22 de octubre de 1741El comodoro no se puede creer la desgraciada suerte que tiene Catherine Riley. Ni bien llegan a la playa y ella se zambulle en el agua unos minutos, un par de velas negras se divisan a la distancia. Para su mala suerte conoce ese navío muy bien, lo ha estado siguiendo desde que se volvió comodoro hace un par de meses, y es que, a sus escasos veinticinco años, ya es todo un militar reconocido por el reino de Regoria y Queen Bay. Andrew es el primero de su generación en llegar tan rápido a ser comodoro, y por sobre todas las cosas, él había jurado que sacaría a todos los piratas de las costas del reino del norte.Pero decirlo y hacerlo eran dos cosas muy diferentes. El comodoro se había enfrentado ya más de una vez sin éxito a la gran capitana del famoso fantasma del pacífico, y eso le estaba desesperando más de lo que lo aparentaba.Observa a la mujer pelirroja levantarse en el mar y voltearse a mirarlo con una sonrisa de satisfacción, ella tuvo razón, no la atrap
25 de octubre de 1741El sol se alza en el horizonte por el este. Catherine está de pie en la proa de su barco mientras deja que el viento marino haga volar su cabello y respira el aroma salado del mar. La isla de Birronto está frente a ella; y en ese momento no puede sentirse más feliz. Arden se acerca y la rodea con sus brazos, deposita un suave beso en su cuello y reposa su mentón en uno de los hombros de la mujer.Su tripulación está contenta y complacida por el gran botín que han conseguido. Llevan tres días bebiendo a todo lo que da y bailando en la cubierta, mientras Wyler toca música amena con su guitarra.—Esta vez sí que te luciste —comenta Arden—, con estas joyas, no tendremos que ir a atacar más barcos en un buen tiempo. Podríamos quedarnos en la isla y… —delinea la línea de sus hombros y baja hasta sus brazos desnudos, ella lo mira traviesa y le sonríe.—Recuerda que dijimos que iríamos a comprar esos nuevos cañones. —Toma la mano del pirata y la entrelaza a la suya, se g
27 de octubre de 1741Andrew se encuentra dando vueltas en la cama desde la noche, no puede conciliar el sueño por mucho que lo intente. Luego de girar de un lado a otro como un trompo, decide levantarse y enciende una vela que está sobre la mesa de noche. La vela tiene un sistema de cuatro lupas en cada punto cardinal para aumentar la intensidad de la luz.La madera está fría y hace un crujido seco bajo sus pies cuando se levanta; se asoma por la ventana y suspira con pesadez, el sol aún no ha salido del horizonte, pero los primeros rayos ya comienzan a iluminar el hermoso paisaje de la bahía. De nada le sirve quedarse en cama, pues ya es tiempo de alistarse para cumplir con sus obligaciones diarias.El comodoro ha sido convocado ese mismo día por nada menos que el mismísimo Rey de Regoria; Julius III. Tener que ir a verlo le causa una gran ansiedad. Sabe que no le irá nada bien debido a su pésimo rendimiento en los últimos meses.Los estragos que ha estado causando Catherine Riley y
26 de octubre de 1741 Es de mañana y la tripulación del fantasma del pacífico está lista para zarpar hacia la isla Gavedra. Catherine se encuentra todavía en el muelle terminando de ultimar detalles. Da un largo suspiro y dirige su mirada hacia el gran barco, hay una sensación que no termina de entender.Se supone que Heinrik averiguaría dónde se encuentran los saqueadores para así saber dónde ir cuando vayan a atacarlos; el problema, es que esa información sigue siendo desconocida, y si se va ahora mismo a la isla en el sur, demorará mucho tiempo en retornar.Gavedra queda tan lejos como la isla calavera, entre ir y venir, son dos largos meses de los que no sabe si dispone antes de que Arden sufra un destino incierto.—Mi capitana, ¿le sucede algo? —indaga Heinrik, quien la acompaña en ese momento.—Estaba decidida a irme a conseguir esos cañones, pero creo que ahora no estoy tan segura.—¿Qué la hizo cambiar de parecer?—Creo que perderíamos mucho tiempo si vamos primero a Gavedra
