Alanna caminó junto a Leonardo, su corazón latiendo con fuerza, aunque su rostro seguía sereno. Sabía que él disfrutaba de estas situaciones, del control absoluto que ejercía sobre todos. Pero lo que más la inquietaba era que, por primera vez, la había defendido.—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, cuando ya estaban lo suficientemente lejos de Esteban y Allison.Leonardo la miró de reojo, con una sonrisa ladeada.—¿Esperabas que me quedara de brazos cruzados mientras un idiota te humilla?—No necesito que me defiendas.Leonardo rió con burla.—Lo dices como si tuvieras opción. Eres mi prometida. Nadie más que yo puede hacerte la vida miserable.Alanna sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero no dejó que él lo notara.—¿Y qué gano con tu "protección"?Leonardo se detuvo y la observó con intensidad.—Un enemigo menos. Y eso ya es bastante.Antes de que ella pudiera responder, él abrió una puerta y la hizo entrar.Era la biblioteca. Un lugar silencioso, con estanterías imponentes qu
La mansión de los Sinisterra tenía un ambiente enrarecido. Entre sonrisas falsas y palabras cargadas de hipocresía, la diferencia entre Alanna y Allison se volvía cada vez más evidente.Leonardo lo había notado desde el primer día.Aparentemente, la familia mostraba una cortesía igualitaria entre ambas, pero había algo podrido en la forma en que trataban a Alanna.Estaba en los pequeños gestos, en los comentarios apenas perceptibles, en la manera en que cada vez que Allison se victimizaba, la balanza se inclinaba a su favor.Ese día, la familia estaba reunida en la sala principal.—Alanna, querida —dijo su madre, con su tono siempre condescendiente—, ¿te importaría ayudar a Allison a elegir su vestido para la gala de esta noche? Seguro que tu buen gusto le será de ayuda.Allison, sentada con la espalda recta y una sonrisa triunfal, fingió humildad.—Oh, no quiero molestar a Alanna, mamá. Sé que está ocupada.La señora Sinisterra le tomó la mano con dulzura.—Pero, cariño, esta gala es
La noche de la gala llegó envuelta en un aire de expectación. La gala era un evento organizado por los Sinisterra ,con el propósito de fortalecer alianzas y mostrar su posición social. Asistirían empresarios influyentes, miembros de la alta sociedad y familias con las que buscaban estrechar lazos..Alanna se quedó mirando su reflejo en el espejo con una expresión neutral. El vestido que su madre le había dado era sencillo, demasiado sencillo para un evento de tal magnitud. Un tono beige apagado, con un corte simple que no resaltaba su figura ni tenía detalles que lo hicieran destacar.No era un vestido feo, pero tampoco estaba a la altura del evento.Sabía que su madre no lo había elegido así a propósito. Pero Allison quería brillar y su madre, como siempre, había apoyado la idea sin cuestionar nada.Un suspiro escapó de sus labios. No le importaba. O al menos, eso intentaba repetirse.Se dio la vuelta para salir de la habitación, pero al abrir la puerta, su cuerpo se tensó. Leonardo
Alanna lo miró de reojo.—¿Eso no te molesta? Pensé que querías que pasara desapercibida.Leonardo la guió con sutileza entre la multitud.—Me molestaría más que me avergonzaras. Así que, por esta noche, compórtate.Antes de que Alanna pudiera responderle, una voz familiar los interrumpió.—¡Alanna, querida!Su madre.La madre de Alanna la observó con detenimiento. Sus ojos recorrieron cada detalle del vestido, su porte elegante, el brillo de su piel bajo las luces del salón. —Alanna… te ves preciosa —dijo con dulzura.Alanna se detuvo en seco. Aunque era común recibir halagos de su madre, una parte de ella se negaba a creerlo del todo. Durante años había sentido que su madre siempre ponía a Allison primero, sin darse cuenta de cuánto la relegaba.Sin embargo, en ese instante, no hubo comparación con su hermana. No hubo comentarios sobre Allison ni sobre cómo debería comportarse. Solo una madre viendo a su hija radiante.Alanna apartó la mirada y se obligó a no dejar que aquella pequ
