El plan de Zafiro fue existoso, aunque en el tiempo que tardó la policía en llegar recibió varios embates de los puños de Eduard, que parecía cegado por la misma ira que describía en el relato de su nacimiento como asesino. — Hemos recibido varias quejas de los vecinos por ruidos extraños . — Dijo la voz grave del Capitán en la puerta. Zafiro lloraba acurrucada en una esquina.— Creo que tiene usted la casa equivocada. — contestó Eduard escondiendo los puños manchados de sangre. — ¿ Le importaría si hablo con la propietaria de la casa? — Encuentro muy curioso que un Capitán de la policía conteste a una llamada por distubios. El policía sonrió. — Señor Rossi, sería tan amable de pedirle a la señorita Morales que salga, así puedo constatar que está bien y todo fue una equivocación de los vecinos... — Mi novia no se encuentra. — ¿ Entonces estaba usted gritando solo? Eduard le devolvió la sonrisa. — Tal vez me emocioné de más con un videojuego.— Ya veo... tal vez en esa misma
Rocco la dejó frente a una enorme puerta de metal. — Vamos entra, no tengo todo el puto día. zafiro estaba acostumbrada a sentir miedo. A enfrentar situaciones dolorosas que hubiesen fragmentado a la mayoría de las mujeres, pero allí de pie. Frente a aquella puerta, rodeada de campo y silencio sintió un pavor que no conocía. — No sirves para nada! — exclamó Rocco molesto. Haló la puerta con fuerza y está se abrió con un chirrido insoportable. — Entra. — ordenó sacando de nuevo la navaja. Zafiro caminó. La puerta chirrió de nuevo a sus espaldas y la oscuridad la envolvió por completo. Se abrazó a sí misma y echó a andar hacia la luz al final de la madriguera oscura. Sentía voces y pasos a lo lejos. No sabía si tomarlo como una buena o mala señal, pero siguió andando. Al final del pasillo, en el centro de la habitación había una silla, debajo de una luz amarilla.— Siéntate. — dijo una voz un tanto familiar. Zafiro titubeó. — Vamos pequeña, no me digas que ahora te asu
— Tenemos que hablar. — — ¡ Dios santo niño! Me has dado un susto de muerte. — El ama de llaves se llevó la mano al pecho apoyándose en la encimera. — Nana, ha pasado algo horrible. Ella suspiró secándose las manos con el paño de cocina que llevaba colgado de la cintura. Eduard arrastró una silla y se dejó caer con pesadez. — No sé que hacer, todo se ha vuelto confuso, creo que puedo estar cerca de otra gran crisis. — Apoyó los codos en la mesa y zurcó los cabellos con sus dedos. — Siento la oscuridad dentro de mí luchando por salir y temo no ser capaz de controlar mi ira, como aquellas otras veces... El rostro angustiado de la señora se tiñó con una marcada veta de miedo. Corrió hacia él y lo abrazó. — Hijo... no sé que está pasando, pero recuerda que la luz de Dios es superior a toda esa oscuridad que guardas dentro. El joven empezó a negar con la cabeza, apretando los ojos para contener las lágrimas. — No puedo hacerlo Nana, no puedo. Él se ha empeñado en destruirme
— ¿Lo hiciste ?Zafiro retorció la mirada. — ¿Y bien? — insistió Jaqueline. — Está hecho. — Lo sabía. — dejó escapar una risilla de triunfo. — No hay hombre capaz de resistirse a la tentación simplemente no está en su ADN una vez que les pones delante una chica bonita sin ropa todo pierde el sentido que tenía mucho más si creen que jamás serán atrapados ahora el policía está bajo nuestro control, ¿tienes el video? —Sí, pero aún no comprendo como piensas hacerlo. — Es sencillo querida, el apuesto policía tiene cierto poder concedido por su cargo y además. — Imitó el sonido del redoble de un tambor. — Es un hombre prometido, ahí está su debilidad. Zafiro intentó ocultar el asombro. — Tontita mía… ¿ Te gustó el policía? Jaqueline sonrió en un ademán de burla. — No, ¡Qué va! No digas tonterías. —Mintió Zafiro. — Yo entiendo que tu manera de llegar al negocio fue un poco traumática y que al principio no podías comprender bien que cada hombre al que te entregabas no sería el amo
