Narrado desde la perspectiva de Danna Taylor:Llegar a casa siempre me llena de una sensación… como de ansiedad, pero hoy es diferente, hoy se siente peor. La televisión está apagada, lo cual no es normal. Siempre está encendida a esta hora, con mi madre viendo sus soap operas favoritas. Un mal presentimiento se cuela en mi estómago… ¡Dios mío, por favor, no me dejes sola! ¡Entremos juntos a casa!Al abrir la puerta, la veo en el medio de la sala, con una expresión que mezcla furia y decepción. Tiene un sobre en la mano, el sobre que contiene los resultados de mi prueba de embarazo.Oh… Oh...—Danna, ¿qué es esto? —su voz es un látigo de furia contenida, y sus ojos, fríos y duros, me perforan el alma.Siento el corazón golpearme el pecho como un gran tambor Ga Du en plena danza del dragón. Mierda… Me cuesta respirar, pero sé que no puedo seguir evadiendo la verdad.—Mamá, yo...—¡No quiero excusas! —me interrumpe, agitando el sobre frente a mí—. ¿Cómo pudiste ser tan irresponsable?«¿
¡No, no… esto no puede estar pasando!... ¡Maldita sea!¿Qué hace Danna aquí? ¿Me habrá reconocido? La expresión en su rostro no deja lugar a dudas: sí, me ha reconocido. ¿Qué hago? ¿Qué digo? He salido corriendo del escenario por puro instinto, arruinando el show, mi propia fiesta de despedida. Camino por el pasillo que lleva a los camerinos con el corazón latiéndome a mil.—¡Miriam! —grita Tenté, quien hace un rato me observaba fuera de la tarima—. ¡¿Qué crees que haces?! Regresa de inmediato al escenario.Me detengo en medio del pasillo y la miro, Tenté se acerca y me agarra del brazo, tratando de jalarme de vuelta.—No, no puedo… —le digo, tratando de contener el pánico.—¿Qué ha pasado? ¿Te sientes bien? —su tono cambia de inmediato, mostrando preocupación.Intento responderle, pero las palabras se quedan atrapadas en mi garganta cuando mis ojos se cruzan con los de Danna, que está al fondo del pasillo. Me observa de arriba abajo con sorpresa. Tenté sigue mi mirada y, al ver a Dan
—Perdóname, Danna —pido, cabizbaja.—No te preocupes. ¿Sabes?, entiendo que no pudieras decirme que...—No...—¿Qué?—Perdóname por destruir nuestra amistad, por apartarme de ti y dejarte sola.Danna sonríe ligeramente, asintiendo con comprensión.—Perdóname tú a mí, Miriam... Debí hablarte de mis sentimientos y no aprovecharme de tu cercanía para alimentarlos. No debí permitir que nuestra amistad avanzara de tal manera, no con estos sentimientos tan latentes... —sus ojos aguados en lágrimas y pelea contra unos sollozos que intenta reprimir—. Te engañé al hacerte creer que solo te quería como amiga. Lo siento mucho, Miriam.Levanto la mirada, dispuesta a resolver todo esto como siempre debió ser. Siendo sincera.—Yo no puedo corresponder a tus sentimientos. Lo siento.—Lo sé, no te preocupes —responde con una sonrisa falsa, de esas que arrastran puro dolor.—No puedo enamorarme de ti ni de ninguna otra chica, porque no es esa mi orientación sexual.—Sí, también lo sé.—Si me gustaran
La música disco retumba en el salón principal del club mientras las luces de la discoteca parpadean con un ritmo hipnótico. Ya el show ha terminado, todos los clientes se han ido y ahora solo estamos celebrando mi ascenso como Ranita Dorada, un título que no es para llenarse de orgullo, pero si para alegrarse, porque lo que viene bajado es bastante dinero.El personal del club está presente: las bailarinas, las trabajadoras sexuales, las camareras, el personal administrativo, los chefs y el personal de aseo. Cada uno de ellos es una pieza crucial en el engranaje de este lugar. Incluso, un par de ranitas doradas que son trabajadoras sexuales están aquí compartiendo el momento conmigo. Una de ellas es Isabella, una mujer hermosísima con cabellera negro azulado, ojos celestes y una sonrisa matadora. Su sensualidad y misterio podrían enloquecer a cualquier hombre. A su lado está Fernanda, quien pidió que le llamaran «Ferchu», una hermosa latina de cabellera rizada castaña clara, piel moren
