Capítulo 9
La noticia escandalosa se extendió por la pequeña ciudad al día siguiente.

El director Sanz, sin atreverse siquiera a denunciar ni a exigir responsabilidad alguna, se internó de forma discreta en su propio hospital, alegando una caída.

Las enfermeras susurraban entre risas:

—¿Desde cuándo una caída deja marcas de bofetadas tan profundas por toda la cara?

Valeria, avergonzada para ir a trabajar, se aferraba a Diego como a un clavo ardiendo.

—Lo que pasó entre el director Sanz y yo... él me obligó. Es mi superior, no tuve más opción...

Escuché su conversación desde afuera, pensativa. No era suficiente; para Diego, ese canalla, necesitaba un último empujón. Afortunadamente, ya lo tenía todo planeado.

Una hora después, esperé a Diego junto a su coche. Su ira se había calmado notoriamente, y Valeria lo seguía de cerca.

Al verme, Valeria mostró vergüenza y rabia.

—Ya has conseguido lo que querías, ¿qué más quieres?—que desaparezca .

La miré con desprecio.

—¿Qué más quiero? Diego, ¿has firmad
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