—¡De rodillas! —escupió José Luis con el cañón del arma presionado contra la cabeza de Génesis. Ella bajó la mirada. Cristobal comenzó a recuperar el conocimiento. Anthony lo detalló. —¡Dije de rodillas, perra malna…Génesis se movió con rapidez. José Luis se desconcertó. Cristóbal rodó en el suelo. Anthony atrapó la tráquea del tipo a quien rodeó. La fuerza ejercida en sus dedos le cortó totalmente el paso del aire. Luchó. Dio un codazo. Quiso tirarse al suelo. Soltó el arma y se aterrorizó al ver a Génesis. Pero sobre todo, pudo sentir su vida perdiéndose en las manos del mafioso. —Agradece que no tengo tiempo de cortarte la lengua. —espetó Anthony en su oreja a la vez que tiró más fuerte del pedazo de carne que tenía entre los dedos. La sangre salpicó en la ropa de Cristóbal y el cuerpo cayó a sus pies. —¿Cómo piensas sacarlo de aquí? —cuestionó la alemana al verse con dos cuerpos para cargar. —¿Quienes son? —se atrevió a preguntar Ferrer. En la oscuridad no distinguió a nad
Mateo regresó con Anthony informando sobre lo tardío que sería recuperar para Cristobal el poder hablar. Hermes tenía la lista más reducida y no se detenía en su investigación, mientras Anthony se preparaba para ir a la despedida de Pelmaz en la plaza de toros. Génesis por su lado veía la ropa que se puso frente al espejo, enviando la maleta con los mörder que la llevaron al auto.—Espero que tu viaje sea de lo mejor. —dijo Chase. —Bueno, después de regresar de la plaza de toros claro. —No pienso perderme algo como eso por nada del mundo. —caminó al frente con la campera marrón sobre los hombros. Al menos no había visto a Naël, se dijo. Definitivamente no lo soportaba.—Señor, no creerá lo que sucedió. —alcanzó el tipo que enviaron en busca de Cristóbal. Su asombro no le cabía en el rostro. —Ferrer no está donde lo dejamos y…Hay sangre. —¿De quién?—Con los restos de la camisa que encontramos, parece que es de Ferrer. —le dijo al oído.—¡Qué! —Buscamos a José Luis pero no está p
Distinguir rostros en medio de tanta aglomeración, buscando alejarse instintivamente del peligro era imposible. Aunque también se volvió la misión de los hombres de Chase. Mientras su jefe se dejaba caer de rodillas ante el cuerpo casi mutilado de su hermano. Sus ojos se cerraron, negándose a verlo más tiempo, posando las manos en su pecho, en tanto presionó la cabeza en ese sitio, soltando maldiciones contra Génesis.—Te juro que esto le va a doler tanto como a mí. —sollozó con la voz rota. —¡Te lo juro!Presionó el arma en su mano, elevando el rostro para ir él mismo a matarla. Mientras Génesis sostenía contra el suelo el cuello del hombre a quien le reventó la cabeza con un disparo. Anthony no se quedó atrás elevando ambas manos al aire, soltando las descargas de proyectiles que se enterraron en la cabeza de todos los que quisieron emboscarlos.No le importaba nadie. Su dedo apretó el gatillo de nuevo. Giró en su puesto. Recargó el arma en segundos. Volviendo a lo mismo una y otr
—No tengo un disparo limpio. —Vladimir advirtió con voz firme. Su ojo permanecía fijo en el lente del rifle mientras recorría el área en busca de una oportunidad. Sin embargo, no encontró un ángulo adecuado para disparar.Génesis se apretó contra la pared, su compañero, el hombre que acompañaba a Anthony, permanecía inmóvil, esperando la señal.Los monegascos eran conocidos por una sola cosa: su letalidad. Cada respiración suya parecía ser parte de una maniobra de ataque. Tomarlos por sorpresa era un sueño inalcanzable para cualquiera.Anthony deslizó la cuchilla entre sus dedos, haciéndola desaparecer bajo la tela en cuestión de segundos. Su contrincante, el monegasco, emergió con una mirada afilada que los igualaba en peligrosidad.En ese tenso instante, ninguno de los dos habló, pero sus intenciones de ataque eran palpables.La tensión en la habitación asfixiaba. Los dos hombres se estudiaban mutuamente, sus miradas afiladas como sus cuchillas. Anthony sabía que no podía permitirs
