Capítulo 7
La niña llamada Mariana, de edad similar a Lucía, estaba sentada en el asiento trasero del coche de Diego, sosteniendo un helado que empezaba a derretirse.

Valeria, en el asiento del copiloto, fingía enfado golpeando suavemente el pecho de Diego, lo que hizo reír a carcajadas a Mariana, derramando así el helado ya derretido por todo el asiento.

Él no se enfadó para nada, y los tres rieron aún más fuerte.

Diego siempre había sido muy limpio, nunca nos permitía a mi hija y a mí comer nada en su coche.

Una vez, atrapados en un atasco, mi hija tenía tanta hambre que le di una barrita de chocolate. Cuando cayeron unas migas derretidas, Diego se enfureció mucho y nos echó del coche a las dos.

Abrazando a Lucía con dulzura en medio del tráfico intenso, sin saber qué hacer, vi a Diego alejarse conduciendo. Lucía lloraba suplicando:

—¡Papá! ¡No nos dejes a mamá y a mí! ¡Es mi culpa! ¡Seré buena, nunca más ensuciaré para nada el coche de papá!

Recordando esto, cerré los ojos con una sonrisa am
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