***Amelie empujó la puerta de la cafetería ingresando al local, el sonido de la campanilla revoloteó en el lugar llamando la atención de los pocos clientes que se encontraban allí dentro. El CEO apartó la vista de su móvil y la posó en la mujer que había llegado, por alguna razón su presencia lo hacía sentir diferente. No sabía precisamente qué era pero tampoco podría ignorarlo.Sacudió su mano al aire haciéndole señas.La mujer reparó en él y se encaminó a la mesa, sintiendo sus piernas flaquear ante la mirada penetrarte de Andrew. Se sintió intimidada por aquel hombre que llevaba años sin ver.¿Cómo puede no reconocerme? Preguntó ella en su interior.—Hola —saludó Amelie tomando asiento.—Hola, gracias por venir —dijo dedicándole una dónde boca cerrada —. ¿Quieres ordenar algo? Extendió la carta enseñándole lo que había en el menú. La camarera se acercó a tomar su orden.—Eh, bueno. Un café estaría bien —pidió y la mesera se marchó luego de anotar lo que habían pedido.—Bien, te e
Al llegar al hospital, bajaron del auto a toda prisa. Amelie recorrió los pasillos hasta detenerse frente a la enfermera que se hallaba tras la barra de vidrio. —¿Sabe algo de la joven que acaba de ser ingresada? Se llama Jade y soy su hermana —inquirió intentando compensar su respiración que se encontraba agitada por venir corriendo.—Un momento —dijo la enfermera revisando una pantalla —. Sí, está en la habitación treinta y cinco. Queda en el segundo piso.—Muchas gracias —le dedicó una rápida mirada a Andrew que se había mantenido a unos metros de ella —. Está en la habitación.—Adelante, estaré esperando afuera —emitió imaginando que quería hablar con su hermana en privado.Amelie asintió retirándose del pasillo.Subió al elevador con el corazón acelerado. Pulsó el piso a dónde se dirigía sintiéndose ansiosa por asegurarse que todo estuviera bien, no podía controlar el temblor que se había apoderado de su cuerpo. Y cuando las puertas del ascensor se abrieron salió apresurada en b
—¿Cómo es qué han sido tan inconscientes los dos? —reprochó Amelie sin poder contenerse un segundo más —. Son unos niños, aún no han terminado la preparatoria y ya van a ser padres. Esto es una... una locura.Agarró su cabello con frustración.—No somos unos niños —habló Jade.Los tres voltearon a verla.—Tampoco son adultos maduros para criar a un bebé —argumentó Andrew.—¿Quién lo dice? ¿Tú? —lo miró con burla.—No es necesario que alguien lo tenga que decir, es obvio que no están preparados para cuidar de un bebé —emitió Amelie —. Pero es su responsabilidad y tendrán que hacer algo al respecto. —¿Será que podrían dejarnos a solas? —pidió Arthur.—Pueden hablar de lo que quieran delante de nosotros —respondió Andrew.—No, no es un asunto que les concierne a ustedes dos —comentó enojado —. Así que por favor, déjenos a solas.Amelie comprendió que se trataba de algo serio, por lo que agarró su cartera y arrastró fuera de la habitación a Andrew con ella. Este replicó pero no puso resi
—Me haré cargo del bebé —soltó decidido, de tal manera que aquello sorprendió a la mujer —. Es decir, de sus gastos y todo lo que implica ser un padre para el bebé. Es lo mínimo que podría hacer.—¿Por qué lo harías? No es tu responsabilidad —reprochó ella sin estar de acuerdo. —No es justo que tengan que pasar por todo esto ustedes, no son las únicas que deben asumir este cargo. Al menos permíteme ayudarlas económicamente, me sentiré más aliviado sabiendo que estarán cómodas —la mujer pareció pensarlo.Aunque no quería recibir nada de Andrew, se detuvo a pensar en Jade y el pequeño o pequeña que crecía en su interior. No podía privarle de lo que necesitaba, no cuando carecía de lo que él les estaba ofreciendo.—Hablaré con Jade, depende de lo que ella diga te haré saber de nuestra decisión —agarró su cartera saliendo de la cafetería.Sería difícil convencer a Jade para que aceptara, la joven seguramente se negaría por orgullo. Pero en todo caso, Amelie la apoyaría sin importar cuál
Andrew carraspeó al darse cuenta de lo que había dicho, quizá sus palabras no se habían escuchado del todo bien. Y bastó con notar las mejillas de la mujer que se tiñeron de carmesí provocando que él se apresurara a agregar algo para arreglar la situación.—O sea, eres dueña de las cartas. Creo que eso no podría olvidarlo aunque lo intentara —hizo mención y Amelie lo miró entre sorprendida y avergonzada al mismo tiempo.Le había enviado cartas anónimas cuándo estudiaba en la preparatoria. Ya había pasado algún tiempo desde que hizo aquello así que no creyó que lo recordara. Además, ¿cómo es que sabía que había sido ella?—Oh, eso... —mordió su labio inferior con nerviosismo —. No imaginé que lo recordaras. El CEO esbozó una sonrisa, le hacía gracia la expresión que había colocado Amelie.—Tengo buena memoria —se encogió de hombros —. Además, no eran cartas del todo anónimas, pude reconocer tu letra.—¿Qué? ¿De verdad? —él asintió y la mujer se cubrió la cara con ambas manos —. Ay no.
