de inmediato, con el corazón acelerándose cada vez más y cada molécula de su cuerpo preguntando por una sola cosa. —Falta Anthony. ¿Dónde… —Si nos quedamos cerca, nos va a derribar. Ese edificio cae. Estar aquí es un riesgo. —dijo el hombre que intentaba mantenerse estable. —Papá… —Iremos por él. —dispuso el Don ante la mirada de su hija. El piloto no tuvo más alternativa que usar todos sus conocimientos para moverse hacia la zona que ella le señaló, buscando al líder del clan Crown. Y él, claro que lo necesitaba. Estaba en verdaderos problemas, teniendo que moverse por un piso que con cada paso se desmoronaba. La única salida irónicamente era por la ventana, pero saltar desde ahí lo llevaría a la muerte. Sus pasos no se detuvieron, encontrando a los monegascos en el filo del borde, colocando los guantes para lanzarse por las cuerdas sujetas al mueble enredado entre otros de mayor tamaño sujetos a la pared.
Génesis suspiró al abrir los ojos y verse en el camarote sola. Estaba con ropa limpia y al fin había descansado lo suficiente después de horas en las que tuvo que permanecer alerta. Se amarró el cabello en un moño alborotado que dejó de esa forma a propósito. Su camisa con cuello alto la cubría del frío matutino, como también lo hacía el pantalón de cuero y los botines que se colocó. Encontró un abrigo en una silla y sonrió al ver una nota firmada por una L con lápiz de tinta rosa. “Un obsequio que vas a ocupar mucho.” En eso no se equivocó. El frío en medio del mar era algo delicioso, pero no pensaba pasarlo desprotegida. Además, le quedó a la perfección con lo que vestía. Todos estaban reunidos en el comedor donde comían lo que prepararon para todos, mientras Joseph no le quitaba los ojos de encima a su hijo aún a través de una cámara, pues estaba evitando que el concejo regulador se hiciera de decisiones que no les correspondía sobre el clan. Pero igual le preocupaba Mateo
—¿Hay una alerta de mi caja fuerte? —Leonardo se levantó a la vez que su pregunta salió de su boca. Era tan segura que hacía falta 3 claves para abrirla, quitar un láser invisible a los ojos y aún así enviaba una alerta de la acción a su dispositivo. Ryan se giró a verlo, pero solo pudo ver como su jefe salía de la bodega a paso veloz. Si hubiese sido Sara lo habría dicho. Por lo que caminó a toda prisa, casi furioso. Odiaba el entrometimiento de la gente. Si lo hizo uno de sus empleados lo iba a enviar al quinto infierno, se dijo. Su esposa iba bajando las escaleras, cuando lo vio atravesando la sala sin disminuir el paso, Ryan le dijo con un gesto que era grave, por lo que lo siguió de la misma forma. Abrió la caja fuerte con las claves, apagó el láser y se fijó en el dispositivo que retardaba el funcionamiento de sus sistema de seguridad. La alarma que debería enviar a su teléfono no llegó. —No falta nada. —dijo Ryan al ver todo sin moverse un solo centímetro. Leopar
Anthony caminó con Chase encadenado a su mano, arrastrándolo sin contemplación, mientras el olor a pólvora aún podía percibir. Vio a Lina caminar sin decir una sola palabra de regreso a la casa. Lo que la puso furiosa no quería decirlo, de otra manera lo hubiese mencionado, pero en ese instante sabía que era mejor no decir absolutamente nada. Se hizo cargo de lo suyo, tomando la ruta que le permitió llegar al búnker, en donde el sitio oscuro causó que Chase se quedara atónito al darse cuenta a donde había llegado. El aspecto de un sitio de más de 6 metros de alto lo aterrorizó aún más. Sobre todo cuando Anthony se quitó el abrigo que dejó en manos de Hermes para tomar el soplete que apretó en su mano, yendo hacia donde lo dejó. Ni siquiera lo había amarrado. Tratándolo como si valiera menos que nada. —Estás muy… —Odio que toquen lo mío. —le dijo el neoyorquino encendiendo la flama que lo hizo arrastrarse. Pero Anthony lo regresó a la posición inicial, enterrando su pie en la
