Luisa
Aún no soy marquesa, pero debo decir que estar casada se siente muy bien, sobre todo cuando es con un hombre como Carlos y no porque sea rico o de la realeza, sino por que es encantador, con un gran corazón, inteligente, educado, y podría decir millones de cualidades más pero no me alcanzaría el tiempo, sobre todo ahora que camino hacia el auto que nos llevará de regreso al aeropuerto para tomar el helicóptero hacia la Casa de las Rosas.
Así, con un plan trazado, no improvisado y con la decisión de ganarle a Teresa en lo que sea que iba a pasar, Carlos y yo le diríamos al mundo que ya somos marido y mujer a toda su familia y después ¡que arda todo! Si nosotros somos felices no debería preocuparnos lo demás.
Mie
Carlos¡Qué!Gritamos todos al unísono al escuchar lo que Teresa acaba de decir. Ella sonríe maliciosamente mientras mi madre, ahora de piel transparente como si fuera fantasma, se queda en silencio viéndola.―No, no, espera.― Habla Luisa.― Tú me dijiste que ella no era tu madre ¿por qué ahora se lo dices a Carlos? ¿Cuál es tu juego?―No es ningún juego, y vengo negando a mi madre desde hace años atrás y ella lo sabe.― Alza la mano y le apunta con el dedo―¡Admítelo! ¡Díselo! ¡Dile que por sus venas no corre la sangre noble!―¡Claro que corre! ― Expresa la marquesa de un grit
LuisaEl rumor de la muerte de la marquesa se extendió por todas partes y de pronto teníamos a todo el personal esperando por una noticia en la puerta de la habitación, con toda la familia, incluyendo a Teresa y su horrible semblante, esperando dentro mientras el doctor la revisaba. La marquesa no había muerto, sólo había sufrido un desmayo por la falta de aire en sus pulmones y eso era buenas noticias, las malas, eran que sus días estaban contados y el corazón se me hizo pequeño cuando le dieron de 2 a 6 semanas de vida, no más no menos.Nuestra imprudencia, y digo nuestra porque fue de toda la familia, había desgastado a la marquesa y ahora yacía acostada en la cama,conectada al oxígeno y le habían dado un sedante ligero y, como si estuviera en su lecho de muerte,
Luisa La marquesa nos sorprendió al siguiente día en el desayuno. Entró por la puerta del comedor, mientras todos estábamos en silencio preparando las tostadas y bebiendo el café a sorbos.Entró como si nada, como si ayer no la hubiesen sedado o le hubieran dicho que tenía semanas de vida. —¿Por qué las caras largas? — Pregunta. —Madre, no deberías estar aquí, debes descansar.— Habla Carlos de inmediato. —Lo haré de dos a seis semanas.— Contesta con humor y luego se sienta en la cabecera, el lugar que le corresponde. Teresa, Julieta y yo la miramos de distintas formas, una con cariño la otra con ternura y Teresa como ella sabe mirar.
Carlos La noche del baile Esmoquin, es muy raro que yo use esmoquin pero al parecer hoy es el momento de lucirlo y sobre todo de demostrar mis nuevas habilidades, unas que he adquirido en los últimos días. Larry, sin descuidar ni un centímetro de tela, le quita al esmoquín con un cepillo los posibles cabellos y pelusas que pudieron haberse pegado mientras me vestía, después, sube a mis hombros pasándolo dos veces en cada uno y finalmente sonríe. —Listo señor.— Anuncia. Me reflejo y no me lo creo, no por el hecho de estar vistiendo algo tan elegante, sino porque jamás pensé que para estas alturas ya estuviese casado y que este sería mi baile de presentación un acontecimiento que había esperado desde hace tiempo.
LuisaLa noche del baile¡Atención! De pie para recibir al marqués de las Rosas y a su prometida, la señorita Luisa de Sade.Se escucha al fondo y aprieto el brazo de Carlos en señal de nervios. Después alzo el pie derecho cómo lo tiene él y viendo hacia el frente camino junto a él para entrar al gran salón.Todas las miradas están sobre nosotros, hay tantos invitados aquí que no sé de dónde vinieron o quienes son, pero sí que su presencia es sumamente importante.Así, camino lado a lado con el hombre de mis sueños que simplemente saluda dando una señal con la cabeza y en algunos casos haci
Luisa La noche del baile ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Debí correr a Teresa desde el momento que le dije que se fuera a visitar su casa en otro lado, pero no, tenía que esperar a que hiciera algo que afectara a las personas que amo y sobre todo a ponerme en evidencia. Esquivando a todos los invitados y tratando de que nadie se dé cuenta de lo que pasa en la entrada, atravieso el salón lo más rápido que me deja mi vestido y cuando por fin llego en frente de ellos Salma abre los ojos y con una furia en su mirada que jamás había visto me señala. —¡Tú!― Grita furiosa y no sé porqué le doy la razón. ―Le pedimos no señale de esa manera a la marquesa.― Habla uno de los guardias que cuida la entrada.
LuisaRecuerdo cuando mi padre murió, lo recuerdo como si hubiese sido ayer, él recostado sobre la cama del hospital con los ojos cerrados esperando por el final, cuando se fue, lloré mucho, lo hice como nunca en la vida pero no lloraba por que me hubiese dejado, no, al contrario, deseaba con toda mi alma que se fuera porque ya no deseaba verlo sufrir más y estaba enojada porque sabía que todos mis planes a futuro tenía que cambiarse.Cuando uno crece, siempre se hace a la idea de que su padre la entregará en el altar, le dirá al hombre con el que se va a casar que la cuide, que la trate bien y después más adelante conocerá a sus nietos, jugará con ellos y se irá en paz. Eso es lo que yo tenía que cambiar, la idea de mi padre, el aceptar que a partir de ese momento
Luisa—Sólo respira— murmuro cuando las puertas de la iglesia se abre y veo al Marqués en el altar, con ese frac gris y con las manos al frente sin quitarme la vista de encima —tranquila Luisa, tranquila.En eso, por arte de magia el cuarteto de cuerdas, que se encuentra en una de las esquinas de la iglesia, comienza a tocar una melodía que inmediatamente me hace sonreír, porque es justo la que Carlos me cantó en ese hotel en Madrid, “Your Song”.Así, Carlos logra que mis nervios e inseguridades se vayan, me acompaña a pesar de que estoy a unos metros de él y mientras camino lentamente sobre la alfombra roja, con mi maravilloso vestido de princesa y cubierta por ese velo que me da un toque de misterio, no puedo d