Shis profirió la última bocanada de humo del cigarrillo que había estado fumando durante el argumento de su primo. La puerta continuaba cerrada y más valiese que así fuera.
Todo sonaba tan distante, confuso y condenadamente real que no quiso perderse detalle alguno de toda la conversación. Santino permanecía serio, pero de algún modo sentía un poco más apacible y soportable aquella "carga", la cual no había querido develar a Alexa, por temor a su preocupación. Shis siempre escuchaba y si recriminaba era con justificada razón… a veces. Pero en esta ocasión, la recriminación quedó borrada en su dubitativo semblante.
La cosa no era para menos.
¿Has llegado a experimentar la sensación de estar delante de una avalancha, solo mirando como aquella tonelada de nieve estará a punto de caer sobre ti? Esa misma sensación de terr
Alexa se mostró seria y silenciosa cuando bajó a desayunar al día siguiente y rechazó cualquier intento de entablar conversación. Se limitó a beber una taza de té, tras lo cual volvió a su habitación como un fantasma. Durante el resto del día, no salió de su alcoba.Por suerte sólo quedaba ésa semana de vacaciones, después volvería a la escuela y Hanako creyó que eso sería lo más sano. Ocuparse de las clases le quitaría tiempo de ocio…y tal vez se olvidase de Santino.Ni ella ni Alexa mencionaron nada referente a la plática de la noche anterior, pero estaba presente en el aire y en la cara de la joven. Su madre había pedido el día a propósito. No era que desconfiara de su hija, pero quería quedarse en casa, solo por si acaso.Tal vez hubiese dado lo mismo o no, Alexa no quería ni ver
La taza se había roto, casi al caer de las seis y media de la tarde. Claro, el decir eso era una aproximación a la realidad. En un ambiente tan tranquilo como solía serlo la casa de los Bell, las discusiones eran mínimas y el ambiente por lo general era sosegadamente apacible, algo totalmente común si sólo son dos personas las que viven allí. Y "madre-e-hija" había sido una unidad infranqueable durante los últimos años, como lo debe de ser…hasta que la parte joven decide comenzar a alzar el vuelo.No hubo palabras altisonantes y mucho menos golpes de por medio. Pero la sinceridad y la verdad eran en ocasiones masivas, el filo más inmisericorde, más mortífero incluso que un sable. Alexa ya no era una niña. No, ya tomaba sus propias decisiones y tenían derecho a respetárselas y su madre lo hizo, hasta que una de ellas –una de esas razones que ahora Hanako
La noche había aterrizado en el cielo estival y a Santino el silencio formado entre él y Alexa le pareció eterno. El corazón le dio un vuelco, una de esas sensaciones que se infiltran en aquellos momentos en que se sabe que habrá una tormenta.El rostro de la chica lucía pasivo, pero el brillo latente de sus ojos denotaba una intranquilidad que no le agradó nada.No se había equivocado…hubo problemas. Se leía escrito bajo el verde esmeralda de las pupilas de ella.Pero no quería dejarlo a la suerte, el nunca hacía eso. Hablar era necesario, aunque la respuesta no fuese la deseada.—Alexa…¿Qué ocurrió?Decirlo era un principio. La preocupación era latente en el timbre de su voz.Alexa bajó el rostro. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que explayarlas delante de la atenta mirada de Santino se co
—¿Qué?La voz de Santino era la que ahora temblaba. El decibel era apenas audible. No entendía del todo lo que sus oídos acababan de escuchar de parte de ella.Le quería. Había dado su vida y todo cuanto estuviese a su alcance por ella…había vendido su alma a los custodios de aquel infierno llamado Aka y ahora…¿No valió la pena?—No deberíamos…—Alexa tampoco sintió que ésas fuesen sus palabras. Pero la inseguridad latía tan fuerte en ellas como el pulso de su corazón.—…continuar.No podía ni siquiera creer lo que había pronunciado ella misma. ¿No había defendido su ideología contra el vendaval de coherentes y verdaderas justificaciones que rebatía su madre?Si, pero la verdad caía siempre, tarde o temprano con el peso de una tonelada de rocas. No estaba
Una sombra permanecía al resguardo del silencio del interior del edificio de Lux Ad Worx, oculta entre la penumbra de uno de los alejados cubículos. No era el suyo.Acechar es una medida que reglamentariamente debe de carecer de obviedad.Ya eran las ocho y media, no había nadie más. Todo empleado, cliente o individuo había retornado a sus respectivos hogares desde las siete y media, a excepción de uno en particular.Podía solventarse el problema y relegarlo para otra ocasión, claro, si la mesa no se hubiese comenzado a tambalear tan bruscamente. El telón estaba por caer, dependía de él evitar que todo quedase al descubierto ahora.El poder exige sacrificios; una sabia lección de Madd. Le había instruido bien después de todo y era hora de demostrarlo.Terminó regresando la llamada a Pixis, si iba a "limpiar" las cosas, necesitaba un buen trapo p
Santino cerró los ojos.La forma en la que Alexa lo había mirado al besarlo el día anterior volvió a él en ese momento, en ese preciso instante en que él se marchaba de su vida para siempre. Se había dado la vuelta y desaparecido entre las solitarias calles.Se detuvo en una acera. Una acumulación enorme, trémula pero concisa de ira se acumulaba en su mente. ¿Ira contra qué? ¿contra él mismo? ¿Contra la vida y sus cuestiones? ¿Contra lo que ya había anticipado? — ¿Shis?El vestíbulo estaba fresco y oscuro. La palabra desapareció en el silencio como una piedra por un profundo pozo.Santino volvió a llamar.— ¿Shis?Nada. Incluso el tictac del reloj empotrado en la pared se había detenido. Esa noche no había estado nadie para darle cuerda.No obstante, existían huellas en el piso.Santino pasó por el pasillo, rumbo a la oficina de Shis. El ambiente estaba viciado por un olor a cigarro, rancio y apagado hacía mucho. Vio la silla de su primo junto a la ventana. Estaba chueca, como si se hubiera levantado repentinamente. Había un cenicero en uno de los vértices del escritorio y dentro de él un rollo perfecto de cenizas de cigarro.Shis estuvo vigilando aquí. ¿En espera de qué?...Mía, por supuesto, esperó a que yo llegase.. ¿Qué rayos era tan iBastardos
El teléfono estaba mudo completamente. Ahora era el turno de él, por supuesto.Y así lo supuso Alexa, mientras se pasaba una mano por la mejilla derecha, ahora enrojecida.También debía librar sus batallas, aunque éstas no implicasen sacrificar algo más allá que su simple vida de joven. Si, el incendio también se había instalado en la apacible sala de los Bell.El incendio provocado por él.Y ella, por primera vez en mucho tiempo, sintió que debía hacer algo. No lo hizo en el momento en que con aquella silenciosa estocada, obligaron a Santino a alejarse de su vida. Lo consiguió al menos expresar una vez hubo cerrado la puerta.Pero la insolencia tenía un precio. Obvia ley de acción y reacción, aunque desde la perspectiva insistente de ella, no consideró insolente defender su opinión. Era su vida, sería todo lo