GIANNA RICCIContaba los segundos con la caída de las gotas de mi suero, mientras mi habitación solo era visitada por enfermeras. La tía de Evelyn no había tardado en venir cuando escuchó del incidente, mientras que mi habitación estaba desértica, solo las enfermeras entraban y salían, a veces en completo silencio que parecían fantasmas.Era algo a lo que ya me había desacostumbrado un poco.De pronto la puerta se abrió fuera del horario del personal médico, lo primero que se asomó fue un enorme ramo de flores. Eran girasoles enormes y amarillos, rodeados de algunas rosas que se veían pequeñas a comparación.Se trataba de Christian quien entró con algo de torpeza, lidiando con el enorme ramo antes de ponerlo en uno de los floreros vacíos frente a mi cama.—Lamento haber tardado… —dijo con media sonrisa—. ¿Cómo te sientes?—Bien… Creo…—No sabía cuales eran tus flores favoritas, pero estas se veían alegres y creí que e
EVELYN VALENCIATodo me daba vueltas, la cabeza me punzaba y tenía náuseas. Abrí los ojos y no reconocí dónde estaba, me quité la molesta mascarilla de oxígeno y sentí un peso muy grande sobre mi cuerpo. Cuando me di cuenta, no era nada extraño o fuera de este mundo, solo un brazo y una pierna encima de mí, pertenecían a una mujer. Torcí la cabeza lo suficiente para poder ver su rostro, era el que llevaba ya bastante tiempo viendo al espejo. Sus cabellos negros picaban mi nariz y tenía la boca entreabierta, estaba roncando en mi oído.Alcé mi mano y entonces noté ese color canela adornando mi piel. ¡Necesitaba verme en un espejo! ¡Necesitaba respuestas y comprobar que no era un sueño! Tomé un mechón de mi cabello y lo levanté ante mis ojos, era castaño y esponjoso. ¡Era mi cabello!—¿Gianna? —pregunté en un susurro.—No te mueras… —refunfuñó entre sueños, abrazándose con más fuerza de mí.—Gianna… despierta —insistí dándole palmadas en el brazo, quería despertarla con suavidad, pero
EVELYN VALENCIA—Gianna me dijo la verdad… —quise consolarlo, pero no parecía suficiente.—Eso no significa que no deba de admitir que tuve cinco minutos de debilidad que me costaron lo poco que había logrado. —Leonel negó con la cabeza y se dejó caer sobre el sofá—. Amo quién eres… amo lo que hay dentro de ti, amo tu dulzura y tu nobleza. Jamás he conocido a alguien que sea incapaz de herir a los demás, aunque se lo merezcan. Amo la manera en la que me miras y como te pones nerviosa cuando yo te miro. Amo la sonrisa que dibujas en tu rostro cuando algo te cautiva. Amo verte cargando a Alma, eres… una madre excepcional y tierna.»Pero fui débil, porque en el fondo extrañaba tu cuerpo, porque… aunque sabía que tú estabas dentro de ese cuerpo pálido e insípido, mis bajos instintos, mis deseos carnales, mi ambición me suplicaba tocar tu verdadero cuerpo y… cuando Gianna se me insinuó, perdí el norte.»Volví a equivocarme, volví a lastimarte… ¿Cuántos errores estás dispuesta a tolerar has
EVELYN VALENCIA—Entonces… ¿vivirán juntos? —le pregunté a Christian mientras me llevaba en brazos y me colocaba sobre la silla de ruedas. El doctor me había pedido reposo absoluto, pero sinceramente yo me sentía bien, podría hacer una vuelta de carro ahora mismo si supiera como hacerla sin caerme de cabeza. Aun así, decidí fingirme vulnerable, por lo menos hasta salir del hospital.—Sí, solo hasta que ella agarre su camino… —contestó Christian una vez me dejó sobre la silla.—Ella… es complicada, lo sabes… ¿verdad? —Tenía miedo. Aunque sentía empatía por Gianna, no significaba que no supiera la clase de mujer que era y como podía ser una mala influencia para mi hermano. No quería que volviera a caer en drogas y excesos.—Descuida, ya no soy el mismo hombre de antes… aprendí la lección y lo único que quiero es ayudarla a ser mejor, de la misma forma que mi hermanita lo hizo conmigo —contestó hincándose frente a mí—. No tienes de que preocuparte.—No puedo evitarlo, sabes que te quiero
