Entré y al cerrar la puerta me apoyé en ella. Aún me costaba trabajo aceptar que Dorian Archibald realmente me gustaba e interesaba. No estaba dispuesta a engañar a Jason, pero Dorian era tan distinto… debía encontrar la forma de quitarlo de mi cabeza.
—¿Y esa ropa? —preguntó Elle ni bien me vio.
—Tenía una cena importante y debí comprar algo decente ya que no pude volver a cambiarme.
—¿Una cena importante? ¿Con quién?
—Un posible cliente. Quiere que toque en su fiesta.
—¿Lo has conseguido?
—Lo sabré pronto. ¿Cómo esta mamá?
—Se encuentra bien, duerme hace horas.
—Bien, haré lo mismo. Estoy agotada. Que descanses Elle.
—Igual tú Sami.
Me metí a la habitación, me quité el hermoso tapado, los zapatos y el vestido y los guardé para que no se arruinen. Me puse mi camisón de dormir, me cepillé los dientes y me acosté.
—¡Despierta Sami! —gritaba y me sacudía mi hermana.
—¿Qué pasa?
—Llevo rato tratando de despertarte, es tardísimo, llegarás tarde y también yo. Mamá está en cama, no se siente bien, ya le llevé el desayuno.
—Gracias, ve. Que tengas buen día.
Miré la alarma y ciertamente era muy tarde, daban casi las 7:30am. «Maldición» maldije para mi interior. Había pasado una noche pésima. No pude alejar a Dorian de mi cabeza, repetí la anterior noche una y otra vez en mi propia mente. Me levanté como alma que lleva el diablo. Me metí al baño, me di una rápida ducha y ni tiempo de lavarme el cabello tuve, cepillé mis dientes. Me vestí apurada, unos leggins negros, las botas, una camiseta de mangas largas, una camisa encima, la chaqueta, el bolso y el Müller y salí corriendo. No sin antes pasar a chequear y besar a mi madre.
Corrí hasta el metro, y en medio del viaje noté que no llevaba puestos los lentes de contacto. Rebusqué en mi bolso y encontré mis viejos lentes hípster para ver, al menos ahora podría ver por dónde iba.
—Lo sé, es tardísimo, lo siento tanto. Tuve una mañana tremenda —saludé a July al pasar como ráfaga a la oficina a dejar las cosas
—Ya veo. No te preocupes.
—Ayer cené con Dorian —le confesé al oído.
—¿Es una broma? ¿El bombón de ayer?
—Ese mismo.
—¡Cuéntamelo todo!
—Me siguió y me llevó a Julliard, me pidió que cene con él, por “temas de trabajo”
—¿De trabajo?
—¿Puedes creerlo? Pero fue una de las mejores noches de mi vida y me siento tan culpable…
—Ya sabes que Jason no es mi persona favorita y que no creo que sea el indicado para ti. Es sólo problemas y lo sabes. ¡En cambio este hombre! ¡Es de ensueños!
—Lo sé —pronto me vi atascada en la marea de gente y no pudimos seguir hablando.
Estaba distraída lavando unas tazas cuando su voz me sobresaltó.
—Buenos días pequeña —la taza cayó de mi mano y se rompió en mil pedazos, en un intento por recogerla, un gran pedazo de cerámica se incrustó en la palma de mi mano izquierda.
—¡Maldición! —grité a todo pulmón mientras saqué rápidamente el trozo de mi mano y la sangre emergió a borbotones. En un segundo Dorian estuvo a mi lado sin importarle que no podía pasar.
—¿Te lastimaste?
—Sí, diablos, ¡Cómo duele! —Tomó un repasador del mostrador lo enredó en mi mano y me agarró de la cintura para llevarme hasta la oficina. July se nos unió.
—¡Sami! Necesitas ir al médico, se ve muy mal.
—No me asustes más July.
—Tiene razón, vamos toma tus cosas que te llevaré –Interrumpió él de inmediato.
