Luisa
Después de resolver el malentendido con el marqués y de cambiarme de ropa a algo más cómodo. Salí del cuarto para ir directo a las hermosas caballerizas de la Casa de las Rosas el único lugar donde sé se encontraría Pino ya que su amor por los caballos eran tan grande que había esuchado que practicamente ahí era su lugar feliz.
Con mucho cuidado paso entre los caballos que orgullosamente sacan la cabeza entre las pequeñas ventanas hasta que puedo ver Pino, ese tierno y abandonado niño, dándole de comer a un caballo de un precioso color negro, mientras lo acaricia con la otra mano.
Al verme pone una mirada sorpresiva y deja de alimentarlo.―Juro que es mi momento libre de deberes.― Se defiende.
Luisa¡Dolor! Es todo lo que puedo sentir corriendo por mi cuerpo mientras me sumerjo en la bañera con el agua tan caliente que me quema un poco la piel. Sé que cualquier experto me diría que es la peor idea, pero para ser honesta en este momento lo necesito. Las caídas del caballo, porque sí volví a caerme a la hora de desmontarlo, y el movimiento del trote me pasaron factura dándome un dolor de cuerpo increíble y sobre todo de trasero, al grado que creo que necesitaré una ruedita de esas de plástico para poder sentarme en los siguientes eventos.Sin embargo, tengo que estar perfecta para la cita que esta noche tengo con el marqués que, aunque no me ha dicho mucho, me emociona en demasía así que le pedí a Helene que me pusiera sobre la cama &ldquo
Carlos―¿Una estrella? ¿para mí? ― Habla en un murmuro.―Así es, una estrella. Sé que tal vez la que tu buscas no es en el firmamento si no en el paseo de la fama de Hollywood, pero siempre podré decir que fui la primera persona en darte una estrella… de nada.Ella se ríe. Con los ojos brillando como dos luceros se muerde los labios para luego irse a mis brazos y me abraza fuerte.―Gracias, muchas gracias, es el mejor regalo que me han dado en toda la vida, en verdad… no sé cómo agradecértelo, es más, no tengo nada que darte de regreso.―No te lo estoy dando para que me des algo de regreso, te lo doy porque quiero.― Respondo
CarlosAbro los ojos lentamente mientras siento como el sol pega sobre mi frente y la brisa de las primeras horas de la mañana hace que mi cuerpo reaccione con un pequeño escalofrío. Cuando por fin me acostumbro a los estímulos externos volteo para ver a Luisa dormida profundamente a mi lado mientras una de sus manos toma la mía y su rostro se encuentra frente a mí. Sonrío, es la primera vez despierto al lado de una mujer y debo admitir que el hecho de que se Luisa, me hace un poquito más feliz que ayer. Por un momento me le quedo viendo, siempre me pregunté cómo es que ella dormía y ahora lo estoy viviendo de primera mano sonrío mientras veo como mueve los labios como si estuviera disfrutando algo, creo que Luisa come hasta en sus sueños.Al sentir mi mirada, ella abre lo
Luisa ¡Tenía mi vestido de novia! Un precioso que parecía sacado de la película más bonita del mundo, no puedo negar que me sentí como una princesa cuando me vi frente al espejo y me lo vi puesto, y ¿qué decir de la mirada de Carlos? Fue tan pasional que pensé que en ese momento me tomaría de la cintura y me llevaría a la habitación para encerrarnos y jamás dejarme salir; aunque sé que posiblemente eso jamás sucederá. Así que prácticamente salí de ahí, con la bendición de la marquesa, su vestido y un “novio” que cada día parece que le gusto más, o al menos eso aparenta.Bajo las escaleras hacia la cocina para empezar a disponer todo para el día de la cacería, cuando de uno de los armarios sale Julieta haciendo que pegue un gritó de casa de terror. ―¡Qué afán de esc
LuisaDía de la cacería―Señorita de las Casas, se ve… despanpanante. ― Me halaga Larry mientras frente al espejo veo mi traje de equitación que no puedo creer lo pegado que está a mi cuerpo, tanto que apenas y puedo mover las piernas para caminar, ya me imagino para subirme al caballo.―¿Crees? No se te hace que está muy pegado.―Así debe ser señorita de las Casas, es la tradición.― Comenta Larry y luego quita las pelusas del blazer con un cepillo.― Todo está en orden, la comida, los invitados, las mesas en el patio y sobre todo el animal que será cazado.―Aún no puedo creer que me hayan llevado a escog
CarlosDía de la caceríaVer a Luisa volar por los aires fue la escena más chistosa y a la vez más preocupante que había presenciado en toda mi vida, fue una mezcla entre tratar de no morir de risa y de socorrerla a como diera lugar; luego se desmayó.La tomé entre mis brazos y como pude la saqué del corral de los cerdos y le dije al chico que se encarga de ellos que lo llevara a la cocina y lo cocinaran pero para ellos, ya que nosotros ya teníamos mucha comida para este evento. Después subí a Luisa sobre el caballo, me subí yo y poco a poco regresé hasta la casa para poder recostarla sobre la cama; despertó cuando le limpiaba el rostro lleno de lodo.Lui
Carlos ―¡Cómo te atreves a correrme de esta casa! ― Grita mi hermana mientras entramos ambos a uno de los tantos salones lejos de los invitados. La puerta se azota a tan grado que hace las ventanas temblar y a los seis perros ladrar detrás de ella. ―¿En serio me preguntas eso Teresa? ¿No viste lo que pasó? ―No, no sé lo que pasó.― Finge ―¡Ay por favor Teresa! Ten un poco de dignidad y admítelo… Has llevado esto muy lejos, por eso te quiero fuera de aquí, ya no eres… necesaria.― Y al decir esa palabra ella abre los ojos asombrada. ―¿Necesaria? ¡Necesaria! ¡Esta casa es más mía que tuya! Tu vas y vienes a tu antojo Carlos, no haces nada más que ir a buscar “prometid
LuisaEsta noche no hay ropa elegante, ni tacones que no me permitan caminar por los prados, ahora, vistiendo un poco más informal doy los últimos toques de maquillaje a Julieta quien sonríe frente al espejo feliz, más de lo que siempre ha estado.―¿Te gusta? ― Pregunto mientras la veo a través del cristal.―Me encanta ¿Cómo es que sabes peinar y maquillar?― Pregunta asombrada.―Bueno.― Pienso una historia mientras retoco sus labios.― Cuando sali del convento, mi amiga, Salma, nos inscribió a una escuela de señoritas, ya sabes, como en la feria de las vanidades.―¡Oh! ¡Qué bien!Último capítulo