El CEO cruzó la estancia haciendo un escudriño en todo el lugar, era un sitio acogedor. No tenían muchos muebles así que se veía algo vacío. La iluminación era algo tenue dándole un aspecto fresco.—¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? —preguntó curioso.—Más o menos —se limitó a decir —. ¿Quieres algo de beber? Ofreció para cambiar de tema.—Un té estaría bien. Gracias —ella asintió y se retiró a la cocina.Amelie no le gustaba hablar mucho sobre ella, su vida no había sido tan afortunada como la de otros y contar de su infancia era explicar con detalles de lo que tanto temía que los demás se enteraran. Ser huérfanas no le avergonzada, ni mucho menos decir que vivió toda su niñez en un orfanato puesto que sus padres habían muerto en un accidente de tránsito, dejando a un niña de seis años y su hermana que apenas tenía pocos meses de nacida. Quizá no tenían la mejor historia para contar y por eso nunca le había dicho a nadie sobre aquello.Lo menos que quería era la lástima de las pe
Amelie revisó el vestido que le había llegado esa mañana, le sorprendió ver una caja frente a su puerta y al abrirla encontró un hermoso vestido azul con bordes brillantes. Inmediatamente pensó en Andrew, estaba segura que había sido él. Leyó la tarjeta que tenía en uno de los lados de la caja y confirmó lo que suponía.«Te esperaré a las ocho. Apuesto que vas a deslumbrar con este vestido»Andrew D. Una sonrisa se deslizó por sus labios al leer lo que decía la tarjeta. Le pareció un lindo gesto aunque no le gustaba recibir ese tipo de regalos tan costosos.Su mirada recayó en los pendientes que habían en una pequeña caja de terciopelo. Eran dos diamantes incrustados en la delicada cadena. La observó cuidadosamente, maravillada con aquel detalle. Nunca le habían dado uno igual, siquiera su exnovio quien le llegó a dar un montón de regalos caros. Y no, no sé refería solo al precio que había costado cada uno, puesto que era lo de menos para ella, sino más bien el gesto que había tenid
De pronto, Andrew hizo acto de presencia y todas guardaron silencio contemplando sin disimulo al CEO. Sin poder evitarlo, sus ojos se posaron en los de Amelie provocándole una oleada de emociones al hacer contacto visual con él. —Chicas, él es Andrew Doubront, el jefe de la empresa —habló nuevamente Lorena presentando al hombre.Este solo se limitó a asentir y se retiró a su oficina.—Es muy guapo —murmuró una de las chicas haciendo que el resto comentaran al respecto.—¿Está casado? —preguntó de manera atrevida una joven que estaba adelante.Las demás soltaron risitas entre ellas, se les notaba interesadas por saber más del apuesto jefe, sin embargo Lorena no respondió a sus preguntas al ser algo tan personal.—¡Chicas, atención! —exclamó elevando la voz para poder ser escuchada —. Entiendo que sientan curiosidad por nuestro jefe, pero por favor tengan cuidado de preguntar cosas personales de su vida. Andrew es un hombre sumamente serio en su trabajo y no tolera este tipo de incumbe