21 de febrero del 744 A.P.

Cuando Burchard despierta, la mujer que lo había auxiliado en un principio está de espaldas a él, mientras prepara algo en un recipiente de cerámica. Sale humo de él, así que asume que lo que sea que esté ahí, está muy caliente.

Intenta levantarse, pero el dolor que tiene en todo el cuerpo se lo impide. Sus quejidos alertan a la mujer, que se da la vuelta y le sonríe cálida.

—¡Oh! Ya despertaste, por un tiempo creí que no lo lograrías.

—¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy?

—Tranquilo, estás en Regoria, en el pequeño pueblo de la bahía.

De pronto el recuerdo de todo lo que pasó le llega de golpe, provocándole un fuerte dolor de cabeza. Se sienta de un tirón en la cama y se agarra la cabeza, preocupado.

—¡Moone! ¡El reino! —exclama.

Se revisa la ropa, un pánico le recorre la columna vertebral cuando se da cuenta de que no tiene la pieza del dragón.

»¡¿Dónde está?!

—Tranquilo —dice la chica levantando las manos—, ¿esto es lo que buscas? —Se saca del bolsillo el dragón d