—¿Jefe?

—Llévenme a la mansión.

Ezequiel se levantó con dificultad del sofá, sus pasos eran inestables pero su mirada destilaba frialdad y furia.

—Entendido.

Lautaro no se atrevió a decir más y abrió la puerta de la sala privada.

En la mansión Mendoza, Miranda lucía desanimada. Miró a Ignacio leyendo el periódico a su lado y enfadada se lo arrebató.

—¿Aún estás leyendo? ¿Qué lees? Nuestro hijo aún no se ha recuperado y ni siquiera vas a verlo.

—Ya lo llamé, Jazmín dijo que estos días Ezequiel no ha estado con ella.

Ignacio parecía ofendido, pero también tenía un presentimiento inquietante. Antes, la actitud de Ezequiel hacia Aurora parecía indiferente, impasible. Llegó a pensar que Ezequiel sólo se había casado con ella por insistencia del abuelo. Pero con esta situación, se dio cuenta de que Aurora no era tan insignificante para Ezequiel como parecía.

—¿Qué? ¿Jazmín no está cuidando a Ezequiel?

Al oír eso, Miranda se levantó del sofá. La infección pulmonar de Ezequiel aún no sanaba y