— No, no, Jacqueline, es demasiado. — No hay tal cosa como demasiado. — Sí lo hay, si estos hombres se sientan a conversar no tardaran en atar cabos y todo tu plan se irá al carajo. — Ese es tu error cariño, pensar que los hombres se sientan a conversar, sobre todo de situaciones tan bochornosas. Además ninguno es amigo del otro y tú trabajo es darle a acada uno una versión de ti misma tan diferente que jamás puedan imaginar que eres la misma mujer. — No... no —. Protestaba Zafiro moviendo la cabeza de un lado a otro. — ¡ Basta ya ! ¡Harás lo que te digo! — Girtó Jaqueline colérica. Zafiro la miró con desprecio. — Perdóname, estamos juntas en esto —. Jaqueline le pasó la mano por encima. — Te prometo que si lo haces te daré una sorpresa que te encantará. — No hay nada que puedas darme que alivie el dolor que llevo. Me he convertido en una marioneta. — ¡ Ay no digas sandeces! ¡Cómo te gusta el dramatismo! — Es lo que soy. Un títere que tú, Lorenzo, y hasta el mis
— ¿ Acaso no sabe quien soy? ¿ No sabe quien es mi padre? — Le aconsejo que guarde silencio y espere con calma a que llegue su abogado. — ¿ Abogado? Yo no he llamado a nadie. — Nosotros lo hicimos —. Sonrió el policía. — Sería la primera vez que la policía llama al abogado antes que el mismísimo cliente. — ¡Ah, hijo de la gran puta ! Esta vez no te nos vas a escapar. Eduard comenzó a ponerse nervioso. — Pagarás por lo que hiciste a esas chicas. Ya no estás protegido. La mitad de este departamento te tiene ganas y la otra mitad al degenerado de tu padre. Uno a uno irán cayendo, esto es solo el principio, la justicia por fin llega a tu puerta. — Es muy amable de su parte recibirme con tan poco aviso, señor alcalde. — Mi secretaria me ha dicho que tiene usted una propuesta sumamente interesante. — Es una chica muy amable. Clienta asidua de mi floristería. El alcalde permaneció en silencio, la sonrisa amable desapareció de su rostro, y miraba su reloj con insistencia.
— ¿ Detenido? — Me temo que sí, el alcalde dice que el Capitán de la policía tiene evidencia irrefutable en su contra, y que no ha podido hacer nada para defenderlo esta vez —. Contestó Rocco y encendió su cigarrillo. — ¿ Hace cuánto? — Apenas unas horas. ¿ Quiere que vaya hasta allí y me encargue ? — No, no. Tal vez esto nos convenga después de todo. ¿ Sabes si ha llamado a su abogado? — No lo sé, pero deberíamos hacerlo si es su intención defenderle. — Nada más lejos de eso, querido amigo, nada más lejos —. Murmuró Lorenzo frotándose las manos. — ¿ Y ella? ¿ Estaba con él en el momento de la detención? — No lo sé, he perdido contacto con el activo que debía vigilarla. — ¡Maldito inútil! ¡Encuéntrala! Los gritos de Lorenzo, lejos de incomodarlo a asustarlo lo motivaron y Rocco sonrió. Tenía a su jefe de vuelta, pero se preguntaba si no era demasiado tarde. — Aún pienso que esta no es la manera correcta — Protestaba Zafiro, sentada en el auto de Jaqueline. — Deja q
— ¿ Dónde está mi padre?Los ojos de Rocco se desorbitaron con la sorpresa. — Está ocupado —. Contestó cuadrandose frente a la puerta cerrada. — Déjame pasar. — Tengo órdenes. — Y yo poca paciencia. El sicario sonrió. — Eres adorable cuando intentas imitar a los hombres. Eduard lo tomó por la camisa. — ¡Quítate del puto medio ! El hombre no se movió. Contestó empujándolo con tal fuerza que lo hizo caer al suelo. — ¡Tú lo has querido! — Eduard se puso de pie alzando los puños. Rocco volvió a reírse. Con una simple llave lo inmovilizó, entre carcajadas. Eduard estaba furioso y gritaba como un niño pequeño con una rabieta incotrolable. — Rocco. Lo soltó en el acto al sentir la voz de Lorenzo a sus espaldas. — Hijo, que sorpresa encontrar aquí. — Supongo que una muy grnade, dado que pensabas dejar que me podriera en aquella celda —. Se acomodó el traje, escupió a los pies de Rocco y entró en el despacho sin mirar a los ojos de su padre, que suspiró con pesadez. — Ya no ere