—¡Eres tú quien no me ayudó cuando debías!Desde el accidente hasta ahora, si él me hubiera mostrado un poco de compasión, ¡no habría llegado a todo esto! No quería discutir con Luis, así que simplemente bloqueé todos sus contactos y los de su familia.Juana ya fue entregada a la fiscalía y al final le dieron siete años de cárcel, además de que tiene que compensarme con diez mil dólares. Al terminar el juicio, me acerqué a ella y le dije con sarcasmo: —¿Te parece algo divertido usar el accidente como una competencia para llamar la atención, de Juana?—¡Solo tuviste suerte de no morir y de tener una cámara oculta, si no, habrías sido tú quien perdiera! —ella me miró furiosa.—Ah ¿sí? Pero, aunque hayas logrado aprovecharte de la situación, Luis es un pobre diablo. Si nos divorciamos, él se va sin nada. Si yo muero, toda mi herencia se donará a la Cruz Roja, ¡tú y él no verán ni un solo centavo! —me reí despectiva.Juana es una persona interesada y superficial. Al escuchar esto, se
Como se suponía, Luis estaba decidido a demostrarme que sin mí le iría mucho mejor.Así que, al no conseguir patrocinadores, convenció a su familia de vender la mansión y los autos de lujo, logrando reunir casi tres millones de dólares, que invirtió todo en su laboratorio.Luis está investigando un chip; si tiene éxito, podría ganar una gran fortuna con solo las regalías de su patente.Pero investigar chips es algo bastante costoso. Invirtió alrededor de tres millones y no obtuvo ningún resultado. El experimento tuvo que ser interrumpido. Como no pudo conseguir nuevos patrocinadores, la escuela decidió hacer que Luis desocupará el laboratorio.Lo peor de todo es que la familia Martínez ha vivido a costillas mías durante muchos años, gastando sin pensar y con pocas habilidades laborales. Desde que mi empresa los hecho de patas para la calle, no les ha gustado para nada el dinero que ofrecen los trabajos normales, así que se han quedado en casa viviendo como haraganes viviendo de sus
—Patricia Cruz, ¿crees que, si tú y yo nos accidentásemos a la misma vez y estuviésemos en peligro inminente de muerte, Luis Martínez salvaría a quién? ¡Apuesto mil a una a que sería yo!En el instante en que cinco varillas de acero atravesaron mi costado, la pasajera del lado derecho, Juana Ortiz, retiró instintiva su mano del volante, y con desprecio dijo: —Debes aguantar un poco más, no te mueras tan pronto, no tendría chiste.Recientemente, ha estado lloviendo demasiado y hay mucha agua en la carretera.En la montaña, de repente, ocurrió una inundación, la gente entró en completo pánico, yo estaba concentrada en conducir y ni siquiera presté atención a Juana.Nunca imaginé que la estudiante a la que apoyé tendría tal malicia hacia mí.La miré con furia, pero ella ni siquiera me prestó atención alguna, solo usó su móvil para llamar a Luis, pidiéndole que viniera a rescatarla.El auto de Luis estaba justo detrás, no muy lejos de nosotras.Cuando recibió la llamada, vino corrie
Estaba desahogando toda mi rabia de manera histérica y cortante, con las lágrimas corriéndome hasta la boca, amargas y saladas.Pensé que, viéndome de esa manera, Luis finalmente vería la verdadera cara de Juana. Pero él solo respondió con cierta impaciencia: —Juana dice que provocaste el accidente a propósito para culparla. Al principio no lo creía, pero ahora veo que esto es verdad. Solo por celos, eres capaz de ignorar la vida de otros... ¿Verdad? Patricia, qué malvada eres, no me sorprende que mi familia te odie tanto. Me has decepcionado demasiado. —Luis colgó el teléfono.¿Quién sería tan loco como para arriesgar su propia vida por hacer daño a otro? Intenté llamarlo varias veces, pero no contestó, y al final me bloqueó. Lo que hizo fue demasiado cruel, y yo estaba llena por completo de ira y odio.Con tanta rabia acumulada, terminé escupiendo sangre sobre el celular y la camilla. El olor a sangre me invadía la nariz. Escuché el bullicio en el pasillo del hospital y los médi
Luis, sin pensarlo dos veces, respondió: —¿ Es un delito poner en peligro la seguridad pública? Todo fue porque malinterpretaste mi relación con Juana y provocaste ese accidente a propósito. Ella ni siquiera quería meterse contigo, y ahora tú quieres involucrar a la policía en esto y manchar su nombre.—Luis, qué bueno que me crees y me proteges. —Juana, detrás de él, lloraba.Mirándome con una expresión de tristeza, añadió: —Patricia, me provocaste una conmoción cerebral, y ni siquiera quería tomar represalias. ¿Por qué sigues insistiendo con eso? ¿Es porque soy joven, talentosa y bonita, y me tienes envidia? ¿Es por eso que intentas hacerme daño? —Juana lloraba con una cara tan tristeza que daba pena.Luis, conmovido, le secaba las lágrimas con ternura, y luego se devolvió hacia los policías:—Ustedes han sido manipulados por Patricia. Todo lo que dice son mentiras, cada palabra pronunciada es una completa falsedad. Aunque sea mi esposa, ya no puedo seguir encubriéndola. Patr
Mi mejor amiga, Verónica Morales, que es ejecutiva de una compañía de seguros, me dijo que últimamente los casos de los hombres que matan a sus esposas para cobrar el seguro no son para nada raros.En especial, mujeres como yo, sin padres y con dinero, son las más vulnerables a ser despojadas de todo por sus maridos.Verónica, por precaución, me sugirió instalar cámaras ocultas en la casa, en todas las habitaciones excepto en el dormitorio y en el baño, por si acaso. En ese momento pensé que tal vez era demasiado, pero ¡quién iba a decir que realmente serían bastante útiles!En la pantalla de mi celular apareció de manera repentina el video del accidente: Juana, sabiendo que había una inundación justo delante de nosotros, y que el camión de al lado estaba transportando barras de acero, intentó a cualquier costa arrebatarme del volante con una expresión aterradora.Luego, se veía cómo las barras de acero atravesaban todo mi cuerpo, y ella, sonriendo maliciosa, me decía: —Patricia,
Miro a este hombre que una vez amé y ahora solo me parece desagradable.—Dijiste que le di dinero a Juana y que a raíz de eso es que ella dice que humillaba, entonces ¿por qué debería seguir ayudándola?Hasta un mendigo tiene que agacharse para pedir dinero. Pero Luis y Juana están de pie, sacando dinero de mi bolsillo, ¡y me gritan! He vivido tanto tiempo y nunca he visto a nadie tan sinvergüenza como ellos.Luis se dio cuenta de que sus palabras se contradecían un poco, se sonrojó y no pudo pronunciar ni una sola palabra. Solo al verlo me producía asco. Justo era la hora del almuerzo y tenía hambre, así que fui a un restaurante de hot pot chino cercano.Pero, para mi sorpresa, Luis tuvo la imprudencia de seguirme. Pidió dos salsas y dejó una frente a mí antes de sentarse en la mesa de enfrente.—Comer debería ser el momento más agradable, así que no discutamos más, ¿vale? —Luis trataba de ser amable.Me puse seria y no dije nada. Luis empezó a contar los segundos mientras coc