—¡No digas tonterías! ¿Quién dice que no hay esperanzas? ¡En este mundo ocurren milagros todos los días!

Incapaz de aceptar esas palabras, tomó al líder del equipo de rescate por la ropa con fuerza, con una expresión especialmente agitada. Aurora era una gran persona y además llevaba una vida en su vientre. ¿Cómo podría el cielo ser tan cruel?

—Camila, tranquilízate.

Al verla así, Valentín la atrajo hacia sí. Esta mujer había estado parada en el acantilado todos esos doce días, obligando al equipo a seguir buscando en el agua. Si seguía así, podría terminar enloqueciendo.

—¡Suéltame! ¡Tú no entiendes nada!

Con esa fuerza que Camila usó para agarrarlo, apenas si podía zafarse de los brazos de Valentín, su cuerpo estaba tan débil que solo pudo descansar contra su pecho.

En su momento más doloroso, cuando deseaba morir, Aurora estuvo a su lado apoyándola. Pero ahora ella estaba desaparecida y Camila no podía hacer nada al respecto.

—Pero sé que ya no puedes más.

Verla todos los días al bo