❝Debimos arder, Keegan. Debimos arder ese día, debimos morir, hubiese sido lo mejor para ambos. Tu estabas jodido igual que yo, eso habría sido un regalo.❞
Aliyah M. Rosemonde
*
—¿Ho-Hola?—la anciana a penas puede pronunciar una palabra seguida al otro lado de la línea.
—Betsy...—susurro negando, no puedo evitar soltar un bostezo.
—¡Aliyah, socorro!—grita ella colgando.
Y este es mi recordatorio de porqué no debí de haberle dado mi numero de teléfono a Betsy, la anciana del barrio que habitualmente me toca patrullar.
Ahora me tocaría levantarme de mi cama y mover mi pesado culo hacia la casa de la señora para ver como sorprendentemente no hay ladrón ni peligro alguno y si dos tazas de café en una mesa junto a una señora mayor que lo único que desea es compañía y calor humano. Me pregunto si no tendría hijos ni marido...
Finalmente a pesar de que a regañadientes me levanto de mi cama, enciendo la luz, me pongo el uniforme y me dispongo a salir de mi habitación.
En el sofá Mireia, parece profundamente dormida asi que decido no molestarla. Asi solían ser mis mañanas, rutinarias y mediocres.
Finalmente camino calle a bajo hacia la casa de la señora Betsy encontrándome con inesperadamente esta vez sin café pero dos chocolates calientes y una anciana sonriente en la puerta.
Lo positivo es que esta noche saldría con las chicas, me obligo a pensar.
Ella intenta fingir miedo y preocupación pero no puede evitar dejar ir una sonrisa de lado a lado al verme.
—Aliyah—me saluda—¿Te puedes creer que se ha marchado ya ese ladrón peligroso que viene cada semana?—añade con falsa sorpresa.
Niego con diversión mientras la tomo del brazo y camino hacia su salón cerrando la puerta.
Al menos el café de mis mañanas era gratis.
—¿Y cómo están tus padres?—pregunta ella finalmente.
—Muy bien, señora Betsy. Ya sabes que el general y la enfermera nunca descansan—sonrío.
—Eso está bien... ¿Y Dani?—añade ella mientras tomamos asiento.
—Él también está bien, no te preocupes.
(***)
Mis tacones resuenan por las sucias y desiertas calles, a esta hora de la madrugada no había nadie y menos cerca de la zona donde me encontraba.
Al llegar finalmente a un punto en el que Carlos no pudiese encontrarme, decido sentarme, veo pasar todo de forma distorsionada, estoy ebria, demasiado para mi gusto. Me siento perdida y angustiada, tengo todo mi maquillaje corrido por la cara, mi pelo enredado y mi ropa sucia. Aún borracha como estoy, puedo darme cuenta de la gravedad de la situación, no debería de haber salido del lugar sin haber avisado al menos a mis amigas. No puedo evitar que las lágrimas corran una vez más libres por mi rostro. Sin lugar a duda, había sido la segunda mala decisión de la noche, la primera fue darle una segunda oportunidad a Carlos después de que volviese a engañarme con Tina, mi compañera de trabajo y también de patrulla, para que al final de esta misma volviese a hacerlo con una desconocida. Me siento tan estúpida e ingenua. Supongo que fue por eso que no pensé con claridad y decidí huir del sitio sin más. Cuando ves a tu novio meterle la lengua a una extraña después de haberte dicho que jamás volvería a hacerlo, no puedes pensar en mucho más que en recoger las piezas rotas de tu pobre corazón e intentar mantener tu dignidad a cualquier precio.
Entonces, llorando a viva voz, es cuando me doy cuenta de que hay cinco hombres al final del callejón de única salida, mirándome de forma lasciva, siento asco y rabia, ellos también se habían dado cuenta de mi presencia. Tengo frío y siento demasiado miedo para intentar escapar, ellos están en la única salida y entrada del lugar. Podría intentarlo pero sería toda una misión suicida. Tanteo la posibilidad de volver al antro, pero mis sentidos me fallan y acabo llamando aún más la atención. Además ya estaba lejos. De nuevo, las lágrimas amenazan con salir.
Los miro seria, no les dejaría ver que tenía miedo. Ellos sonríen coordinados, como si lo hubieran ensayado. Todo mi vello se eriza ante ese gesto.
De repente, el foco de un coche nos alumbra, entrando con fuerza. No entiendo el porqué pero no puedo evitar sentir como poco a poco la esperanza invade mi estómago. Del automóvil salen dos hombres vestidos de negro y con gafas del mismo color, uno se mantiene firme dejando abierta la puerta. Y con toda la elegancia del mundo dos zapatos de hombre aparecen, acompañados poco después por la silueta del dueño. No puedo distinguir nada de su aspecto, no sé si era rubio o moreno, solo se que es grande, alto, de espalda ancha. Mi vista cada vez está peor, al igual que mi sentido del equilibrio, maldigo una vez más mi embriaguez.
Finalmente y con las últimas fuerzas que aún resisten en mi cuerpo, echo a correr hacia el desconocido en un intento precario de salvar la vida. Es más que obvio que cualquier persona normal no dejaría una joven desamparada en un callejón oscuro rodeada de posibles violadores, es hasta lógico. Nunca en mi vida me había sentido tan vulnerable, tan pequeña, tan indefensa des de...Me obligo a mi misma a no pensar en ello, a mis veinte y ocho años no había vuelto a dejar que nada de lo vivido en el pasado volviese a afectarme en mi vida diaria y menos aún dejar que la sensación de miedo me dominara, después de todo era una agente de la ley.
