ARTURO BRUSQUETTI. ¿Cómo explicar el miedo atroz que sentí, al verla volar por los cielos? Mi mundo quedó completamente congelado, de tan solo imaginarme que la perdería sin obtener su perdón, y tan siquiera, un poco más de ella. Kerianne no podía marcharse de este mundo, sin enseñarme el concepto de amar. He cometido un sinfín de errores con ella, y perderla no es una opción para pagar por ellos, no cuando necesito su vida a mi lado para vivir en paz. El aire vuelve a pasar con calma, ahora que la veo. Quizás con un poco de golpes, pero viva al final. Sus hermosos ojos redondos me observan con nerviosismo, pero ella no se imagina a la locura que casi entre, cuando cerró sus ojos en mis brazos. Camino con pasos lentos, esperando que no pida que me aleje. Sus ojos se muestran aguados, y temo que sea por mi presencia. — Si deseas, puedo marcharme — Kerianne niega. Asiento ate su respuesta silenciosa y tomo asiento en la silla que se encuentra al lado de su cama —. Estaba preocupa
Habían pasado un mes desde el accidente y, tanto Kerianne y yo, nos hemos llevado bastante bien. Consiguió convencer a su padre de que Smith se quede aun con el cargo, algo que, efectivamente, sorprendió a muchos; especialmente al hombre. No la presiono con respecto a mis sentimientos, ni ella intenta tocar ese tema. Dejamos que fluya de forma natural, sin necesidad de forzar nada. — ¿Qué te parece si hoy salimos a cenar? — pregunto. Ella me observa fijamente. — Hoy me será imposible. Tengo una cena con Leo — informa. Frunzo el ceño, al no recordarlo perfectamente. — ¿Es el chico del restaurante? — consulto. Estamos sentados en su oficina, mientras me observa con esos ojos inquebrantables. — Sí. Al que le dijiste que éramos esposos — Suelto una risa. — ¿Se lo creyó? — Al principio, pero cuando fue al hospital a verme, se lo expliqué — gruño, tratando de mantener la compostura. — Entonces, te invito a comer otro día — ofrezco y ella asiento. Ya fuera de la empresa
KERIANNE BACAB He perdido la cuenta de cuantos vasos me he bebido; pero estoy segura que es lo suficiente para sentirme mareada. Soy consciente de que comienzo a hablar tonterías, y al parecer, mi ex también, porque se está riendo a carcajadas. Somos un desastre con el alcohol, en definitiva. De un momento a otro, nos quedamos completamente quietos, todo rastro de risas, desaparecieron, mientras nuestros ojos, quedan congelados en el uno del otro. Puedo ver como poco a poco, sus ojos se ajustan a mis labios, y su rostro cada vez está más cerca. No me muevo. No deseo hacerlo. Solo lo imagino más cerca, y que no se retracte de lo que planea hacer, tal y como yo lo haré, cuando todo vuelva a la normalidad. Y simplemente, me beso. Nada sutil. Nada suave. El ardor de su boca caliente, se sintió exactamente, como una marca. Esos movimientos eróticos de su lengua, eran demasiados exigentes. Sus manos eran bastantes seguras y confiadas, que simplemente me encendían, mientras gritaban p
La mañana siguiente, ya me encontraba en el aeropuerto, esperando a mi padre. Cuando atraviesa la puerta, corro hasta él, para envolverlo con mis brazos. Lo he extrañado bastante. Sus vacaciones fueron muy largas, y a pesar de que haya venido solo, sin mi madre, estoy feliz de tenerlo conmigo. — ¿Cómo has estado, hija mía? — saluda, devolviéndome el abrazo. — Bien padre, extrañándote. ¿Qué tal el viaje? — pregunto de forma tranquila, con los ojos cristalizados. A veces, solo a veces, me paso con la cursilería, pero he estado tan alejados de ellos, de él, que me parece irreal verlo, y eso que, solo está de vacaciones. — Extremadamente agotador. El viaje fue largo y tenso, pero ya estoy a quí. Tu madre te ha mandado esto. Mi rosa no quiso viajar — comenta, entregandome una cajita de pana pequeña, para después colocar mi brazo sobre el suyo, mientras nos encaminamos hacia el coche —. ¿Qué tal la empresa? — No me quejo. Me gusta mi trabajo — contesto con tranquilidad —. Gracias por tr
