Cuando llegaron a la casa, ningún pronunció palabra, Eli miraba a Dante y este tenía su rostro serio y su mandíbula apretada. Dante, directamente se fue al despacho y se encerró para esta solo, Eli con sus manos en su vientre, subió las escaleras. Sabía que Dante tenía miedo, que él quería ser papá, pero cuando ella estuviera sana. Entró a la habitación y se cambió para ponerse un pijama. Quería estar cómoda y dormir un poco, sabía que un niño ahora era arriesgado, alguno de los dos podría morir en el parto. Eli se tumbó en la cama y se arropó, acurrucándose sobre la colcha y quedándose dormida. Dante poco después apareció en la habitación y la vio dormida, la observó unos segundos dormir y sonrió. Caminó hasta ella y se puso a su altura para acariciar su mejilla.—Si te pasara algo, estaría muerto en vida. — susurró acariciando sus labios. —Fuiste ese ángel americano, que cayó en mi vida para darle luz y alegría. Te amo, Eli. — la dio un beso en la frente y se fue hacia su lado de
Eli, seguía con el corazón a mil por hora, ver cómo la madre de su novio la trató, la dejó incrédula. Quería decírselo a él, pero no sabía, si el ruso, iba a creerla.La señora, se apartó de ella y la americana, se alejó de esa mujer. Escucharon unos pasos, la joven se giró y vio al ruso caminar hacia ellas, con su rostro serio y con la mirada oscura. Eli tragó saliva y mordió su labio, hoy mismo se lo diría, si no la creería, ella se iba de esa casa. No iba a vivir bajo el mismo techo con esa mujer, que la odiaba sin aún conocerla.—¿Pasa algo, hijo? — preguntó la madre con tono inocente. —Estas muy serío—Nada importante, solo es por una llamada de trabajo. — respondió y miró a Eli.—Yo me iré a la habitación. — habló la americana alejándose del salón.Dante la siguió, estaba muy rara e incluso temblaba, él lo había notado. Eli se encerró en el cuarto y se fue al balcón, posó sus manos en su vientre y sonrió. El aire puro penetraba su piel blanca y frágil, aún pensaba en las palabra
Dante, metido en su despacho junto a su hermano, Dimitri estaba con la tablet mirando unos documentos importantes de la empresa. Faltaba 30.000 rublos en las cuentas de la empresa, alguien estaba robando a los rusos, pero no tenían nada de momento. Lo bueno de todo esto, es que gracias a Dios, la empresa tenía cámara de seguridad y podían ver quién era el descarado o descarada que les robaba. Dante estaba con humor de perros, con una furia que hinchaba sus venas. Nadie podía robarles e irse de rositas, porque con esto estabas haciendo tú hoyo. Daban las cuatro de la mañana y seguían ahí metidos, buscando respuestas. Dimitri se metió en las cámaras de seguridad de la empresa, pero habían borrado exactamente el vídeo de ese día. Por mala suerte, no sabían quién era el culpable, pero ambos no se iban a quedar con los brazos cruzados.Eli, se movió en la cama, paso su brazo por el lado que Dante dormía y no notó nada. Abrió sus ojos y ese lado estaba vacío y frío. Se levantó de la cama y
Dante, seguía ahí bastante enfadado. Aún no creía que ella fuera tan egoísta y no hablara con él para dar su opinión, pero no quería discutir. Ella estaba muy mal y Dante no quería ponerla peor. Cuando el médico se fue, dejó a la pareja a solas en la habitación. El médico tenía razón, Dante tenía que dar su última palabra para decidir a quien salvaría y de momento lo tenía claro.Eli, le miraba y vio en sus ojos decepción y rabia. Pero él tenía razón, no podía culparlo, solo quería tenerla a ella y no perderla. -Dante. - este negó para que ella no siguiera.-No, Eli. Me acabo de dar cuenta que para tí, mi opinión no vale una mierda. - exclamó y ella negó. -Has decidido por ti misma que hacer, demostrándome que mi palabra no es nada. -No, claro que no. - dijo rápidamente. -Tu opinión vale igual que la mía.-¿Ah sí? Pues has decidido tener a ese bebé sin consultame, y has dicho, que yo no tenía derecho a decidir. - siseó. -Ten al bebé, pero ya sabes a quién voy a salvar.-Dante, perd
