Luisa
—Hogar, dulce hogar.— Expreso mientras entramos al elegante hotel en Madrid y salgo inmediatamente al balcón.
Carlos entra detrás mío mientras Larry trae cargando las maletas un poco más ligeras que la vez pasada.—¡Dios! Muero por salir.
—¡Eh! No.— Contesta Carlos.
—¿Eh no? ¿Eso qué significa?
—Que no saldremos mientras estemos aquí, querida.— Y pronuncia ese nombre como si fuera algo lógico.
—¿Por qué?
—Vamos Luisa, Madrid puede ser muy grande pero aquí
CarlosBella, Luisa es bella, y ahora que la he visto de esa manera no puedo quitarme la imagen de la cabeza, la que he decidido atesorar como todos los momentos que me gustan con ella.Puede parecer tengo todo y que no necesito nada más, pero no es así, en mi vida hay muchos momentos que no me pertenecen o que son breves, como el poder nadar tranquilo en una piscina,cabalgar con Luisa hacia mi lugar favorito o mejor aún compartir una habitación con ella sin que mi hermana o alguien esté al pendiente, así que ahora que lo hago, lo atesoro para el recuerdo.—¡Muero de hambre!.—Escucho la voz de ella mientras sale de su habitación con un vestido negro muy elegante, de tirantes, entubado con un cinturón color dorado que le da un toque especi
Carlos La noche continua. Las pláticas personales se terminaron y dieron paso algo más ligero y llevadero, que con ayuda del vino, nos volvió un poco más cercanos provocando que de vez en cuando nuestros labios se besaran ligeramente para después reir. Una felicidad infinita me invadió, de pronto no sabía donde estaba, ni qué pasaba con el mundo, esa habitación era todo lo que quería conocer y la risa de Luisa lo único que quería escuchar. De pronto su rostro se ilumina.—¡Oh por Dios! Amo esa canción.— Expresa fascinada y me toma de la mano para que me ponga de pie junto a ella. —No, no, espera, yo… no sé bailar.— Confieso tontamente. —Todos saben bailar cuando están con la pareja correcta.— Contesta.
LuisaHow wonderful live is, now your in the wordEscucho esas palabras en mi mente al abrir los ojos a la mañana siguiente y sonrío como idiota. Sé que no me tengo que dejar llevar por estos momentos pero me es imposible no hacerlo, porque quiera o no el marqués es encantador y entre más lo conozco, más me doy cuenta de la clase de ser humano que es y eso no se puede actuar o esconder.Me levanto de la cama y me alegro que esta vez lo hice sola, sin que dos chicas están esperando por mí para presionarme mientras me doy un baño o me visto.Estiro mis brazos, muevo mi cuello y luego volteo a ver hacia la ventana que da hacia la calle. La Casa de las Rosas es muy bonita pero nada como la ciudad para
LuisaNuestros labios temblorosos al principio se juntan en un leve beso que después de saborearlo, hace que todo fluya con mayor normalidad. Él sigue colocando sus manos sobre mis mejillas que se siente calientes por todo el fuego que traigo dentro de mí. Poco a poco se va abriendo paso en mi boca para hacer el beso más profundo, intenso, pasional.Mis manos han quedado suspendidas a los costados de mi cuerpo porque no se atreven a tocar ni a moverse porque siento que si lo hago arruinaría el momento.Él sigue atado a mis labios, disfrutandolos como si nunca los hubiese besado, dejándose llevar por este momento tan íntimo entre los dos que me confunde a niveles inimaginables. No sé si Carlos está actuando o no, pero debo admitir que este beso no es
CarlosLuisa no está enojada conmigo, pero si lo está ¿confuso? Sí, igual para mí, pero no puedo hacer nada porque me habla bien, pero me ve mal, es la única explicación.Después de lo que sucedió en el parque del príncipe, Luisa fue por sus papeles, lo trajo al hotel, los revisó rápido junto conmigo y cuando vimos que estaban correctos, dijo que no tenía hambre y se metió a su habitación, por lo que Larry y yo terminamos compartiendo la cena en el cuarto algo de igual manera confuso para mí.Así que mientras él come un poco de carne y toma el vino que supuestamente era para Luisa, yo no dejo de revisar la puerta de su habitación para ver si en algún punto ella sale y
Luisa De nuevo aquí vamos de regreso a la Casa de las Rosas, pero esta vez voy con todo un perfil creado y con unos papeles tan falsos que parecen verdaderos ante los ojos de cualquier persona que los vea, pero sobre todo, regreso con este pensamiento “el marqués está enamorado de mi” y eso es lo mejor de todo. Nos bajamos en frente de las puertas de la casa y Julieta sale corriendo para abrazarme emocionada, al parecer ella fue la única que me extrañó ya que Teresa se me queda viendo con un rostro de pocos amigos que no sé cómo puede ir por la vida de esa manera, a veces me pregunto si siempre fue así, o alguien le hizo tanto daño en la vida que la hizo cambiar. ―¡Qué bueno que llegaste! Tengo algo que decirte.― Me dice en secreto. ―¿Qué?
LuisaDespués de resolver el malentendido con el marqués y de cambiarme de ropa a algo más cómodo. Salí del cuarto para ir directo a las hermosas caballerizas de la Casa de las Rosas el único lugar donde sé se encontraría Pino ya que su amor por los caballos eran tan grande que había esuchado que practicamente ahí era su lugar feliz.Con mucho cuidado paso entre los caballos que orgullosamente sacan la cabeza entre las pequeñas ventanas hasta que puedo ver Pino, ese tierno y abandonado niño, dándole de comer a un caballo de un precioso color negro, mientras lo acaricia con la otra mano.Al verme pone una mirada sorpresiva y deja de alimentarlo.―Juro que es mi momento libre de deberes.― Se defiende.
Luisa¡Dolor! Es todo lo que puedo sentir corriendo por mi cuerpo mientras me sumerjo en la bañera con el agua tan caliente que me quema un poco la piel. Sé que cualquier experto me diría que es la peor idea, pero para ser honesta en este momento lo necesito. Las caídas del caballo, porque sí volví a caerme a la hora de desmontarlo, y el movimiento del trote me pasaron factura dándome un dolor de cuerpo increíble y sobre todo de trasero, al grado que creo que necesitaré una ruedita de esas de plástico para poder sentarme en los siguientes eventos.Sin embargo, tengo que estar perfecta para la cita que esta noche tengo con el marqués que, aunque no me ha dicho mucho, me emociona en demasía así que le pedí a Helene que me pusiera sobre la cama &ldquo