02 de noviembre de 1741El rey había sido muy amable con el comodoro, pues le cedió una flota de cinco barcos llenos de sus mejores hombres para ir en busca del grupo insurgente que amenaza con derrocar su reinado. Este día, Andrew se encuentra frente al puerto de Queen Bay otra vez.Le gustó su paseo hasta Vascaji, pero no hay nada como el salado aroma tropical de la bahía, el arrullo de las olas del mar y los sonidos de las gaviotas anidando o cazando a sus presas.A pesar de que Andrew es un hombre muy bien preparado, le abruma un poco la idea de comandar cinco navíos del rey. Los barcos flotan imponentes en el océano, tiene a su cargo a más de doscientos cincuenta hombres en total, si suma a los cincuenta tripulantes de cada uno de los barcos.Jacob, su primer oficial, se acerca al hombre, que todavía no se ha atrevido a abordar.—Comodoro, lo están esperando para zarpar, ya todo está listo —avisa. Le entrega su característica peluca blanca muy bien pulcra y amarrada; en ese momen
06 de noviembre de 1741La dirección que la capitana le había dado a Andrew era la correcta. Desde la celda donde está con Heinrik hay una pequeña ventana redonda por la que solo le cabe la mano, pero es suficiente para alcanzar a mirar la isla sin nombre a lo lejos en el horizonte.Llevan cinco días encerrados ahí, luego de que por un descuido de Heinrik, los descubrieran escondidos en las bodegas. La capitana está aburrida y hastiada de estar allí, lo único que tiene para distraerse es su mente. Piensa en esa noche en que él la amenazó con el cuchillo y la interrogó sobre los motivos de estar en su barco…—Ahora responda, ¿qué hace de polizona en mi barco? ¿Cómo llegó aquí?—Es una historia aburrida y larga de contar, no creo que usted tenga tiempo para escucharla.—Bien, no hables ahora, ya lo harás cuando no tengas otra opción. Esperaré a que me ruegues por un poco de piedad.El comodoro se dio la vuelta y se alejó de allí sin mirar atrás…Ahora, cinco lunas después, ambos están s
06 de noviembre de 1741Andrew no se esperaba que los saqueadores estuviesen tan bien armados y preparados. Nada lo hubiese alertado lo suficiente para lo que sucedió cuando iban a mitad de camino entre los botes y la armada del rey. Tuvo que saltar al agua fría y cristalina en medio del oleaje para lograr salvarse de los cañones que caían sin cesar contra él y sus hombres.Cuando logró llegar a la orilla, solo pudo contemplar con ira e impotencia como se hundían todos los barcos, destruidos por los ataques. Solo uno de ellos logró salvarse, y zarpó lo más lejos que pudo de allí; ruega que haya sido con la esperanza de buscar ayuda y traer más armamento y oficiales.Ahora está empapado, sus armas de fuego están tan mojadas que no funcionarán en un buen rato, y solo le queda sacar su espada para tratar de defenderse del grupo de saqueadores que viene hacia él y los hombres que quedan, a toda velocidad.—¡Mátenlos! ¡No tengan miedo, y no tengan piedad! —grita para dar ánimo a sus soldad
06 de noviembre de 1741Camino a los aposentos del lord, Catherine se lamenta una y otra vez haber hecho la estupidez de saltar a salvar al comodoro. Ahora, por tonta, porque no sabe qué demonios pasaba por su cabeza en ese momento, está en este aprieto, donde lo más probable es que no salga bien librada.Dos tipos la arrastran de los hombros en contra de su voluntad. Está asustada, pero no les va a demostrar miedo a ninguno de esos imbéciles que se creen superiores a ella.No tiene idea de cuándo surgió todo esto de los saqueadores, hasta hace poco ni siquiera había oído hablar de ellos, y de pronto, son un grupo insurgente de más de dos mil hombres. Le ha quedado muy claro que son una amenaza; no le importaría si solo amenazaran al rey o a Regoria, pues poco le importa la jurisdicción del reino continental del norte o su rey; pero estos hombres también amenazan a los piratas, y eso es algo que no puede tolerar.Los dos sujetos la hacen andar por un laberinto de pasillos, la capitana