Bajo la atenta mirada y sorpresa de mis posibles violadores, enredo mis manos al cuello del desconocido con toda la familiaridad que puedo. Él no reacciona. Podríamos decir que era como si me abrazara a un palo de hierro, frío y duro. Ni siquiera muestra algún tipo nerviosismo o malestar, como hubiese hecho cualquier otra persona normal, se muestra totalmente imparcial ante mi gesto tan atrevido.
Lo miro a los ojos, de cerca puedo apreciar que son del mejor ámbar que seguramente he podido ver en toda mi vida y que seguramente no volvería a apreciar en muchísimo tiempo. Intento buscar alguna reacción en ellos, en vano, sigue manteniéndose ajeno a todo.
—Cariño, estás aquí. ¿No ves que estaba perdida? Mira esos hombres, me querían hacer pupa, a mí, tu bizcochito —hablo haciendo un puchero infantil, me sorprende la naturalidad con la que sale, digno de una niña de seis años. Puedo apreciar de reojo como los guardaespaldas esconden de forma estoica sus carcajadas. No me molesta, seguramente, yo también me hubiese reído de haber sido al revés.
A lo que el palo de hierro, lo llamaremos así, coloca sus manos en los bolsillos de su traje de aspecto caro y de un color gris, puedo sentir también cómo aprieta la mandíbula para luego terminar en una sonrisa malvada y misteriosa. Por un momento llegó a sentir, muy a mi pesar, como mis piernas se derriten ante sus gestos tan...No había una palabra adecuada para describirlos.
—Cariño, métete en el coche. Yo me encargo de ellos —pronuncia con firmeza el palo de hierro finalmente, su voz es digna a su persona, dura, fría y varonil. No puedo evitar tragar saliva, ¿y si me estaba metiendo en otro lío más grande yo solita?
Algo me dice que meterme en ese coche será la cuarta peor decisión de la noche, la tercera fue llamarme a mi misma bizcochito.
Nunca hubiese pensado que vender mi alma al diablo sería algo así como subirse al coche de un desconocido.
Oh, yo no necesito una mano para sujetarme,incluso cuando la noche es fría,tengo fuego en mi alma.—G-Eazy,Me, Myself and I.K E E G A N—¡Lárgate! ¿Qué no entiendes? ¡No te quiero escuchar, maldita puta!—hago una pausa al ver como el dolor se apodera de su mirada— ¡No quiero volverte a ver cerca de mi hija! —añado con rabia, acabo
Y, me siento tan fría,esta casa ya no se siente como un hogar.—Ben Cocks,So cold.A L I Y A H—¡Mamá! ¡Papá! —sollocé tosiendo por el humo, apenas me dejaba respirar, caminé como pude por el pasillo sin saber qué dirección coger. La intensidad en aumento del fuego fue suficiente guía para llevarme hacia su habitación. El caos hab&iacut
Desearía ser lo suficientemente fuerte para levantar a nadie excepto a nosotros dos,algún día, seré lo suficientemente fuerte para levantar a nadie excepto a nosotros dos.—B.oB ft. Taylor Swift,Both of us. K E E G A N Después de un intenso y gran silencio me miró seria y luego intentó dedicarme una sonrisa, pero la cosa se quedó en mueca. Acto seguido miró a Lou como si fuese un alien para volver su mirada a mi. Y pensar que esa mujer, era mi enemiga letal... Parecía demasiado inocente e inofensiva como para ser la enemiga de algu
Y todas las cosas que no dije,son como bolas de demolición en mi cabeza.—Rachel Platten,Fight Song.A L I Y A HDespués de nuestro casi beso, y su broma sin sentido, Keegan había decidido marcharse dando un portazo a la puerta, ya desgastada de esa habitación. Parecía que había estando recibiendo golpes muy duros últimamente justo como el dueño.
Bésame en el pasillo,pero rápido para decirme adiós.—Halsey,Ghost.A L I Y A H—Señora Ross, despierte—la voz de una mujer hace que abra los ojos asustada, rápidamente me levanto sobresaltada. Ahogo una maldición al amanecer de nuevo en la casa de Keegan Ross, tomo aire con fuerza ajena a lo que sucedía a mi alrededor.Es ah&i
Ahora estoy ganando la guerra,ahora lo estoy ganando todo,miro las lágrimas mientras caen.— Sia,I'm still here.A L I Y A HMe llevé una mano a la cabeza intentando arreglar el arreglo floral que hoy llevaría, todo había sido precipitado, me hubiese gustado decir que estaba tan emocionada como debería estarlo una novia en su gran día, pero no lo estaba porque ni esto era una boda de verdad ni yo era una novia enamorada. Veo ajena a todo como la peluquera y la maquilladora realizan su trabajo canturreando mientras Rose y Te
Eres tan hipnotizante,podrías ser el diablo,podrías ser un ángel.—Katy Perry,E.TA L I Y A HHabíamos hecho parada en el aeropuerto para coger el avión privado de los Ross. Había llegado a un punto en que ya no sabía que hacer ni que pensar, tan solo me dejaba arrastrar por Keegan. Él parecía tenerlo todo claro.Estaba exhausta, así que cuando finalmente subimos a su avión, no pude evitar buscar la mejor postura para dormir. Mi
Navego...Quizás debería gritar pidiendo ayuda,quizás debería matarme.—AWOLNATION,Sail.A L I Y A H—¿Dónde estás? Aliyah, por favor...Quiero que salgas de donde estés... Ahora mismo. Aléjate de los Ross... Tú vida...Tú vida, está en peligro mortal, hija...Me he equivocado, estamos jugando con fuego... —su voz sonaba preocupada, negué seria al teléfono, ni siquiera me acordaba que Rose me lo había regalado por motivos de la boda, me lo hab&i