Dante, seguía ahí bastante enfadado. Aún no creía que ella fuera tan egoísta y no hablara con él para dar su opinión, pero no quería discutir. Ella estaba muy mal y Dante no quería ponerla peor. Cuando el médico se fue, dejó a la pareja a solas en la habitación. El médico tenía razón, Dante tenía que dar su última palabra para decidir a quien salvaría y de momento lo tenía claro.Eli, le miraba y vio en sus ojos decepción y rabia. Pero él tenía razón, no podía culparlo, solo quería tenerla a ella y no perderla. -Dante. - este negó para que ella no siguiera.-No, Eli. Me acabo de dar cuenta que para tí, mi opinión no vale una mierda. - exclamó y ella negó. -Has decidido por ti misma que hacer, demostrándome que mi palabra no es nada. -No, claro que no. - dijo rápidamente. -Tu opinión vale igual que la mía.-¿Ah sí? Pues has decidido tener a ese bebé sin consultame, y has dicho, que yo no tenía derecho a decidir. - siseó. -Ten al bebé, pero ya sabes a quién voy a salvar.-Dante, perd
Dante, estaba en la oficina, se mantuvo alejado de Elisabeth. Lo echaba la culpa a nadie, pero solo imaginar que en el parto la perdería, eso le desesperaba. No sabía que hacer, no sabía por donde tirar. Eli seguía con tener a la criatura en su vientre, aún así la estuviera matando poco a poco. Aún el bebé, no tenía culpa, no pidió venir al mundo, el bebé, era inocente y él no tenía nada encontra, solo estaba desesperado sin saber que hacer. Elisabeth, quería hablar con él, acercarse a él, pero vio que el ruso, no quería. Por eso tuvo la brillante idea de ir a verlo en la empresa, sabía que ahí no la iba a rechazar, ya que a los empleados no les importaba lo que pasará en la vida de su jefe. Escuchó tres toques en la puerta y dio el pase, por ella entró su secretaria siempre con una sonrisa.—Buenas, señor. Perdona que interrumpa, pero la señora Ivanova, quiere verlo. — él levantó la mirada y la miró fijamente.—Hazla pasar y no hace falta que la anuncie. — exclamó serio y ella asin
Dante y Eli, seguían distanciados, él pasaba todo el tiempo posible en la empresa. Aceptó a su bebé, era su sangre, lo habían creado ellos. Pero ella podría morir, la bebé podría morir y él no sabía qué hacer, no sabía por donde ir. Jamás imaginó estar en una situación así, tan delicada y desagradable. Eli cada vez, se sentía peor, cada vez se sentía más agotada, agitada. No podía hacer casi nada, su salud cada vez iba a más y sinceramente no sabrían cuanto tiempo la quedaba. Las cinco de la madrugada y Dante estaba en el balcón del despacho, sentado en el sofá. Miraba las montañas nevadas que se veían a lo lejos, con una copa en la mano, perdido en sus pensamientos. Llevaba días sin dormir con ella, dormía en el sofá del despacho o en el cuarto de invitados. Ella se sentía desconsolada, sin tener el calor del ruso junto a su cuerpo, sin besarle, sin abrazarlo, sin hacer el amor. Ella sabía que lo había hecho daño, que había roto un poco de esa confianza que tenían. Pero la culpa er
Dante despues de esa ducha, bajó al salón donde todos le esperaban. Caminó hasta la mesita donde se hallaba el recipiente de cristal que contenía alcohol, echó en un vaso y se sentó en el sofá. Eli no apartaba la vista del ruso, se veía a leguas que estaba demasiado mosqueado, Sergey les miraba y pudo ya confirmar que algo grave estaba pasando entre ellos. —Dante, ¿Podemos hablar a solas? — el ruso asintió y se levantó del sofá para ir al despacho, con los pasos de su amigo detrás de él. Sergey fue el último en entrar y cerró la puerta, caminó hasta el ruso que se fue a sentar en los sofás del balcón del despacho. Sergey se sentó a su lado y ambos miraban hacia las nubes.—Tú dirás. — habló el ruso seriamente.—¿Qué os pasa a Eli y a ti? — preguntó mirándole.—Háblalo con ella. — respondió.—Quiero que me lo digas tú. — pidió, Dante le dio el último trago a la copa.—Esta embarazada. — Sergey se ahogó con su propia saliva, mirando al ruso con creerselo. —Y para rematar lo quiere ten