En el campo de batalla caótico los fragmentos de cristal crujían bajo los pies de los combatientes, y la sangre manchaba el suelo. Anthony y los monegascos se enfrentaban con una ferocidad despiadada.Cada uno con heridas mortales. Jamás un objetivo derribó a un ejecutor. Nunca un hombre había resistido más que segundos frente a uno solo. En la historia del clan renegado de asesinos de esa magnitud, nunca se dijo de una persona que haya asesinado a uno sólo. En cambio, Anthony Crown le dio pelea uno, sobreviviendo a él. Asesinó a uno y peleaba ante dos hiriendo mortalmente a ambos. Eleazar no podía explicar cómo eso podía ser posible, pero el Ángel de la muerte parecía decidido a asesinarlo y no era solo su intención, sino el entrenamiento que poseía. Cada golpe lo devolvió con la misma ferocidad. Cada gota de sangre derramada la multiplicó y…El sujeto con cicatrices logró un golpe certero en el costado de Anthony, haciéndolo retroceder. Anthony respondió con un codazo en la nari
—Sácanos de aquí. —ordenó Bastian agitado y Génesis se levantó de inmediato, con el corazón acelerándose cada vez más y cada molécula de su cuerpo preguntando por una sola cosa. —Falta Anthony. ¿Dónde… —Si nos quedamos cerca, nos va a derribar. Ese edificio cae. Estar aquí es un riesgo. —dijo el hombre que intentaba mantenerse estable. —Papá… —Iremos por él. —dispuso el Don ante la mirada de su hija. El piloto no tuvo más alternativa que usar todos sus conocimientos para moverse hacia la zona que ella le señaló, buscando al líder del clan Crown. Y él, claro que lo necesitaba. Estaba en verdaderos problemas, teniendo que moverse por un piso que con cada paso se desmoronaba. La única salida irónicamente era por la ventana, pero saltar desde ahí lo llevaría a la muerte. Sus pasos no se detuvieron, encontrando a los monegascos en el filo del borde, colocando los guantes para lanzarse por las cuerdas sujetas al mueble enredado entre otros de mayor tamaño sujetos a la pared.
Génesis suspiró al abrir los ojos y verse en el camarote sola. Estaba con ropa limpia y al fin había descansado lo suficiente después de horas en las que tuvo que permanecer alerta. Se amarró el cabello en un moño alborotado que dejó de esa forma a propósito. Su camisa con cuello alto la cubría del frío matutino, como también lo hacía el pantalón de cuero y los botines que se colocó. Encontró un abrigo en una silla y sonrió al ver una nota firmada por una L con lápiz de tinta rosa. “Un obsequio que vas a ocupar mucho.” En eso no se equivocó. El frío en medio del mar era algo delicioso, pero no pensaba pasarlo desprotegida. Además, le quedó a la perfección con lo que vestía. Todos estaban reunidos en el comedor donde comían lo que prepararon para todos, mientras Joseph no le quitaba los ojos de encima a su hijo aún a través de una cámara, pues estaba evitando que el concejo regulador se hiciera de decisiones que no les correspondía sobre el clan. Pero igual le preocupaba Mateo
—¿Hay una alerta de mi caja fuerte? —Leonardo se levantó a la vez que su pregunta salió de su boca. Era tan segura que hacía falta 3 claves para abrirla, quitar un láser invisible a los ojos y aún así enviaba una alerta de la acción a su dispositivo. Ryan se giró a verlo, pero solo pudo ver como su jefe salía de la bodega a paso veloz. Si hubiese sido Sara lo habría dicho. Por lo que caminó a toda prisa, casi furioso. Odiaba el entrometimiento de la gente. Si lo hizo uno de sus empleados lo iba a enviar al quinto infierno, se dijo. Su esposa iba bajando las escaleras, cuando lo vio atravesando la sala sin disminuir el paso, Ryan le dijo con un gesto que era grave, por lo que lo siguió de la misma forma. Abrió la caja fuerte con las claves, apagó el láser y se fijó en el dispositivo que retardaba el funcionamiento de sus sistema de seguridad. La alarma que debería enviar a su teléfono no llegó. —No falta nada. —dijo Ryan al ver todo sin moverse un solo centímetro. Leopar