El murmullo comenzó a extenderse por el salón.—Siempre ha sido así… —susurró una voz.—No es sorpresa que se porte así con Allison… —dijo otra persona.—Por más hermosa que se vea esta noche, sigue siendo la misma de siempre.Las palabras se clavaban en el aire como dagas.Alanna mantuvo su expresión de mármol, pero por dentro, la rabia la consumía.—No seas ridícula, Allison. —Su voz salió calmada, sin un atisbo de duda—. Tú misma te echaste el vino.—¡Eso no es cierto! —Allison parecía a punto de romper en llanto—. Tú siempre me has odiado y esta noche no soportaste que me viera mejor que tú.Alanna apretó la copa entre sus dedos. No podía creer hasta qué punto estaba dispuesta a llegar.Y entonces, Esteban dio un paso al frente.—Alanna, ¿hasta cuándo? —su voz sonó dura, desaprobadora—. Siempre es lo mismo contigo.Alanna sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esteban. Por supuesto que él la creería.Lo miró a los ojos, buscando algún indicio de duda en él, alguna prueba de q
El regreso a la mansión Sinisterra estuvo cargado de tensión. Mientras la familia viajaba en un auto, Alanna lo hacía en otro, acompañada por Leonardo. El silencio entre ellos era denso, casi asfixiante. Leonardo mantenía la mirada fija en la carretera, su expresión inescrutable, mientras Alanna miraba por la ventana, tratando de controlar la tormenta de emociones que tenía dentro. La familia había ingresado a la mansión con los ánimos por los suelos, y la razón era clara: la humillación pública de Allison. El video de las cámaras de seguridad había expuesto su farsa ante todos los asistentes, dejando en evidencia que ella misma se había arrojado el vino encima solo para culpar a Alanna.La señora Sinisterra caminaba de un lado a otro en la sala, sin saber cómo manejar la situación. Su hija había sido descubierta como una mentirosa y manipuladora, y aunque en su interior le dolía admitirlo, sabía que esta vez no podía defenderla.—¿En qué estabas pensando, Allison? —preguntó el señor
Alanna cerró la puerta de su habitación con más fuerza de la necesaria. Un silencio pesado la envolvió, pero no era un refugio, sino una prisión invisible que la ahogaba. Sus pasos resonaron sobre el suelo de mármol mientras avanzaba lentamente hacia el enorme espejo de su tocador.Las palabras de su madre seguían resonando en su cabeza. No importaba que la verdad estuviera frente a todos, que las cámaras hubieran demostrado su inocencia. No importaba que Allison se hubiera humillado sola con su propia mentira. Al final, su familia no la defendió.Se detuvo frente a su reflejo. La joven que la miraba tenía los labios apretados, la mirada oscura y un brillo contenido en los ojos que amenazaba con convertirse en lágrimas. Pero no. No iba a llorar.Nunca esperó nada de ellos. Ni amor, ni justicia. Su familia había dejado claro desde hacía mucho que Allison era la hija que elegían, y ella… solo era un error que no podían borrar.Pero eso no la debía lastimar.No podía lastimarla algo que
Esteban golpeó la mesa con su puño.—¡Basta, Leonardo!Allison, a su lado, tenía los labios apretados con fuerza.Leonardo lo miró por primera vez en toda la mañana y sonrió con suficiencia.—¿Basta de qué? Solo le estoy dando de desayunar a mi prometida.Esteban estaba furioso, pero no tenía nada que decir.Miguel, en cambio, observó la escena en completo silencio. Sus ojos se fijaron en Leonardo… luego en Alanna… y luego en Estaban, cuya incomodidad era evidente.No dijo nada.Pero vio demasiado.Miguel dejó su taza de café sobre la mesa con un movimiento pausado, pero sus ojos no se apartaron de Esteban. Lo había estado observando durante todo el desayuno, y lo que veía no le gustaba.No era solo la molestia evidente en su expresión cada vez que Leonardo hablaba. No era su actitud tensa ni la forma en que sus dedos se crispaban sobre el mantel.Era su mirada.Cada vez que Leonardo se dirigía a Alanna, cada vez que la miraba o interactuaba con ella, los ojos de Esteban se oscurecían