¿Hay amor entre nosotros? En mí no lo hay, lo mío solo son deseos y búsqueda de placer. No sé realmente cómo están los sentimientos de Giovanni en lo que respecta a nosotros. No me imagino a un mafioso tan peligroso como él enamorado de una prostituta. Es solo placer. El exquisito placer que recorre mi piel cuando sus dedos se deslizan con delicadeza por mi columna. El placer que me invade al sentir el contacto de nuestras lenguas. El placer que se desata en la parte baja de mi vientre al percibir lo excitado que está. El placer que se intensifica cada vez que recuerdo ese último encuentro en el salón de música, hoy; pero esta vez, por primera vez, estamos en mi habitación. Las ganas de acariciar su pecho desnudo me llevan a desabotonarle la camisa. Sus ojos están fijos en mis senos mientras trabajo para quitársela. Desprendo el cinturón y desabrocho su pantalón, que cae hasta sus tobillos, dejando expuesto un oscuro bóxer de... ¿Pac-Man? —¿Calzones de Pac-Man? —me río. —N-Non te b
La televisión está inundada de comerciales navideños. Cada canal se llena de anuncios que promocionan juguetes, ropa elegante para las fiestas de fin de año y melodías pegajosas de la temporada. Las luces brillantes y las imágenes festivas invaden la pantalla, mostrando escenas de familias felices decorando árboles, niños emocionados abriendo regalos, y parejas disfrutando de cenas a la luz de las velas. Es un constante recordatorio de que la Navidad está a la vuelta de la esquina, y cada anuncio parece competir por capturar el espíritu de la temporada con más entusiasmo que el anterior. Los jingles navideños y las voces alegres de los presentadores resuenan en la casa, creando una atmósfera de anticipación y celebración inminente.—¿Tienes pensado decorar el apartamento esta Navidad? —me pregunta Giovanni, ajustándose los cordones de sus zapatos mientras está sentado en uno de los sofás de la sala. —Eh... Supongo que no estaría mal —respondo, sentada a su lado con una taza de café e
Murgos está frente a la puerta de la casa de Danna, y yo estoy a su lado, observando la reacción de mi amiga al ver a la dueña del club «La Rana que Baila» en su umbral. Danna parece sorprendida, su expresión vacila entre la curiosidad y el nerviosismo.—¿Miriam? ¿Qué hacen aquí?Murgos baja discretamente la mirada hacia el vientre de Danna, pero no hay rastro visible de su embarazo aún. Sé que Danna presiente que Murgos lo sabe todo, y me mira con una mezcla de incredulidad y reproche. Aprieto los labios y le confirmo con una sola mirada que dice: Ella lo sabe.—¿Qué? ¡¿Le dijiste a tu jefa?! —Danna me reclama en voz baja, con un dejo de enojo.—No, no... Yo...Antes de que pueda explicarle, Murgos interviene con calma y brevedad:—Fue Evans quien confesó todo.La intriga en el rostro de Danna se intensifica, interesada en lo que tenemos que decirle, decide invitarnos a pasar.Una vez dentro, Danna nos conduce a la terraza trasera, el lugar más privado de su casa donde podemos hablar
¡Hola! Mi nombre es Delancis y tengo cuatro años. Hoy es sábado por la mañana, y estoy en mi salón de juegos, esperando que sea hora de ir a mis clases de natación. Mi salón de juegos es mi lugar favorito en toda la mansión. Aquí tengo un cofre lleno de muñecas Cabbage Patch, una enorme casa de muñecas, Barbies con cabezas y otras sin cabeza, y muchos accesorios, como un lujoso auto de Barbie de edición limitada. También tengo un caballito de madera que se mece hacia adelante y hacia atrás, y muchos juguetes coleccionables del McDonald's. Hay otra cosa aquí, en el salón de juegos, que no sé qué es ni cómo se usa. Está conectada a la televisión y hace que a veces salgan muñequitos graciosos en la pantalla. Mi tío Yonel me dijo que se llama Nintendo. Me gusta verlo jugar, cuando controla los movimientos de los muñequitos y los pone a saltar. Es muy gracioso y me hace reír.Mientras juego con mis muñecas, veo en el piso una mosca de plástico y me doy cuenta de que me falta mi juguete de