Andrew carraspeó al darse cuenta de lo que había dicho, quizá sus palabras no se habían escuchado del todo bien. Y bastó con notar las mejillas de la mujer que se tiñeron de carmesí provocando que él se apresurara a agregar algo para arreglar la situación.—O sea, eres dueña de las cartas. Creo que eso no podría olvidarlo aunque lo intentara —hizo mención y Amelie lo miró entre sorprendida y avergonzada al mismo tiempo.Le había enviado cartas anónimas cuándo estudiaba en la preparatoria. Ya había pasado algún tiempo desde que hizo aquello así que no creyó que lo recordara. Además, ¿cómo es que sabía que había sido ella?—Oh, eso... —mordió su labio inferior con nerviosismo —. No imaginé que lo recordaras. El CEO esbozó una sonrisa, le hacía gracia la expresión que había colocado Amelie.—Tengo buena memoria —se encogió de hombros —. Además, no eran cartas del todo anónimas, pude reconocer tu letra.—¿Qué? ¿De verdad? —él asintió y la mujer se cubrió la cara con ambas manos —. Ay no.
El CEO cruzó la estancia haciendo un escudriño en todo el lugar, era un sitio acogedor. No tenían muchos muebles así que se veía algo vacío. La iluminación era algo tenue dándole un aspecto fresco.—¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? —preguntó curioso.—Más o menos —se limitó a decir —. ¿Quieres algo de beber? Ofreció para cambiar de tema.—Un té estaría bien. Gracias —ella asintió y se retiró a la cocina.Amelie no le gustaba hablar mucho sobre ella, su vida no había sido tan afortunada como la de otros y contar de su infancia era explicar con detalles de lo que tanto temía que los demás se enteraran. Ser huérfanas no le avergonzada, ni mucho menos decir que vivió toda su niñez en un orfanato puesto que sus padres habían muerto en un accidente de tránsito, dejando a un niña de seis años y su hermana que apenas tenía pocos meses de nacida. Quizá no tenían la mejor historia para contar y por eso nunca le había dicho a nadie sobre aquello.Lo menos que quería era la lástima de las pe
Amelie revisó el vestido que le había llegado esa mañana, le sorprendió ver una caja frente a su puerta y al abrirla encontró un hermoso vestido azul con bordes brillantes. Inmediatamente pensó en Andrew, estaba segura que había sido él. Leyó la tarjeta que tenía en uno de los lados de la caja y confirmó lo que suponía.«Te esperaré a las ocho. Apuesto que vas a deslumbrar con este vestido»Andrew D. Una sonrisa se deslizó por sus labios al leer lo que decía la tarjeta. Le pareció un lindo gesto aunque no le gustaba recibir ese tipo de regalos tan costosos.Su mirada recayó en los pendientes que habían en una pequeña caja de terciopelo. Eran dos diamantes incrustados en la delicada cadena. La observó cuidadosamente, maravillada con aquel detalle. Nunca le habían dado uno igual, siquiera su exnovio quien le llegó a dar un montón de regalos caros. Y no, no sé refería solo al precio que había costado cada uno, puesto que era lo de menos para ella, sino más bien el gesto que había tenid
De pronto, Andrew hizo acto de presencia y todas guardaron silencio contemplando sin disimulo al CEO. Sin poder evitarlo, sus ojos se posaron en los de Amelie provocándole una oleada de emociones al hacer contacto visual con él. —Chicas, él es Andrew Doubront, el jefe de la empresa —habló nuevamente Lorena presentando al hombre.Este solo se limitó a asentir y se retiró a su oficina.—Es muy guapo —murmuró una de las chicas haciendo que el resto comentaran al respecto.—¿Está casado? —preguntó de manera atrevida una joven que estaba adelante.Las demás soltaron risitas entre ellas, se les notaba interesadas por saber más del apuesto jefe, sin embargo Lorena no respondió a sus preguntas al ser algo tan personal.—¡Chicas, atención! —exclamó elevando la voz para poder ser escuchada —. Entiendo que sientan curiosidad por nuestro jefe, pero por favor tengan cuidado de preguntar cosas personales de su vida. Andrew es un hombre sumamente serio en su trabajo y no tolera este tipo de incumbe
