La noche de la gala llegó envuelta en un aire de expectación. La gala era un evento organizado por los Sinisterra ,con el propósito de fortalecer alianzas y mostrar su posición social. Asistirían empresarios influyentes, miembros de la alta sociedad y familias con las que buscaban estrechar lazos..Alanna se quedó mirando su reflejo en el espejo con una expresión neutral. El vestido que su madre le había dado era sencillo, demasiado sencillo para un evento de tal magnitud. Un tono beige apagado, con un corte simple que no resaltaba su figura ni tenía detalles que lo hicieran destacar.No era un vestido feo, pero tampoco estaba a la altura del evento.Sabía que su madre no lo había elegido así a propósito. Pero Allison quería brillar y su madre, como siempre, había apoyado la idea sin cuestionar nada.Un suspiro escapó de sus labios. No le importaba. O al menos, eso intentaba repetirse.Se dio la vuelta para salir de la habitación, pero al abrir la puerta, su cuerpo se tensó. Leonardo
Alanna lo miró de reojo.—¿Eso no te molesta? Pensé que querías que pasara desapercibida.Leonardo la guió con sutileza entre la multitud.—Me molestaría más que me avergonzaras. Así que, por esta noche, compórtate.Antes de que Alanna pudiera responderle, una voz familiar los interrumpió.—¡Alanna, querida!Su madre.La madre de Alanna la observó con detenimiento. Sus ojos recorrieron cada detalle del vestido, su porte elegante, el brillo de su piel bajo las luces del salón. —Alanna… te ves preciosa —dijo con dulzura.Alanna se detuvo en seco. Aunque era común recibir halagos de su madre, una parte de ella se negaba a creerlo del todo. Durante años había sentido que su madre siempre ponía a Allison primero, sin darse cuenta de cuánto la relegaba.Sin embargo, en ese instante, no hubo comparación con su hermana. No hubo comentarios sobre Allison ni sobre cómo debería comportarse. Solo una madre viendo a su hija radiante.Alanna apartó la mirada y se obligó a no dejar que aquella pequ
El murmullo comenzó a extenderse por el salón.—Siempre ha sido así… —susurró una voz.—No es sorpresa que se porte así con Allison… —dijo otra persona.—Por más hermosa que se vea esta noche, sigue siendo la misma de siempre.Las palabras se clavaban en el aire como dagas.Alanna mantuvo su expresión de mármol, pero por dentro, la rabia la consumía.—No seas ridícula, Allison. —Su voz salió calmada, sin un atisbo de duda—. Tú misma te echaste el vino.—¡Eso no es cierto! —Allison parecía a punto de romper en llanto—. Tú siempre me has odiado y esta noche no soportaste que me viera mejor que tú.Alanna apretó la copa entre sus dedos. No podía creer hasta qué punto estaba dispuesta a llegar.Y entonces, Esteban dio un paso al frente.—Alanna, ¿hasta cuándo? —su voz sonó dura, desaprobadora—. Siempre es lo mismo contigo.Alanna sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esteban. Por supuesto que él la creería.Lo miró a los ojos, buscando algún indicio de duda en él, alguna prueba de q
El regreso a la mansión Sinisterra estuvo cargado de tensión. Mientras la familia viajaba en un auto, Alanna lo hacía en otro, acompañada por Leonardo. El silencio entre ellos era denso, casi asfixiante. Leonardo mantenía la mirada fija en la carretera, su expresión inescrutable, mientras Alanna miraba por la ventana, tratando de controlar la tormenta de emociones que tenía dentro. La familia había ingresado a la mansión con los ánimos por los suelos, y la razón era clara: la humillación pública de Allison. El video de las cámaras de seguridad había expuesto su farsa ante todos los asistentes, dejando en evidencia que ella misma se había arrojado el vino encima solo para culpar a Alanna.La señora Sinisterra caminaba de un lado a otro en la sala, sin saber cómo manejar la situación. Su hija había sido descubierta como una mentirosa y manipuladora, y aunque en su interior le dolía admitirlo, sabía que esta vez no podía defenderla.—¿En qué estabas pensando, Allison? —preguntó el señor