El aspecto de Chase dejó mudos a todos los presentes. Habían visto a hombres masacrados, pero nunca a alguien obligado a vivir con los pies rotos, incapaz siquiera de arrastrarse.Sus labios, con la piel cayéndose por las quemaduras maltratadas y descuidadas, eran una visión dantesca. Sus costillas, molidas a golpes, no impedían que el español fuera arrastrado con una cadena al cuello, tratado como escoria.El sitio donde se encontraban era oscuro y húmedo, con paredes de piedra cubiertas con detalles en cada una de las columnas que sostenían el techo recubierto con figuras de oro. El aire estaba cargado de un hedor a muerte y sangre seca, haciendo que cada respiración fuera un esfuerzo. La luz provenía de una serie de bombillas parpadeantes en el techo, proyectando sombras inquietantes que parecían moverse con vida propia.La sombría presencia del Ángel de la Muerte hizo que muchos se miraran entre sí, buscando confirmar si habían visto lo mismo. El crujido de las cadenas y los gemid
—En ocasiones suelo pensar que ya has hecho todo lo que puede sorprender y luego me entero de cosas como estas…En verdad no sé si decir que eres la personas más difícil de entender o la que me mantiene entretenido mientras estoy con una jodida fractura. —dijo Kahín al amanecer con una noticia de esa magnitud en la que se incluía a su hermana. Génesis aún no asimilaba que en una sola mano tenía tanto poder como para hacer volar hasta al cielo muchas cosas. Tal vez era el no haber dormido absolutamente nada o…el hecho de que ¡Se iba a casar en menos de dos semanas!Bastian la detalló. No había tocado su plato de comida siquiera. El ánimo no le daba para eso. Su hija encontró ese par de ojos igual a los suyos, contando cuantas veces palpitaba la vena de su frente. Pero no estaba molesto. Tenía algo más. No estaba en desacuerdo con ella. El desayuno no fue de lo mejor que había probado, o quizás se trataba de haber aceptado un matrimonio en tan solo días. —Dale tiempo, amor. —le dijo
Génesis mantuvo su posición estando frente a su escritorio, mientras todo el equipo de trabajo se movía exponiendo sobre la planeación de la próxima temporada de joyería. Aunque mayormente su interés estaba en el Rottweiler que había optado por llevar con ella desde New York dos días antes. Luego de reprender a Anthony por dejarlo solo decidió, sin opción a reclamos, que estaría con ella. Así lo hizo, dándole un lugar en cada oficina a la que iba, como si fuera un niño que la seguía intimidando a todos a su paso por la mirada salvaje que lanzaba con cada pisada. Sus dos teléfonos se mantenían a su derecha, mirando las llamadas y mensajes del primero a quienes podría responderle luego, pero deteniendo todo al no tener opción con la planeación de su boda. Estaba a una semana y tenía tantas citas como para que al menos 10 personas asistieran a ellas en lugar de solo ella. Eran muchas, pero no había más opción que hacerle frente. Su madre la contactaba. Su tía preguntaba por cuál era
Al despertar ya estaba un desayuno sobre la mesa y un Titán que comía lo que éste le puso en su plato. Proteína para mantener ese ritmo de crecimiento que debía tener. —Por lo que veo no es tu primer perro. —Prácticamente es el tercero. —la hizo sentarse en su regazo. —King se llamaba el primero, era de mi padre, pero generalmente siempre estaba con mi madre y conmigo. Luego nacieron sus hijos y me quedé con Sirio. Luego de morir llegó Titán. Me gustan porque son difíciles de engañar y no aceptan a cualquiera que esté cerca. —Es como tú. —¿Por qué me compararía con un perro? —cuestionó dándole un bocado de comida. —Porque son grandes. Parecen temibles, pero son un amor cuando quieren. Consentidores. Cariñosos. —Definitivamente necesitas ir a un mejor médico. Ese inútil no sirve. —dijo comiendo él. El golpe en el hombro lo hizo dejar de masticar y alzar la ceja. —Ni digas nada. Te lo ganaste. —siguió comiendo sin prestarle atención más que cuando era un tema serio. A Anthony le