No podía permitir que la molestia me dominara. No, cuando no tenemos nada que nos ate. No tenemos nada juntos, más que un pasado, triste, humillante, melancólico y terroríficamente destructible. Un poco exagerado. Sin embargo, si no tuviera el poder que tengo, estaría postrada aun siendo humillada por ellos. ¿Cuántas mujeres se han dejado tratar como la peste por amor? ¿Cuántas han cometido el error de dejar de ser, por alguien más? Yo fui una de esas mujeres, y he vivido en carne propia el dolor de un corazón roto. El dolor de un amor no correspondido. De ese sentimiento de no encajar en un lugar, de no ser querida. Fui tonta, pero también estaba enamorada y no arrepiento de eso. Necesitaba esa experiencia para ser la mujer que hoy soy. — El señor Viktor Lorelli se encuentra afuera señora — avisa mi secretaria, sorprendiéndome. Hace tiempo no he sabido nada de él —. Dice que lo recibirías apenas oyeras su nombre. Me pongo de pie y sonrío. — Claro, claro. Hazlo pasar. No pu
A este punto de la historia, estaba bastante segura que Arturo me seguía los pasos. ¿Cómo es posible que venga a cenar en el mismo restaurante en el que estoy con Viktor? Su ojo visible, no disimulaba siquiera un poco, su molestia hacia mi persona, y las personas comenzaban a susurrar. Me sentía incómoda. — Soy yo, o las personas miran mucho hacia nuestro lado — manifiesta mi compañía, llevando su copa de vino a sus labios. Fuerzo una sonrisa, y simulo estar de acuerdo. — El hombre la odia demasiado… — ¿Has visto como la mira? … — También la odiaría, después de la vergüenza que hizo pasar a su hermana… — Su hermana se merecía… A este punto, Viktor comenzó a barrer el lugar con los ojos, hasta que dio con él, y sonrió descaradamente. Esa sonrisa, que hasta a mí, me haría temblar, si estuviera en el lugar de mi ex, pero como lo conozco lo suficiente, sé qué hará una tontería. — Ya veo — musita mi amigo. — Solo ignóralo — pido. Se está comportando como un idiota —. Solo
ARTURO BRUSQUETTI. Amor. Es una palabra con un trasfondo muy amplio y muy difícil de distinguir. Quizás muchos crean que es obsesión lo que siento, pero solo yo y nadie más que yo, sabe exactamente, cuan doloroso es amar, sobre todo cuando sabes que has fallado, que has tropezado y peor aún, has lastimado a la persona que amas. He admitido un sinfín de veces i error. Me equivoqué. Pero aquí estoy intentando enmendar mi error. Sé que estoy cerca, lo siento. Las veces que compartimos, reímos, trabajamos, pero cuando toco el tema, ella nuevamente se pone a la defensiva, sin ganas de escucharme, sin ganas de perdonarme, sin más de darme otra oportunidad. Me alejo sin vacilación, y con una sonrisa en el rostro. Esta es mi primera victoria, reconociendo que he dado un paso poderoso. Aún me quiere. Aún tengo una mínima posibilidad de recuperarla y de amarla de todas las formas más románticas posibles. De demostrarle que no estoy jugando, que en verdad estoy tomando en serio esto. Aunque
Estaba llegando a la mansión, donde efectivamente, toda mi familia se encontraría. Quisiera poder devolverme al trabajo, pero no puedo simplemente ignorarlos porque sí. La presión de mi abuelo, mi madre con sus quejas, Patricia con sus insinuaciones y mi padre con su mal trabajo. No puedo comprender como el abuelo, fue capaz de dejarlo al mano de la empresa familiar, cuando ni siquiera sabe tomar un lápiz con las manos. — Mi niño hermoso. Por fin te dignas a visitar a tu madre — sisea mi progenitora, llegando hasta a mí y envolviéndome en un caluroso abraso. Pese a los problemas que me crea, estoy feliz de que sea mi madre. Sonrío y correspondo a tan cariñoso gesto. No obstante, cuando mi cuñada planea hacer lo mismo, la detengo con un solo movimiento. Sé con certeza que tenemos un acuerdo, pero, eso no le da el derecho, a mal interpretar las cosas entre nosotros. Me dirijo al comedor, donde todos están, y el primero en ponerse de pie, es mi abuelo. El causante de casi todos mis