—No, no puedo irme como si nada, ¿Quién ayudará a July?
—No te preocupes por eso. Enseguida llamo a Peter. Ve.
—Estaré bien en un minuto, puedo esperar —Dorian se acercó a mi rostro dejando escasos centímetros entre ambos, su mirada era muy seria y su rostro lucía afligido.
—Samantha vas a levantarte y te llevaré al hospital ya mismo. Si no lo haces voluntariamente, te llevaré a la fuerza. ¿Comprendido? —dijo en un tono alarmantemente amenazador. No dudé en levantarme y recoger mi abrigo, el bolso y el estuche de mi Müller. Me tomó por la cintura con fuerza, como si quisiera cargarme y me escoltó a la puerta.
—¿Seguro estarás bien sola? —pregunté consternada por July
—No te preocupes por mí. Ve a verte esa mano. Llámame para decirme cómo te encuentras.
—Lo haré.
Dorian me subió al auto, puso el estuche atrás y se acomodó en el asiento conductor. Su rostro era muy serio.
—¿Cómo te has hecho ese daño Samantha?
—Soy una torpe, tuve un mal día y olvidé mis lentes de contacto, con estos lentes no veo del todo bien y me distraje. La taza resbaló de mi mano, quise atajarla y sólo conseguí esta horrible cortada.
—Ha sido mi culpa pequeña. No sabes cuánto lo lamento.
—No es tu culpa que sea torpe.
—Si algo te pasó en la mano…
—No es para tanto Dorian. Relájate.
Llegó tan rápido al Lennox Hill que no me lo podía creer. Ahora tendría una cuenta más de la que ocuparme, yo y mi estupidez…
—¿Te sientes bien? Estás algo pálida.
—Sólo algo mareada.
—Debe ser la cantidad de sangre que has perdido, pequeña. Vamos.
No pasamos por emergencias, me llevó directamente hasta el tercer piso, al ala de cirugía. Lo que me pareció una tremenda exageración de su parte. Pero comenzaba a sentirme realmente adormecida y no discutí.
—Buenos días. Podría llamar al Doctor Luke Williams por favor. Dígale que Dorian Archibald está aquí —avisó a la enfermera y ella enseguida lo llamó por altavoz. A los pocos segundos un hermoso hombre, alto, delgado, de cabello cobrizo y ojos verdes, con cara de modelo y vestido de médico se nos unió.
—¡Dorian que sorpresa hermano! —dijo con voz más gruesa de la que esperaba, el médico.
—Luke ella es Samantha, se lastimó, necesito que la veas por favor.
—Encantado Samantha. Ven conmigo.
Lo seguimos hasta un consultorio, Dorian me sentó en la camilla.
—Alaric tráeme una bandeja de sutura por favor —pidió Luke al enfermero —Bien preciosa veamos que tal está esto.
Quitó el repasador bañado de sangre de mi mano y se veía realmente mal, comenzó a limpiarla con cuidado.
—Sé excesivamente cauteloso Luke, es concertista y no quieres privar al mundo de su música ¿Verdad? —advirtió Dorian a quien suponía era un buen amigo.
—No te preocupes hermano. Lo seré. ¿Cómo te hiciste esto Samantha?
—Una taza se resbaló y me corté.
—Debes tener más cuidado preciosa, sobre todo si eres concertista. ¿Qué instrumento tocas?
—El chelo.
—Impresionante. Sentirás el pinchazo de la anestesia y luego un pequeño ardor.
—Okay —contesté temblorosa. Dorian se acercó a mi cabeza y me acarició con ternura.
—Tranquila, el dolor está en tu mente, pequeña.
—¡Eso dice el que no es pinchado! —no me gustaba mucho que me pinchen. Pero fue justo como dijo, a los segundos ya no sentía más nada. Luego de escarbar en mi carne en busca de residuos, tuvo que darme unas cuantas puntadas. Luego vendó mi mano y me mandó a hacerme una placa de Rx para ver que todo esté en orden. Él mismo nos acompañó hasta la sala. Entré y ellos me esperaron afuera. La placa no mostró nada grave.
