Esteban había llegado a un punto de quiebre. Las dudas que habían comenzado a nublar su juicio se habían convertido en certezas inquebrantables. La manipulación de Allison, sus mentiras, su egoísmo, todo lo que había hecho para mantenerlo bajo su control, ya no podía ignorarlo. Y lo peor de todo, el daño que ella había causado a Alanna, a la mujer que realmente amaba, era algo que no podía perdonar.En cuanto las puertas de su mente se abrieron a la verdad, Esteban se sintió liberado, pero a la vez atrapado. Quería estar con Alanna, quería estar lejos de Allison, pero sabía que su decisión no sería fácil. La presión de su familia, la obligación que sentía con los Sinisterra y el matrimonio que se había planeado durante tanto tiempo, lo mantenía cautivo.Una tarde, después de días de tensas reflexiones, Esteban decidió confrontar a sus padres. Esa tarde Esteban se dirigió a casa de sus padres. Sentía que no podía seguir ocultando sus sentimientos ni seguir viviendo una mentira. Había l
Allison observaba a Alanna desde la distancia, su mirada fija y calculadora, como si estuviera disfrutando del momento que había estado esperando. El ambiente en la mansión, llena de risas y música, pues Miguel se había reunido con unos amigos, era perfecto para desatar su pequeño caos. La mansión, con su majestuosa piscina iluminada por luces tenues, parecía ser el escenario ideal para su jugada. Mientras los amigos de su hermano conversaban despreocupados, Allison se mantenía en el borde de la piscina, fingiendo una tranquilidad que no tenía nada que ver con su interior. Sus ojos, sin embargo, no podían disimular la malicia que ardía en su pecho. Cada movimiento suyo estaba calculado, cada palabra elegida para sembrar discordia.De repente, en un giro de su muñeca, soltó una frase cargada de veneno. Las palabras fueron tan fuera de lugar, tan cuidadosamente dirigidas a Alanna, que provocaron el efecto inmediato que Allison deseaba: Alanna se giró hacia ella, el rostro de sorpresa se
Alanna despertó lentamente, el agua aún recorriendo su rostro y sus ropas empapadas pegadas a su piel. Su cabeza daba vueltas y su pecho aún sentía un pesado peso por la mezcla de agua ingerida y el cansancio. Aunque Leonardo la había rescatado y la había mantenido a salvo, no pudo evitar sentirse débil y vulnerable, el cuerpo aún temblando por la reciente angustia.Leonardo, al verla despertar, le dio una mirada suave, pero con la misma firmeza que había mostrado antes.—Te dejaré sola un momento, voy a buscarte algo de ropa seca —le dijo con tono calmado, antes de salir de la habitación.El instante en que Leonardo se alejo, la tensión en el aire se cortó con la llegada de Esteban, quien estaba a punto de tomar ventaja de la situación. Alanna, que aún estaba algo aturdida, se quedó en la silla, sin mover un músculo, pero con el corazón palpitante, sabiendo que Esteban no la dejaría en paz tan fácilmente. Esteban avanzó hacia ella, su mirada fija, tensa.—¿Por qué sigues hiriendo a A
Leonardo había dedicado horas a investigar cada rincón del pasado de Allison, y finalmente las piezas del rompecabezas encajaron. Lo que había comenzado como una simple sospecha ahora estaba respaldado por pruebas irrefutables. Allison, la chica que había caído al agua fingiendo desesperación, no solo creció cerca del mar, sino que también sabía nadar a la perfección. No había miedo al agua en ella, solo una astuta manipulación. Las pruebas eran claras, y no había forma de que Allison pudiera negarlo.Cuando Leonardo, con rostro firme y una mirada implacable, presentó la evidencia frente a la familia, el silencio se hizo pesado. Miguel y Esteban se quedaron boquiabiertos, incapaces de procesar la información de inmediato. Ambos se miraban entre sí, desconcertados y profundamente sorprendidos por lo que acababan de descubrir. Sin embargo, la madre de Allison, que había permanecido en segundo plano hasta ese momento, no podía ocultar el nerviosismo que la invadió. Sus manos temblaban mi