GIANNA RICCIChristian me había cedido su cama, como el hombre caballeroso que era. Estaba tan emocionada por mi primera noche en su departamento que no pude dormir, así que me paseé por su cuarto, viendo sus cosas, revisando sus cuadernos, tenía una letra muy linda para ser hombre. Llegué hasta su clóset y acaricié cada prenda, haciendo que su aroma llegara a mi nariz.Jamás me había sentido de esa manera, era como una niña enamorada. Tomé su chamarra y la abracé, inundando el ambiente con su loción. Solo de esa manera concilié el sueño. De alguna manera imaginando que a quien abrazaba era a él y no solo a su chamarra.۞Cuando desperté, entré en pánico, si Christian entraba y me veía abrazando su ropa pensaría que era una acosadora. De un brinco salí de la cama y dejé la chamarra de donde la tomé. Me puse el hermoso vestido que me había comprado y salí de la habitación. Esperaba verlo acostado en el sofá, pero, por el contrario, se encontraba en la cocina.—Buenos días —saludó todav
GIANNA RICCI¿Era posible que un hombre que no tenía un trabajo tan ostentoso como Leonel o Matías fuera capaz de protegerme tanto con los muchos o pocos recursos que tenía?Christian me había dado algo de comida para el almuerzo. No era el mejor cocinero, admitía que Evelyn era mucho mejor, pero, aun así, hacía su mejor esfuerzo. No solo eso, me dio algo de dinero por si se me antojaba algo.Me despedí de ese par de empleadas que parecían dulces y se habían comportado comprensivas conmigo, pero, sobre todo, pacientes. Era mi primer trabajo y… antes de que todo se volviera un caos, ellas me guiaron.Con los pies punzando y los brazos adoloridos, corrí hacia la dulcería, quería comprar unos chocolates con el dinero de mis bolsillos. ¡Por supuesto que era para compartirlos con Christian! Sabía que este era su dinero, pero tenía fe que con mi primer sueldo lo invitaría a cenar.Me planté frente a la vitrina y no sabía cual escoger. Nunca había tenido que comparar costo-beneficio de algo.
GIANNA RICCI—Lo siento, no quise que esto ocurriera… —dije con tristeza. Una vez en el departamento tomé su mano y acaricié sus nudillos enrojecidos—. En verdad lo lamento.—¿Lamentas que golpeara a ese hombre? —preguntó Christian divertido—. Admito que ya no recordaba lo gracioso que era golpear a un «niñito» rico en la cara.Levanté mi mirada hacia él, no comprendía como es que estaba tomando las cosas con tanto optimismo.—Me hubiera gustado hacer más… —agregó acariciando mi brazo. Mi piel se erizó y mis mejillas se sonrojaron. Su tacto fue tan suave y lento que la temperatura de mi cuerpo aumentó—. No me agrada que hombres así maltraten a las mujeres. Menos cuando esas mujeres pertenecen a mi familia.¿Había dicho familia? ¿Me veía como parte de su familia?, pero… ¿cómo una posible esposa o… una hermana?—Por favor, quédate dentro de la tienda hasta que yo pase por ti. ¿Está bien? No te arriesgues. Quiero evitar dos tragedias.—¿Dos tragedias?—Sí, que él te lastime y que yo lo
LEONEL ARZÚA—No pienso comprarte nada… y exijo que me sueltes —dije molesto mientras Gianna me arrastraba hacia el interior de la cafetería. La reconocí, pues era la misma donde había conocido a Evelyn.—En vez de que me agradezcas por haberte salvado de ese viejito molesto…—Ese «viejito molesto» es mi abuelo.—¡Ja! ¡Con razón! —Sostuvo la sonrisa hasta que regresó su atención hacia mí—. Solo bromeaba.—Un café negro sin azúcar, como tu maldita alma, y un late vainilla —dijo Christian acercándose con el par de bebidas y una sonrisa insolente.—Yo no pedí nada… ¿qué está pasando? —pregunté en cuanto dejó los vasos en mis manos.—Olvídalo todo y empieza de nuevo, «grandote» —dijo Gianna antes de agarrarse del brazo de Christian y señalarme con el mentón hacia la mesa pegada al ventanal.Entonces lo entendí.Evelyn me esperaba ahí, con esa playera amarrada a su cintura y pantalones de talle alto. Con su melena abundante y castaña acomodada en una coleta y su sonrisa tímida. Agaché la m