De pronto Rous abrió sus ojos despacio. Cuando lo vio parado a un lado de la cama con una voz débil le dijo:
—Jeremith, estas aquí. —Él deseó huir de inmediato, pensó que no debió haber estado allí en ese momento, su corazón se había acobardado, y ahora le era difícil decirle que había decidido enviarla lejos. Con un tono distante le dijo:
—Solo pasé un momento a ver como estabas, pero ya me voy.
Ella se sentó con dificultad.
—¿Te irás?
—Eh si, solo pasé un momento, tengo cosas por hacer.
—Quiero que te quedes. —Dijo con voz dócil y bajó las piernas de la cama,
—Deberías quedarte acostada, has estado con fiebre.
—Estoy bien no te preocupes. —Rous había olvidado la discusión que tuvieron en el río y que Jeremith
Jeremith salió de la clínica y subió a su coche, deseaba estar tranquilo, pero por dentro era un vendaval emocional. Recostó su cabeza contra el volante preguntándose por qué era tan difícil toda aquella situación si se suponía, se estaba liberando de ella como lo deseaba; al menos en parte.Se fue a la empresa y se dirigió a la oficina de Alan, se quedó parado en el umbral de la puerta y le dijo:—¿Tienes tiempo disponible para hablar?—Sí, ¿Qué sucede? —Jeremith cerró la puerta.—Enviaré a Rous a Rusia. —Alan se sorprendió.—¡¿Y por qué la enviarás tan lejos?!—Bridget piensa que siento algo por Rous y quiere que la envíe.—Déjame corregirte, Bridget no piensa que estás enamorado de Rous, Bridget sabe
El doctor llegó a la habitación donde tenían a Rous y le pidió a su familia que los dejasen solos. En ese momento estaban con ella Sabrina y su hija Loren.—¿Cómo se ha sentido señora Remington?—Bien doctor, puedo caminar sin ayuda, ya recuperé mis fuerzas. Tampoco me ha vuelto a dar fiebre.—El informe dice que no ha querido comer.—No he tenido hambre.—Sabemos que está pasando por un fuerte problema emocional. —Rous sintió vergüenza, sabía que el doctor se refería a lo que ella había hecho en el bosque del vampiro.—Señora Remington, lo que sea que usted esté pasando puede ser remediado, y puede buscar ayuda profesional. —Él estiró la mano y le entregó una tarjeta.—En esa tarjeta está el número y dirección del consultorio del m
Rous caminó rápido hasta donde había dejado estacionado su pequeño auto, de inmediato subió a este, sentada frente al volante suspiró tocándose la frente; tenía por dentro un cumulo de emociones negativas que casi la hacían estallar. Decidió no quedarse allí por más tiempo, encendió el auto y fue a su casa. Sabrina la vio llegar y notó que estaba abatida de nuevo. Rous saludó a su tía y ella le preguntó: —¿Qué quería Jeremith? —Rous con desanimo en su voz respondió. —Nada importante, solo me dijo algunas cosas sobre el viaje. —Rous de dirigió a las escaleras—. Voy a mi habitación a descansar. Sabrina se dio cuenta que Rous no quería hablar y la dejó tranquila, la observó mientras subía las escaleras y dijo en voz baja: —Pobre muchacha, ese hombre si la ha hecho sufrir. Rous iba conteniendo sus emociones, estaba que estallaba de la impotencia que sentía por dentro. Entró a su habilitación, cerró la puerta y se sentó en la cama,
38Jeremith tenía los ánimos por el piso con todo lo que le estaba pasando a nivel emocional. Esa mañana estaba sentado detrás de su escritorio pensando en muchas cosas, especialmente en Rous y en todo lo que significaba. Ella era el centro del caos en su vida, el epicentro de todo lo que movía el piso y lo hacía inestable.De repente pensó en el abuelo, en sus constantes consejos de Alfa experimentado, a veces duro, cruel, pero certeros y objetivos para el bien de la familia y la manada. De repente decidió ir al cementerio a visitar su tumba.Se levantó de su silla y agarró la chaqueta del perchero. Después tomó las llaves del auto que estaban sobre el escritorio y salió al cementerio a llevarle flores.Pocos minutos después llegó, estacionó su auto y fue a comprar unas flores. Como era un cementerio especial reservado solo para los l&iac
LA DESPEDIDALlegó el día de partir a Europa. Toda la familia de Rous se reunió en la sala para darle la despedida, algunos le entregaron regalos para el viaje. Rous abrazó a cada uno de ellos; había lágrimas en sus rostros, sobre todo Ethan que jamás había esperado separase de su nieta. Nunca creyó que ella partiría tan lejos y por dos años. Ella lo abrazó por un rato con lágrimas en sus ojos y le entregó una carta.—Quiero que la leas en la noche a solas abuelo.—Está bien hija, lo hare en la noche. —Dijo el viejo entre sollozos.En la carta ella le contaba que estaba esperando un hijo, y sus planes de desaparecer por algún tiempo para ocultar su embarazo de Jeremith.Afuera ya la esperaba un auto de los Remington. Rous antes de salir de su casa les dijo a todos:—Les pido que me perdonen.—No
El avión aterrizó en Milán, en ese momento el aeropuerto estaba abarrotado con periodistas y camarógrafos de distintas partes del mundo, esperaban que la esposa —exiliada— del heredero de la manada Hochfinster pisara suelo italiano.—¿Qué está sucediendo? —Preguntó Alan al coordinador de seguridad que los esperaba en Italia.—Alguien le avisó a toda esa gente que la señora Remington llegaría a Italia en calidad de exiliada.—¿Quién habrá sido?—No lo sabemos.—Además ella no fue exiliada, solo pasará aquí una temporada.— En los medios de comunicación hay un revuelo al respecto.—Esto es increíble. ¿Ella podrá evadirlos?—No señor, lo único que puede hacer es no responder a sus preguntas.Ala
Jeremith salió de la oficina y se fue directo al apartamento que tenía con Bridget, ella ya lo estaba esperando, pensaban salir a una discoteca después de la media noche, pero Jeremith no estaba de ánimos para salir; sin embargo dejó que las cosas siguieran el curso de lo planeado, y saldría para complacer a la hermosa Bridget.Cuando llegó al apartamento fue a la habitación. La encontró en el jacuzzi dándose un baño d burbujas.—Como estas mi vida, al fin llegaste. —Jeremith le dijo con tono seco.—Es que me quedé atascado con algunos asuntos, pero aquí estoy. —Bridget lo notó irritado—¿Qué tienes?—¿A qué te refieres?—Me parece que estas algo tenso, ¿Acaso estas molesto conmigo? —Él la observó con el ceño fruncido.&md
Alan llevó a Rous al cuarto donde se encontraba Samanta. Era una perra de raza gran danés amamantando a sus cachorros.—Nacieron hace tres días. —La perrita levantó la cabeza, miró a Rous y después miró a Alan con inquietud.—Tranquila Samanta ella es Rous, no le hará daño a tus bebés.Los ojos de Rous se llenaron de ternura al ver la maravillosa escena.—Están lindos tus bebés. —Le habló a Samanta como si se tratara de una persona.—Pensé que yo era el único que le hablaba a los animales como si fueran personas.—Ellos entienden y sienten igual que nosotros.—Eso he pensado siempre, desde que estudié veterinaria en la universidad.—¿Eres veterinario? creí que eras economista.—¿Cómo Jeremith? no, yo estudié algo muy