—Sólo es superficial Samantha, pasa que las extremidades sangran mucho. Te daré unos antibióticos y un calmante para el dolor. Y en una semana deberás volver a que te revise y retire los puntos ¿De acuerdo?
—Claro. Muchas gracias. ¿Dónde dejo mis datos para que me envíen la cuenta?
—Samantha, ningún amigo de Dorian me pagará jamás. No te preocupes. Cuando vuelvas sube directo aquí y haz que me llamen.
—Bien. Nuevamente gracias.
—Un placer salvar la música —respondió guiñándome un ojo. Se abrazó a Dorian y se despidieron.
Ni bien subimos al ascensor Dorian sacó dos pastillas del frasco y me las dio para que las tome junto con una botella de agua. Era muy atento, demasiado, y yo comenzaba a sentirme más y más a gusto en su compañía. Subimos al auto y el adormecimiento volvió. Cerré los ojos para tratar de centrarme.
Desperté algo desconcertada, no tenía la menor idea de donde me encontraba, pero noté a través del gran ventanal que era de noche. Miré a mi alrededor tratando de entender dónde estaba. Era una habitación preciosa, las paredes están pintadas de un color durazno pulcro, el piso completamente cubierto de parqué oscuro. La cama era muy amplia y extremada y cautelosamente dispuesta, sábanas blancas con ribetes en gris hacían juego con el esponjoso edredón también en gris, al pie de cama una manta en durazno. Una alfombra negra encuadraba la cama y sus dos mesas auxiliares pequeñas, que sólo cargaban unas lámparas con pie de madera oscuro y pantalla metálica, un reloj despertador y un cenicero en la otra. Un sofá a uno de sus costados, en frente una cómoda haciendo juego con un televisor de plasma y detrás de ellos un hermoso ventanal con cortinas bl
—Despierta dormilona —la voz de Elle me trajo a la realidad—¿Qué hora es?—Las 6:45am, debo ir a trabajar, como me perdí el turno de anoche debo cubrirlo hoy.—De acuerdo, no te preocupes, ve.—Ya preparé el desayuno, mamá no se encuentra bien.—Yo me encargo, no te preocupes. Que tengas lindo día.Tomé mi teléfono y vi que tenía cientos de llamadas perdidas. Marqué a July.—Al fin das señales de vida —me reprendió ni bien atendió.—Lo sé, lo siento, no imaginas todo lo que pasó —le conté con lujo de detalle todo, el hospital, la casa de Dorian, la pelea de él y Jason. Todo. Mi amiga jamás vio con buenos ojos a mi novio, lo conocía bien, y sabía que tenía un temperamento
Me metí a la cama también, tomé un calmante para que no doliera tanto. Estaba triste, por supuesto, habían sido más de dos años juntos. Y si bien Jason no era un príncipe azul, lo quería. Y que todo termine así me dolía. No lo merecía, no era justo todo lo que me había hecho, sobre todo sin merecerlo. Pero ahora pertenecía al pasado, no lo perdonaría nunca. Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro sin compasión.Los días pasaron, la tristeza por la separación con Jason no me daba tregua. Dorian había llamado constantemente, pero no lo quise atender. No estaba de ánimo para ver a nadie.—Vamos Sami, levántate. ¿Quieres que vayamos a pasear? —me incitaba mi hermana.—No Elle, no tengo ánimos. Gracias.Resignada, apagó la luz y abandonó la habitaci&oacu