Dante se encontraba en su despacho, hoy no había ido a la oficina, quería estar en casa a solas. Con Eli las cosas se complicaba mucho más, estaba muy, pero muy distantes. Dante la echaba de menos, dormir con ella, despertar a su lado, follarla. Pero todo, absolutamente todo, se había complicado. Dante por fin habían aceptado a su bebé, le hablaba todos los días, su bebé se había vuelto su mayor refugio. Él sabía que cometió un error él no hablarle, en no aceptarle, pero estaba muy dolido, aterrorizado de solo pensar en perder a Eli, pero ahora tenía miedo de perder a su hijo. Eli, se encontraba en la habitación con una pequeña lencería, un tanga de hilo color rojo de encaje, que se ajustaba a sus curvas. Un sujetador del mismo color y encaje, se ajustaba perfectamente bien en sus pechos que se hacían más grandes. Se miraba en el espejo de cuerpo entero y sonrió, la americana quería provocar a Dante, necesitaba sexo urgentemente y también quería el olor del ruso sobre su cuerpo desnu
Ellos salían del consultorio, no muy bien, ya que tal vez su bebé podría morir. Para Dante todo fue un duro golpe uno que jamás le diero, podría ser mafioso, pero no para recibir este gran karma. Dante se mantenía en silencio, no hablaba, era como si el espíritu de su cuerpo, le hubiese abandonado. Eli también sentía miedo, pánico al solo pensar en perder al bebé. Pero era su sueño, ¿tanto era su deseo de ser madre, que estaba dispuesta a pasar por una posible pérdida? Cuando adoras tanto ser madre, te vuelves egoísta, solo piensan en ti misma. Porque ese deseo tan grande, tan puro se perfora en tu interior como una bala. Tal vez ella cometió el error de pensar así, egoístamente, que no le importó los sentimientos del ruso. Pero ella sabía que Dante iba aceptar a su bebé, ya lo había aceptado aunque al principio no fue así. Pero Eli, no imaginó que Dante la iba a sacar de su vida, no para toda la vida, pero darse un tiempo para pensar si la relación que ellos tenían, podía avanzar.
Los días habían pasado y Dante se refugiaba mucho en la oficina o si no, en su despacho. Aunque no pasara tiempo con ella, sabía todo lo que ella hacía. Si comía, si dormía, si se agitaba, absolutamente todo. Ella caminaba por los jardines de la mansión, se sentía pequeña bajo ese montón de nieve cubriendo todo. Las temperaturas bajas, el frío, el aire, penetraban su rostro. Extrañaba a Dante y mucho, deseaba que su relación volviera como al principio, pero ya no sería como antes, su relación se había roto y tal parece, que no había solución.Dante llevaba a casa a las siete de la tarde y se encerraba en el despacho, no salía de allí hasta la madrugada. Se había vuelto su hábito, se había refugiado en si mismo sin querer hablar con nadie. Eran los doce de la noche y Dante seguía metido en su despacho, estaba sentado frente al ordenador. Su camisa desabrochada mostrando su torso fuerte y desnudo, con el ceño fruncido y la mirada fija en ese portátil. Escuchó el sonido de la puerta y
Eli, estaba en el jardín, hoy había salido el sol y quiso estar bajo ese sol radiante. Desde aquella cita, no volvió hablar con Dante, él se distanció de ella y solo la hablaba cuando queria saber de sus hijos. Dante, tenía todo preparado para cuando llegara el día del nacimiento de los bebés y la operación de Eli. La ropa, la casa que ella tendría y todo los empleados que estaría con ella. Dante quería un tiempo, darle un tiempo a la relación. Creo que tantas cosas encimas, al final esa relación se ahogó y necesitaba un poco de cuerda floja. Él no era un santo, nadie era perfecto, pero tampoco se merecía que lo tratarán como si lo valiera nada. Esos bebés no acabaron en su vientre por obra divina, él también los creó. Tan mala persona lo veía ella, que no tuvo su opinión. Aunque eso ya era aguas pasadas, sus bebés iban a venir sanos y ella se salvaría, él se emocionó, mucho. Tendría a la mujer que ama viva y junto a sus bebés. Esos bebés iban necesitar a su madre, a su padre igual,