Capítulo 32: Fiebre y Frialdad

La mañana en la mansión Sinisterra transcurría como siempre. El desayuno ya había comenzado cuando Alanna bajó las escaleras con su característico retraso. Apenas cruzó el umbral del comedor, sintió la mirada severa del señor Sinisterra sobre ella.

—Llegas tarde otra vez —espetó con su tono rígido, dejando su taza de café sobre la mesa—. Espero que, al menos, entiendas que aquí hay reglas.

Alanna tomó asiento sin inmutarse, sirviéndose un poco de té sin siquiera mirarlo.

—Tomo nota, señor Sinisterra —respondió con frialdad, sin darle mayor importancia.

El ambiente en la mesa estaba tenso, pero a ella le daba igual. Sin embargo, conforme pasaban los minutos, notó una ausencia.

Leonardo no estaba.

Aquello era extraño. Siempre era el primero en llegar al desayuno, manteniendo su postura de hombre imperturbable. Pero hoy… nada.

Frunció el ceño y observó a su alrededor. Nadie más parecía notarlo o preocuparse. Decidió no darle más vueltas y se levantó con calma, ignorando las miradas curio
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