Con el corazón en la mano, me resigné a que no podía aspirar a un hombre como él. Me metí en la cama y me dormí.Mi hermana estaba terminando de arreglarse cuando me desperté. Me metí al baño y al salir preparé el desayuno, nos sentamos en la mesa y ambas estaban deseosas de saber cómo conocí a Dorian. Les conté de nuestro primer encuentro y de los siguientes. Mi madre entusiasmada, ya pensaba en una boda… “Ni siquiera quiso besarme” me repitió mi conciencia. Elle se marchó y yo para matar el tiempo me dediqué a limpiar. Aún no podía tocar, por lo que sólo me senté a garabatear unas partituras. Llamaron a la puerta y fui a atender.—¿Señorita Samantha Clark? —preguntó un joven repartidor con la cara llena de granos y un olor a marihuana tremenda.—Sí
La luz negra con pequeños matices rojos apenas iluminaba el lugar, era un largo pasillo que daba a unas escaleras angostas hasta llegar a un subsuelo. Dorian me sacó el tapado y el bolso, junto con su chaqueta y se los entregó a un joven que atendía el guardarropa. Luego había como una cabina, donde él entregó algo y pasamos a un amplio salón. La iluminación era casi tétrica, el lugar era muy amplio, había mucha gente. Sobre uno de los costados unos cuantos sillones y unas mesas bajas, al fondo del lugar ¿Mis ojos veían bien? ¿Cruces de madera?, no estaba segura. Luego una especie de bancos. Y otros mobiliarios que jamás había visto. En el costado opuesto una barra.Una joven muy hermosa se nos acercó. Vestía como una condesa o algo así. Su rubio cabello al aire se movía mientras avanzaba hasta nosotros. Dorian apretó con cari&ntil
No podía dejar de pensar en todo lo que había visto, y no llegaba a entender por qué lo hacían. Y lo que era peor, a Dorian le gustaba todo esto. ¿Pero qué tenía que ver conmigo? ¿Esperaba qué yo me uniera a su pequeño club de perversión? ¿Quería que fuera como Kim y Blake? ¿Sería capaz de hacer algo así? Estaba llena de preguntas. Y lo que era peor, estaba absolutamente curiosa por todo eso. Quería estar con Dorian, de eso no había dudas, pero ¿Estaba dispuesta a pasar por todo esto, para tenerlo? Y lo que más me asustaba de todo, era la enorme excitación que sentía, por mucho que me negué a aceptarlo, me había excitado, estaba empapada de mis propios fluidos, inquieta, deseosa…—¿Y bien? —interrumpió Dorian mis pensamientos.—¿Cómo dices?
Elle estaba sentada en la cocina ojeando una revista cuando entré.—Hola Elle.—Hola Sami. ¿Cómo te fue?—Bien, ya me quitó los puntos, me dio una semana más de reposo.—Perfecto. ¿Y cómo sientes la mano?—Bien creo… aunque algo adormecida. Quiero ver como la siento con el chelo.—Claro.—Vuelvo enseguida —me metí en la habitación y busqué el estuche de mi Müller. Era momento de saber si todo estaba intacto.El miedo me estremeció. El sólo pensar en no ser capaz de tocar… me senté en la cama, acomodé mi instrumento entre mis piernas y descansé el mástil en mi pecho, tomé el arco, cerré los ojos y dejé que la música fluyera en mí. Elegí una sonata de
Comencé a leerlo detenidamente, no me lo podía creer, realmente era detallado, más leía más se apretaba el nudo en mi estómago, una mezcla de temor y excitación se abrían paso en mí. Pero había algunas cosas que necesitaba discutir con él.Se acercó a la mesa trayendo la cena para los dos. Dejó frente a mí un plato de cordero a la ciruela con vegetales y papas al horno. Me sirvió una copa de vino y también se sentó en silencio mientras yo terminaba de leer. Me tomé unos minutos para sopesar mis opciones y di un trago a la copa. Lo miré a los ojos. Lucía intranquilo, ansioso, no lo sé con certeza. Corté y tomé un trozo y me lo llevé a la boca y lo saboreé.—Bien Sam. ¡Estás poniendo a prueba mi paciencia, di algo por favor!—Estoy tomando valor, dame un m