Andrew se encontraba recostado del auto, en espera de Amelie quién todavía no bajaba de su apartamento. Revisó la hora en su Rolex dándose cuenta que si no la apresuraba llegarían retrasados a la cena en casa de su madre. No tenía idea cómo iba a reaccionar su familia cuando llegara junto a su novia, o eso es lo que iban a aparentar delante del resto.Sacó el móvil de su bolsillo y decidió escribirle a Amelie viendo que había tardado en bajar. Sin embargo, no fue necesario enviarle un mensaje cuando de pronto escuchó el repiqueteo de los tacones. Levantó la vista y sus miradas se encontraron, ninguno de los dos hizo el amago de apartar los ojos. Parecían tener una conexión donde todo a su alrededor desaparecía al estar juntos.El vestido azul le quedaba ceñido a su silueta, se veía hermosa.Amelie se sintió intimidada ante su mirada profunda, apenas si fue capaz de mantener por más tiempo el contacto visual con el CEO. —Hola —su voz salió en un susurro.—Hey, te ves... —la repasó de
No les tomó mucho tiempo llegar a la mansión de los Doubront, Andrew estacionó el auto y antes de bajarse se acordó de decirle un detalle importante que había olvidado.—Oye, allí estará la hija de una de las mejores amigas de mi madre. Ellas son un tanto... —buscó las palabras adecuadas para describir lo insoportable que era la menor de la familia Sander —. Se podría decir que intensa. No dejará de hablarme durante la cena, nunca parecer cerrar la boca.—¿Vale? Lo tendré en cuenta —dijo confundida a quién se estaba refiriendo —. ¿Vamos?—Vale, andando. Buena suerte —se bajaron del auto y se encaminaron a la entrada de la casa —. Te diré a quién debes ignorar, tú solo sígueme la corriente, ¿de acuerdo?—De acuerdo.Entraron al interior de la casa y el mayordomo los recibió en la living. Los dirigió hacia el gran comedor donde ya se encontraba el resto, la mayoría eran señoras mayores que solo presumían de su hijas delante de Amber Doubront, la madre de Andrew.No era de extrañar que c
—¿Asistente? —repitió su madre y Andrew asintió.La pelinegra lo Miró igual de confundida que la señora Amber, no entendía de que hablaba.—Le he pedido que trabaje conmigo y así podemos vernos todos los días. Amelie sabe lo difícil que es para mí vivir sin ella, no puedo soportar estar un segundo sin mi chica —dijo tomando la mano de la pelinegra y le plantó un beso en el dorso de su mano.Amelie sonrió con timidez. A la vista de todos parecían ser la pareja perfecta, eran el uno para otro. Pensó la pelinegra con sarcasmo.—Vaya, ¿qué le has hecho a mi Andrew? —comentó Amber percatándose de la mirada con la que veía su hijo a aquella mujer.La pelinegra se hizo la desentendida. Pero sabía de qué estaba hablando. Era obvio que Andrew actuaba cómo el novio perfecto delante de su madre y las demás personas que estaban allí. Sin embargo, solo era eso, aparentar ser algo que en realidad no era verdad.La cena transcurrió entre charlas un tanto aburridas para Amelie quién no se sentía cómo
—¿No tenías una buena relación con ella? —se atrevió a preguntarle aunque sonaba algo metiche.—No tanto. Incluso podría decir que la de ahora es mucho mejor que la que teníamos antes —agregó mostrando una expresión diferente, se veía triste —. En fin, buscaré unos zapatos que sean de tu talla. Aguarda un momento, regreso en seguida ¿vale? Su cambio tan brusco del tema confundió a la pelinegra, pero decidió no darle importancia. Intuyó que no le gustaba hablar de él mismo.—Vale, gracias —le regaló una sonrisa de boca cerrada.El CEO se dirigió al baño en busca del botiquín de primeros auxilios y regresó a la habitación.—Toma, dentro hay pomadas que te servirán para tus tobillos lastimados y también hay cinta adhesiva —le tendió el botiquín y Amelie lo agarró entre sus manos.—Bien, te lo agradezco.Andrew asintió con la cabeza y se retiró de la habitación en busca de un calzado más cómodo para ella. Se sentía un poco mal por haberla hecho aguantar varias horas con aquellos zapatos