Capítulo 4
En ese momento, Diego intervino apresurado:

—¡Como familiar, doy mi consentimiento!

Mientras veía a la enfermera acercarse con la jeringa, luché desesperada gritando por ayuda, pero nadie a mi alrededor me auxilió.

De repente, una voz autoritaria detuvo a todos:

—¡Alto! ¡Suéltenla ahora mismo!

Era Roberto, que finalmente había llegado con el equipo médico. Aprovechando la confusión, me zafé de los guardias y corrí desesperada hacia él.

—¡Roberto, salva a Lucía! —supliqué.

Roberto me tranquilizó un poco con una palmada y se enfrentó furioso a Diego:

—¿Estás ayudando a extraños a dañar a tu esposa e hija? ¿Dónde está el certificado de muerte cerebral de Lucía? ¡Muéstralo!

Temblaba incontrolable, con la espalda empapada en sudor frío. Si Roberto no hubiera llegado justo a tiempo, me habrían sedado y tal vez forzado a firmar, ¡perdiendo por completo a Lucía para siempre!

Valeria recuperó la compostura y miró altiva a mi hermano:

—¿Quién es usted? Esto es la UCI. ¡Seguridad! Solo los familiares directos pueden quedarse en el lugar, el resto fuera.

Roberto sonrió con desprecio, sin mostrar temor:

—Soy el tío de Lucía, un familiar directo. Cuestiono su diagnóstico, ¡muéstrenme los respectivos informes!

Diego y Valeria parecieron alarmarse.

—¿Cómo es que no sabía que Lucía tenía un tío? —dijo Diego—. ¿Yazareth, no dijiste que no tenías familia?

Mi suegra Tatiana me miró sorprendida.

Con lágrimas en los ojos, tomé la mano de Roberto:

—Roberto, lo siento mucho. Fui una tonta, engañada por este monstruo... Ahora me doy cuenta de mi error.

Roberto secó mis lágrimas:

—Está bien, primero resolvamos el traslado. El divorcio lo arreglaré después.

Diego rió con cierto sarcasmo:

—Solo los padres biológicos pueden decidir sobre el traslado. No importa si eres el tío o incluso si vinieran los abuelos, ellos no tienen autoridad alguna en esto.

Tatiana lo confirmó:

—Exacto, esto es asunto de los Peralta, no les concierne a los de fuera.

Roberto se disponía a responder cuando Valeria se interpuso:

—Como médico tratante de Lucía, considero que no cumple las condiciones para un traslado. No lo aprobaré.

La miré en ese instante con furia:

—Firmaré un documento asumiendo la responsabilidad. La seguridad del traslado la evaluará mi equipo médico, ¡esto no tiene nada que ver con este hospital ni con su aprobación!

En medio del tenso enfrentamiento, apareció de repente el director Sanz. Roberto me susurró:

—Tranquila, ya me comuniqué con él antes de venir.

Respiré aliviada, esperando que el director Sanz hiciera justicia.

El director se aclaró un poco la garganta y habló con calma:

—Entiendo la situación. La señorita Jacinto no está de acuerdo con el diagnóstico de la doctora Valeria, por lo que no quiere firmar el acuerdo de donación y solicita un traslado, ¿eso es correcto?

Valeria lo confirmó nerviosamente.

—Entonces traigan todos los informes acerca del diagnóstico de muerte cerebral —continuó el director—. Que la señora Jacinto los revise y todo quedará claro.

Diego y Valeria se tensaron visiblemente.

Valeria titubeó al oír esto:

—Director, debido a la urgencia, nuestro equipo estuvo toda la noche tratando a la paciente y atendiendo otros casos. Los informes aún no están completos...

No pude contenerme más y exclamé con sarcasmo:

—¿Qué no están completos? ¡Dirás mejor, que no han terminado de falsificarlos!

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