Amelia. ¿Qué fue lo que acababa de escuchar? Esa mujer acaba de amenazar con la vida de su propio hijo y sin remordimiento alguno. No puedo ni tan siquiera imaginar que algo malo le suceda a Archie porque lo amo como si fuera mío legítimamente y sin embargo esta mujer no le temblaba la voz al decir todas esas cosas.— ¿No dará la orden para que sus hombres ingresen a la casa? — pregunté alterada. — Está apuntando con su arma en la cabeza de mi hijo y no dudará en disparar.— No podemos arriesgarnos a ingresar precisamente por eso, si tiene el arma apuntando hacia el pequeño al vernos puede disparar sin más. No nos arriesgaremos a eso.— ¡Entonces se quedarán parados ahí sin hacer nada! No puedo esperar a que suceda algo más.Fue cuando tomé la decisión. Me puse en pie y sin darles mucho tiempo de reacción salí corriendo de la camioneta donde estábamos esperando y viendo todo lo que sucedía. Junto a mí estaba Daniela, Julia y el detective Potter junto con un oficial más quien controla
Amelia. El dolor fue lo primero que sentí. Era un dolor profundo, sordo, como si todo mi cuerpo hubiera sido golpeado desde dentro. Me costaba respirar, y cada intento de hacerlo enviaba una oleada de punzadas a mi costado. Los sonidos a mi alrededor eran suaves, casi como un eco lejano: el pitido constante de una máquina, pasos amortiguados en el pasillo, y una respiración que no era la mía.Abrí los ojos lentamente, como si estuvieran sellados, y lo primero que vi fue a Aaron, sentado junto a mi cama. Estaba dormido, su cabeza inclinada hacia un lado, apoyada en el colchón, y su mano sostenía la mía con fuerza, como si hubiera estado temiendo soltarme.Mi garganta estaba seca, como si no hubiera hablado en días. Traté de moverme, pero el dolor me recorrió como una descarga eléctrica y tuve que detenerme, jadeando. Aaron se movió ligeramente, despertándose al instante como si mi incomodidad lo hubiera sacado de su sueño.—Amelia... —susurró, y cuando nuestros ojos se encontraron, vi
Aaron. El pasillo del hospital parecía más largo de lo normal hoy. Habían pasado ya varias horas desde que Archie había entrado a quirófano para la donación de médula, y aunque trataba de mantener la calma, los nervios me carcomían por dentro. A mi lado, Amelia, con su mirada tranquila y su mano suave entrelazada en la mía, me daba una fortaleza que no sabía que tenía.— ¿Cómo te sientes? — le pregunté en voz baja, preocupado por el cansancio que veía en su rostro.Ella esbozó una sonrisa débil, pero auténtica, y me miró con esos ojos llenos de amor y determinación que siempre me asombran.— Estoy bien, Aaron —dijo, con una serenidad que solo ella podía transmitir, a pesar de todo lo que había pasado. — Archie es lo más importante ahora, no pienses en mí.Miré hacia la puerta de la sala de operaciones y luego de vuelta a ella.— Has sufrido tanto, Amelia. No sé cómo encuentras la fuerza…Ella se inclinó un poco hacia mí, con dificultad pero sin perder esa chispa en su mirada.— Porqu
Amelia. Había pasado exactamente un año desde el trasplante de Archie. Un año desde que nuestras vidas habían conocido la verdadera felicidad, luego de tantas batallas, tantas lágrimas derramadas. Pero si algo he aprendido es que los momentos más oscuros hacen que la luz que llega después brille aún más intensamente. Este último año ha sido, sin lugar a dudas, uno de los mejores de mi vida.Al despertar esa mañana, con la luz del sol filtrándose por las cortinas, me estiré suavemente en la cama. Aaron ya no estaba, lo escuchaba en la cocina riendo con Archie, preparando el desayuno como lo hacía cada día. Mi corazón se llenaba de gratitud y amor, una sensación de paz tan profunda que a veces me preguntaba si era posible ser tan feliz. Archie, mi pequeño guerrero, ahora correteaba alegremente por la casa, saludable y lleno de vida, el niño más encantador que jamás hubiera imaginado. Y Aaron... mi esposo, mi roca, mi todo, seguía siendo el hombre que había conquistado mi corazón una y o
Había comenzado mis vacaciones finalmente, debía descansar de todos mis clientes y sus infinitos problemas. La oficina era un caos diario, por lo tanto, mi vida era un huracán constante. Esto no quiere decir que no me guste mi trabajo, porque lo amo.Amo lo que hago y sé que soy muy buena en eso, pero es muy estresante a veces escuchar las infinidades de discusiones porque a veces me es imposible no ponerme en el lugar de algunas personas y ser imparcial en el tema. Soy una persona y tengo una vida, no puedo evitar no involucrarme con algunas historias porque muchas veces algunas son muy parecidas a la mía.Así que, aquí estoy con mi café y mis libros de novelas cursis, sentada en el desván de mi departamento observando el exterior que era tan triste y gris ya que era esa época del año donde el cielo en la ciudad no paraba de llorar, una llovizna constante que empa&ntil
Mi llegada a Buenos Aires había tomado su tiempo, escalas yescalas,pero finalmente me encontraba en la hermosa ciudad del tango esperando el siguiente avión que me llevaría a San Luis. Allí se encontraba la casa de campo de los Reyes que es donde celebraran una pequeña e íntima ceremonia.Me sentía tan nerviosa, que hasta incluso temía encontrarme a alguien conocido aquí mismo. Porque, aunque no parezca la ciudad era bastantepequeña,además, el destino podía hacerte bromas muy crueles cuando se lo proponía. La sola idea de cruzarme desde ahora a alguien que quizás me conozca era algo que no me daba tanta seguridad, aún quería disfrutar de mis pequeños momentos de libertad antes de irme a meter a la boca del lobo donde estaré mitad estresada y mitad enrabiada.Durante todo el trayecto mientras volaba
Me había quedado mirándolo por lo sorprendida que estaba, en definitiva, el mundo era muy muy pequeño. De todas formas, no pude evitar preguntarle los nombres de los futuros novios para corroborar los datos, me era imposible no ser desconfiada en algunas ocasiones. Aunque cuando lo escuché me dije a mi misma que sería muy curioso que hubiera dos bodas programadas en la misma ciudad el mismo fin de semana. No pude evitar sonreír por las vueltas de la vida, vaya manera de conocer a la persona que caminaría conmigo en el altar acompañando a nuestros amigos.De repente mi curiosidad se hizo presente y no lo podía parar una vez que se encendía no había forma de controlarme y no lo voy a negar quería saber más de este hombre ¿De dónde vendrá? Esto era algo que desde que lo escuché hablar con ese acento muy particular y delator de que era un turist
<<!Esa maldita voz!>>No importa el tiempo que pase dónde fuera la reconocería. Esteban Reyes, el hermano de mi mejor amiga y mi ex prometido. El idiota que rompió mi corazón y me dejó literalmente plantada en el altar. Había tenido la esperanza de tener más tiempo para prepararme mentalmente antes de verlo a él y a su “familia”. Pequeño detalle que había tratado de olvidar antes, pero el bastardo luego de abandonarme en la iglesia se había comprometido con su amante y decidieron casarse antes de que el niño naciera, lo cual no había faltado tanto.Esto quería decir que esta semana no solo tendría que ver el rostro del idiota energúmeno sino también el rostro de la mujer y del fruto de su engaño. La pobre criatura no tenía culpa alguna, pero eso no hacía que doliera men