Alanna cerró la puerta de su habitación con más fuerza de la necesaria. Un silencio pesado la envolvió, pero no era un refugio, sino una prisión invisible que la ahogaba. Sus pasos resonaron sobre el suelo de mármol mientras avanzaba lentamente hacia el enorme espejo de su tocador.Las palabras de su madre seguían resonando en su cabeza. No importaba que la verdad estuviera frente a todos, que las cámaras hubieran demostrado su inocencia. No importaba que Allison se hubiera humillado sola con su propia mentira. Al final, su familia no la defendió.Se detuvo frente a su reflejo. La joven que la miraba tenía los labios apretados, la mirada oscura y un brillo contenido en los ojos que amenazaba con convertirse en lágrimas. Pero no. No iba a llorar.Nunca esperó nada de ellos. Ni amor, ni justicia. Su familia había dejado claro desde hacía mucho que Allison era la hija que elegían, y ella… solo era un error que no podían borrar.Pero eso no la debía lastimar.No podía lastimarla algo que
Esteban golpeó la mesa con su puño.—¡Basta, Leonardo!Allison, a su lado, tenía los labios apretados con fuerza.Leonardo lo miró por primera vez en toda la mañana y sonrió con suficiencia.—¿Basta de qué? Solo le estoy dando de desayunar a mi prometida.Esteban estaba furioso, pero no tenía nada que decir.Miguel, en cambio, observó la escena en completo silencio. Sus ojos se fijaron en Leonardo… luego en Alanna… y luego en Estaban, cuya incomodidad era evidente.No dijo nada.Pero vio demasiado.Miguel dejó su taza de café sobre la mesa con un movimiento pausado, pero sus ojos no se apartaron de Esteban. Lo había estado observando durante todo el desayuno, y lo que veía no le gustaba.No era solo la molestia evidente en su expresión cada vez que Leonardo hablaba. No era su actitud tensa ni la forma en que sus dedos se crispaban sobre el mantel.Era su mirada.Cada vez que Leonardo se dirigía a Alanna, cada vez que la miraba o interactuaba con ella, los ojos de Esteban se oscurecían
Alanna caminaba por los pasillos de la mansión, envuelta en la penumbra de la noche. Sus pasos eran silenciosos, casi fantasmaless, mientras se dirigía hacia el jardín trasero. Necesitaba aire, un respiro de la opresión que la rodeaba en esa casa. La boda con Leonardo estaba a solo unos meses, y aunque sabía que era la decisión correcta para asegurar el futuro de su familia, el peso de esa elección la ahogaba. No amaba a Leonardo, pero él era estable, poderoso y, sobre todo, no era Esteban. Aunque también sabía que Leonardo era frío y despiadado, alguien que no dudaría en manipularla si le convenía. Pero, ¿acaso no era eso mejor que seguir sufriendo por alguien que nunca la había elegido?Al doblar en uno de los pasillos menos transitados, una mano la sujetó suavemente del brazo.—Alanna —susurró Esteban, mirándola con intensidad.Ella se detuvo en seco, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza. Lo observó con indiferencia, aunque por dentro una tormenta de emociones se desataba.
El abrazo de Esteban era cálido, familiar, como un refugio al que Alanna quería regresar. Pero no podía permitirse caer en esa trampa otra vez. Con un movimiento firme, se soltó de sus brazos y dio un paso atrás, mirándolo con una mezcla de dolor y determinación.—Dame una razón —dijo, con voz temblorosa pero firme—. Una razón con peso para no casarme con Leonardo. Porque hasta ahora, todo lo que me has dicho son excusas vacías.Esteban la miró, sorprendido por la intensidad de su mirada. Sabía que no podía seguir evadiendo la verdad, no si quería que ella lo escuchara. Respiró profundamente, sintiendo que el peso de sus palabras lo aplastaba.—Te amo —dijo, con voz clara y firme—. Te amo, Alanna. Más que al principio, más que nunca. No he podido olvidarte, ni un solo día.Alanna sintió que el corazón le daba un vuelco. Esas palabras, que tanto había deseado escuchar en el pasado, ahora le sonaban como un eco lejano. ¿Cómo podía él decir que la amaba, cuando había elegido a Allison un