Dante, estaba en la oficina, se mantuvo alejado de Elisabeth. Lo echaba la culpa a nadie, pero solo imaginar que en el parto la perdería, eso le desesperaba. No sabía que hacer, no sabía por donde tirar. Eli seguía con tener a la criatura en su vientre, aún así la estuviera matando poco a poco. Aún el bebé, no tenía culpa, no pidió venir al mundo, el bebé, era inocente y él no tenía nada encontra, solo estaba desesperado sin saber que hacer. Elisabeth, quería hablar con él, acercarse a él, pero vio que el ruso, no quería. Por eso tuvo la brillante idea de ir a verlo en la empresa, sabía que ahí no la iba a rechazar, ya que a los empleados no les importaba lo que pasará en la vida de su jefe. Escuchó tres toques en la puerta y dio el pase, por ella entró su secretaria siempre con una sonrisa.—Buenas, señor. Perdona que interrumpa, pero la señora Ivanova, quiere verlo. — él levantó la mirada y la miró fijamente.—Hazla pasar y no hace falta que la anuncie. — exclamó serio y ella asin
Dante y Eli, seguían distanciados, él pasaba todo el tiempo posible en la empresa. Aceptó a su bebé, era su sangre, lo habían creado ellos. Pero ella podría morir, la bebé podría morir y él no sabía qué hacer, no sabía por donde ir. Jamás imaginó estar en una situación así, tan delicada y desagradable. Eli cada vez, se sentía peor, cada vez se sentía más agotada, agitada. No podía hacer casi nada, su salud cada vez iba a más y sinceramente no sabrían cuanto tiempo la quedaba. Las cinco de la madrugada y Dante estaba en el balcón del despacho, sentado en el sofá. Miraba las montañas nevadas que se veían a lo lejos, con una copa en la mano, perdido en sus pensamientos. Llevaba días sin dormir con ella, dormía en el sofá del despacho o en el cuarto de invitados. Ella se sentía desconsolada, sin tener el calor del ruso junto a su cuerpo, sin besarle, sin abrazarlo, sin hacer el amor. Ella sabía que lo había hecho daño, que había roto un poco de esa confianza que tenían. Pero la culpa er
Dante despues de esa ducha, bajó al salón donde todos le esperaban. Caminó hasta la mesita donde se hallaba el recipiente de cristal que contenía alcohol, echó en un vaso y se sentó en el sofá. Eli no apartaba la vista del ruso, se veía a leguas que estaba demasiado mosqueado, Sergey les miraba y pudo ya confirmar que algo grave estaba pasando entre ellos. —Dante, ¿Podemos hablar a solas? — el ruso asintió y se levantó del sofá para ir al despacho, con los pasos de su amigo detrás de él. Sergey fue el último en entrar y cerró la puerta, caminó hasta el ruso que se fue a sentar en los sofás del balcón del despacho. Sergey se sentó a su lado y ambos miraban hacia las nubes.—Tú dirás. — habló el ruso seriamente.—¿Qué os pasa a Eli y a ti? — preguntó mirándole.—Háblalo con ella. — respondió.—Quiero que me lo digas tú. — pidió, Dante le dio el último trago a la copa.—Esta embarazada. — Sergey se ahogó con su propia saliva, mirando al ruso con creerselo. —Y para rematar lo quiere ten
Dante se encontraba en su despacho, hoy no había ido a la oficina, quería estar en casa a solas. Con Eli las cosas se complicaba mucho más, estaba muy, pero muy distantes. Dante la echaba de menos, dormir con ella, despertar a su lado, follarla. Pero todo, absolutamente todo, se había complicado. Dante por fin habían aceptado a su bebé, le hablaba todos los días, su bebé se había vuelto su mayor refugio. Él sabía que cometió un error él no hablarle, en no aceptarle, pero estaba muy dolido, aterrorizado de solo pensar en perder a Eli, pero ahora tenía miedo de perder a su hijo. Eli, se encontraba en la habitación con una pequeña lencería, un tanga de hilo color rojo de encaje, que se ajustaba a sus curvas. Un sujetador del mismo color y encaje, se ajustaba perfectamente bien en sus pechos que se hacían más grandes. Se miraba en el espejo de cuerpo entero y sonrió, la americana quería provocar a Dante, necesitaba sexo urgentemente y también quería el olor del ruso sobre su cuerpo desnu