—¡Basta! —gritó su madre, interponiéndose entre ellos con lágrimas en los ojos—. ¡Lo estás lastimando!Pero su padre no escuchaba. Esteban cayó al suelo, sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca. Su cuerpo entero ardía, pero en medio del dolor, algo dentro de él se fortaleció. No iba a ceder. No podía. No después de todo lo que había descubierto, de todo lo que había perdido.Finalmente, su padre se detuvo, respirando con dificultad, su rostro rojo de ira. Esteban se levantó lentamente, apoyándose en la pared para mantener el equilibrio. Sus ojos se encontraron con los de su padre, y en ese momento, supo que no había vuelta atrás.—No importa cuánto me golpees —dijo, su voz temblorosa pero llena de determinación—. No voy a casarme con Allison. Prefiero morir antes que vivir en una mentira.Las palabras cayeron como un mazazo en la habitación. Su padre lo miró con una mezcla de incredulidad y desprecio, pero Esteban ya no le temía. Sabía que la lucha no había terminado, pero
La mansión de los Sinisterra era un hervidero de actividad. Falta solo un día para la boda de Alanna y Leonardo, y cada rincón de la casa estaba lleno de movimiento. Criados corrían de un lado a otro con ramos de flores, manteles bordados y cajas llenas de decoraciones. El sonido de las risas y las conversaciones animadas llenaba el aire, pero en medio de todo el bullicio, Alanna parecía flotar como una sombra, ajena al caos que la rodeaba.La señora Sinisterra, con su habitual eficiencia, supervisaba cada detalle. Su voz resonaba por los pasillos, dando órdenes y corrigiendo cualquier imperfección. Para ella, esta boda no solo era un evento social, sino una oportunidad para consolidar el estatus de la familia. Y aunque Alanna era su hija, la relación entre ellas seguía siendo tensa, fría, como un muro invisible que ninguna de las dos parecía dispuesta a derribar.—Alanna —llamó la señora Sinisterra, acercándose a su hija con un abanico de seda en las manos—. Necesitamos que elijas lo
La noche había caído sobre la mansión de los Pérez envolviendo todo en un silencio pesado y opresivo. Esteban yacía en su cama, con los ojos abiertos, mirando al techo. El sueño no llegaba, y su mente estaba atormentada por pensamientos que no podía controlar. Desde que había descubierto las mentiras de Allison, desde que había sido encerrado en esa habitación como un prisionero, su vida se había convertido en una pesadilla interminable.De repente, un murmullo bajo pero perceptible llegó a sus oídos. Provenía del pasillo, justo afuera de su habitación. Esteban se incorporó lentamente, inclinándose hacia la puerta para escuchar con más atención. Eran voces de mujeres, susurrando entre sí, como si no quisieran ser escuchadas.—¿Ya supiste? —dijo una voz, que Esteban reconoció como la de una de las empleadas más jóvenes—. Mañana es la boda de la señorita Alanna Sinisterra con don Leonardo.—Sí, lo escuché —respondió otra voz, más grave, perteneciente a una de las cocineras—. Pobre la se
La habitación de Esteban estaba sumida en una oscuridad opresiva, solo rota por la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana. Esteban estaba sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos. Su respiración era agitada, y sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y desesperación. No podía seguir así. No podía permitir que su vida se convirtiera en una mentira más, en una farsa que otros habían escrito para él. Con un movimiento brusco, se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, como un animal acorralado.—¡No puedo seguir así! —gritó, golpeando la pared con el puño cerrado, y arrojando al suelo la estantería con sus libros—. ¡No puedo! — Tengo que impedir esa maldita boda.El sonido de pasos en el pasillo lo hizo detenerse. La puerta se abrió lentamente, y su madre apareció en el umbral, sosteniendo una vela que proyectaba sombras temblorosas en las paredes. Su rostro estaba marcado por la preocupación, pero también por una tristeza profunda.—Esteban —d